Exposición en Valladolid, España

Los años en Nueva York (1921-1940). Eduardo García Benito. Ilustraciones para Vogue y Vanty Fair

Dónde:
Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión / Pasión, s/n / Valladolid, España
Cuándo:
11 sep de 2009 - 01 nov de 2009
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
EDUARDO GARCÍA BENITO. Ilustraciones para VOGUE y VANTY FAIR comisariada por Shawn Waldron, director del Archivo de Condé Nast y Juan González-Posada M., Director de Museos y Exposiciones de la Fundación Municipal de cultura del Ayuntamiento de Valladolid, presenta alrededor de 150 trabajos realizados por Benito para dos de las publicaciones más conocidas de Condé Nast, Vogue y Vanity Fair, entre los años 1921 y 1940. Casi 100 reproducciones de portadas que Benito creó para las dos revistas se mostrarán junto con ilustraciones originales, pinturas, y fotografías y revistas vintage del Archivo Condé Nast. Benito creó para Vogue portadas avant-garde modernistas que consiguieron captar la mirada a través de un uso llamativo de la geometría y del color. También realizó bocetos para los mejores diseñadores de su tiempo como Mainbocher, Schiaparelli, Lanvin y Lelong. La obra de Benito para Vanity Fair fue mucho más informal y centrada en fantásticos dibujos ... y caricaturas en blanco y negro con un enfoque dirigido al concepto zeitgeist. Muchas de las obras que componen la exposición también figurarán en el catálogo editado para esta ocasión.

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Nacido en Valladolid en marzo de 1891, Eduardo García Benito llegó a convertirse en el principal exponente español del art decó a nivel mundial. El periodo creativo de entreguerras consagró a un hombre formado en París gracias a una beca del Ayuntamiento de su ciudad natal, que previamente se había formado en la Escuela de Bellas Artes y Oficios vallisoletana y en la de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.


Su desembarco en la capital francesa en 1912 le permitió conocer a alguno de los artistas más importantes del pasado siglo, una relación que va desde Picasso a Modigliani, pasando por Gargallo, Julio González, Juan Gris o Raoul Dufy, Manet y Gauguin.


En torno a 1918 el trabajo de Benito encuentra eco con regularidad en espacios parisinos como el Salon d'Automne o la Societé Nationale des Beaux Arts, y 'a comienzos de los años 20 ya cuenta con una fama de extraordinario dibujante, que hace que reclamen sus servicios publicaciones de prestigio' como las parisinas Femina y La Gazette du Bon Ton y las neoyorquinas Vogue y Vanity Fair. Vive a caballo entre París y Nueva York y realiza retratos como el de la famosa actriz Gloria Swanson. En 1962 le eligen miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la ciudad, el 8 de febrero de 1974 el Congreso de Estados Unidos vota una moción para felicitarle por su contribución al desarrollo cultural del país norteamericano. Murió el 1 de diciembre de 1981 en Valladolid.


GARCÍA BENITO Y SU PROPUESTA DE MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE VALLADOLID DE 1955


La exposición se presenta en la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión. Este espacio fue el propuesto por García Benito para Museo de Arte Contemporáneo de Valladolid. Según puede leerse en el libro LA CIUDAD DE VALLADOLID Y SU AYUNTAMIENTO: 100 AÑOS DE HISTORIA COMÚN EDITADO POR EL AYUNTAMIENTO DE Valladolid el pasado año, y en concreto en el apartado EL AYUNTAMIENTO DE VALLADOLID Y LA CULTURA, firmado por Juan González-Posada Martínez, 'en unas declaraciones aparecidas en El Norte de Castilla, del 19 de octubre de 1955, el pintor Eduardo García Benito comentaba que hacía falta en Valladolid un Museo de Arte Contemporáneo, siendo su aportación la cesión de su obra. Unos días más tarde, Pablo Cilleruelo, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, solicita también en El Norte la instalación el Museo, en un local de la Calle Colón, propiedad del Ayuntamiento. En noviembre, el Rector de la Universidad, aplaude también la propuesta, proponiendo como lugar idóneo los terrenos próximos al Palacio de Fabio Nelli. El pintor Anselmo Miguel Nieto se une a la propuesta, aunque teme que no se llegara a construir ya que 'No existe hoy un ambiente propicio para las inquietudes artísticas,... debido a la gran indiferencia'. En noviembre de 1958 García Benito escribe una carta al Alcalde, José Luis Gutiérrez Semprún, como pintor y antiguo pensionado del Ayuntamiento (1912), donando entre otras cosas más de 300 dibujos originales y 100 óleos de su obra para constituir el primer fondo de un futuro Museo Municipal de Arte Contemporáneo. Pocos días después el Alcalde dirige un escrito a la Comisión Permanente en el que estima dignas de someterse a consideración la propuesta de García Benito, proponiendo que sea el artista el organizador de dicho Museo. La Comisión aprueba la propuesta y mientras ésta se lleva a cabo, propone 'que las obras ofrecidas por el Sr. García Benito podrían ser colocadas en las diversas dependencia de la Casa Consistorial, o en otros locales que se considerasen apropiados'. La Academia de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios envían al Alcalde escritos de apoyo a la propuesta. Por su parte, García Benito escribe a Gómez Bosque una carta de agradecimiento por la rapidez de las gestiones y propone diferentes espacios de la ciudad para este Museo. En junio de 1959, el Ayuntamiento toma el acuerdo por unanimidad de construir el Museo de Arte Moderno en los abandonados terrenos de la Pasión. Cuatro meses después, en octubre de 1959, Pedro Gómez Bosque, Concejal del Ayuntamiento y primer Delegado de Cultura de la historia del Consistorio, en una entrevista aparecida en El Norte de Castilla, declara que el proyecto de Museo será llevado a un próximo pleno y que el presupuesto asciende a cuatro millones de pesetas. En marzo de 1961 García Benito escribe al nuevo alcalde de Valladolid, Santiago López González, pidiendo información sobre el tema ya que desde noviembre de 1958, no tiene noticias. El Alcalde le contesta que todo es debido a la penuria económica. En junio de 1965, en El Norte se preguntan la razón por la que no se construye el Museo, a lo que hoy responde Gómez Bosque que no había dinero para ello'.


A este espacio regresa la obra de García Benito,. Una obra en gran parte desconocida y que por primera vez se puede ver en conjunto, gracias al acuerdo entre el Ayuntamiento de Valladolid, y los archivos de Condé Nast de Nueva York.

 

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Breve acercamiento a la figura de Eduardo Garcia Benito

 

Por María Teresa Ortiga Coca

 

Profesora de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Eduardo García Benito (Valladolid, 1891-1981) fue el pintor vallisoletano más representativo y de mayor alcance universal del siglo XX.

 

Becado, en 1912, por el Ayuntamiento de Valladolid para ampliar estudios en París, llegó a ser el representante del Art Déco español más conocido a escala internacional en la década de los felices veinte.

 

Como en la historia del arte, los artistas han sido siempre más recordados por su firma en las obras que por su nombre completo de registro civil; Eduardo García Benito, sobre todo internacionalmente, fue también conocido más que por el registro, por la manera de firmar sus obras, que desde 1912 hasta 1958 consistió en hacer uso, casi única y exclusivamente, de su segundo apellido: BENITO.

 

Grafológicamente en el cambio de firma siempre hay una motivación, cuando no un misterio. En el caso de Benito fue en su regreso definitivo a España cuando el artista cambió su firma, recuperó su primer apellido ?García? y, además, en un artículo de prensa, en El Norte de Castilla, razonó el porqué del cambio.

 

Conviene recordar que el pintor vallisoletano Eduardo G. Benito triunfó artísticamente fuera de España, en la vecina Francia, en uno de los momentos más difíciles para lograrlo, en torno y después de la Primera Guerra Mundial, en la época del gran apogeo del arte del siglo XX. Pero a pesar de esto no fue en Francia, ni tampoco en España, donde tuvo lugar el gran reconocimiento del pintor vallisoletano, sino que el redescubrimiento del interesante artista tuvo lugar en América: el 8 de febrero de 1974, el Congreso de Estados Unidos votaba una moción felicitando al artista español Eduardo García Benito, por la repercusión cultural de su obra en aquel país.

 

En la trayectoria de Benito podemos diferenciar varias tendencias: cubismo, fauvismo, expresionismo y art déco. De todas ellas, la más sobresaliente y que mejor le define fue la última: el Art Déco, un arte de entreguerras. El que, a mi manera de ver, podríamos definir como un cubismo expresivo, o como un expresionismo cubistizado y que fue un verdadero estilo, característico y testimonial de los años veinte.

 

Cuando Eduardo G. Benito llegó a Francia, se iniciaba un momento trascendental para el arte contemporáneo. Puede decirse que del 1912 al 1925 tuvieron lugar todos los ismos más importantes del siglo XX y naturalmente su obra se relacionó con estas tendencias. Algunas de ellas van a ser constantes repetidas a lo largo de su hacer. Así, lo vemos con respecto al expresionismo. Y es que la guerra europea, vivida por Benito en Francia, va a influir en el artista, que entonces realizó una serie de dibujos, varios de ellos donados por el artista a la Diputación de Valladolid, en los que se muestra angustiado por las calamidades de la guerra y sus naturales consecuencias: la violencia, la enfermedad, la pobreza y la muerte. Éstas eran las motivaciones comunes que proporcionaban tema a los expresionistas del primer tercio del siglo XX.

 

El fauvismo fue otro de los ismos en el que el pintor vallisoletano participó activamente. Es más, habría que decir que Benito continuó haciendo pintura fauvista a lo largo de toda su vida.

 

Pero sobre todo, como característico representante del Art Déco, fue un artista plenamente sintético más que ecléctico y reunió y relacionó estilos y formas de hacer. Lo suyo fue una síntesis, un cubo-futurismo-expresionista. Lo de cubo, por la geometría característica en las obras de esa tendencia que, en el caso de Benito, tenía más de decoración que de filosofía. Lo de futurismo, porque es un cubismo, el del vallisoletano, que además indica movimiento, como que las cosas se desplazan, y lo de expresionista, porque Benito (con frecuencia exagerando el color como hacían los fauvistas) expresó en sus cuadros la realidad, desde dentro, subjetivamente, implicándose en ella.

 

Para Benito, como para los artistas del Art Déco, el arte tenía principalmente un sentido funcional, una aplicación para dar confort y belleza decorativa a la vida. Nacía, como en la antigüedad, para dar cumplimiento a un encargo e integrado con todo un contexto vital. El Art Déco servía para cumplir una misión, tanto daba que fuera al servicio de la moda, de la ilustración, del diseño en orfebrería, de la publicidad del automóvil, del grafismo, del cartel anunciante o del vestuario y la escenografía de los ballets rusos. Y para ello, el Arte, con mayúscula, no estaba separado del resto de las artes decorativas, y por esta razón, por estas características, paradójicamente, el Art Déco de Benito era muy moderno, pero se oponía a la vanguardia.

 

La reputación artística de Benito ascendió de la noche a la mañana, y numerosos editores le hicieron proposiciones ventajosas, y así fue cómo inició su colaboración en las grandes revistas internacionales, como: Femina, La vie parisienne y La Gazette du Bon Ton. Años después, el vallisoletano Benito, por intermedio del gran modisto Paul Poiret ?célebre empresario que convirtió la moda francesa en un interesante negocio internacional?, conoció al importante hombre de negocios y editor americano Conde Nast con el que trabajó durante casi treinta años, hasta 1950, realizando dibujos y pinturas para su cadena editorial centrada en Nueva York, principalmente para las revistas internacionales Vogue y Vanity Fair.

 

La moda en los felices veinte y su repercusión histórica Durante una larga década, los diseñadores de modas, a diferencia de otras épocas, fueron artistas de gran prestigio. No solamente Benito, Dufy, Van Dongen, León Bakst y otros artistas cumplieron este cometido, sino que Picasso y Leger, en aquel tiempo, también realizaron diseños de vestuarios para teatro. Las fluctuaciones de la moda se realizaban al compás de los movimientos artísticos.

 

Sucedió que lo que antes era cúmulo de adornos pasa a ser, en los dibujos Art Déco de E. G. Benito, perfección de la línea, triunfo de la recta, equilibrio de proporciones, armonía del conjunto. Se buscaba la libertad, la simplicidad, la comodidad e incluso la higiene. Y es que tanto la arquitectura, como la moda en la primera postguerra mundial coinciden en problemas sociales y materiales similares que llevan hacia una función: un nuevo urbanismo en arquitectura, un diseño diferente en modas. Al fin y al cabo, se intentaba conseguir más lo práctico, lo cómodo y lo confortable que lo suntuoso. Tanto en la casa como en la vestimenta se tendía hacia la habitabilidad interna, por lo que la unidad de criterios produciría grafismos similares de fondo y forma. Hay en esta época de entreguerras un viento que todo lo unifica. Así podemos ver cómo en E. G. Benito aparece una secreta correspondencia entre algún peinado de mujer en un diseño y una escultura de Brancusi, o entre la pulsera de uno de sus modelos y un trazado constructivista, o entre un ritmo decorativo cualquiera y un paso ruso de ballet. En otro orden de cosas, las semejanzas pueden también ir de una partitura de música a un hallazgo científico, o del descubrimiento de los rayos X a la pérdida de la impenetrabilidad en los cuadros cubo-futuristas del pintor castellano E. G. Benito.

 

La supresión de incomodidades y accesorios engorrosos y torturantes, que poseía el vestuario femenino antes de 1914, se atribuye al equipo del gran modisto Paul Poiret. Y en dicho equipo, la intervención del vallisoletano Eduardo G. Benito fue decisiva en los cambios que hicieron entonces variar las costumbres femeninas, adaptándose a los tiempos modernos.

 

Las obras de Benito en el Art Déco reflejaban la revolución social de la mujer, que en las nuevas costumbres modernas empieza a fumar en público, o charla en un bar a la espera de un cocktail,con su pelo a lo garçon, mostrando la nuca, moda que fue objeto de escándalo para los moralistas de la época, que tildaron dicho corte con el vocablo descocado.

 

A mi modo de ver, en el Art Déco, interpretado por gran parte de la obra de E. G. Benito, se intentaba realizar un equilibrio de contrarios, una difícil entente. Con lo que el refinamiento y la estilización idealizada entraban en contradicción con la tendencia opuesta, hacia la búsqueda de lo original primario, lo rudo, lo tosco, lo que se dio en llamar la barbarie moderna, el gusto por el jazz, la música negra, y el triunfo del arte dislocado de las tribus primitivas. Los bailes de Josefina Baker no sólo influirían en los posterspara la Revue Négresino que también van a repercutir en los cuadros cubistas de E. G. Benito, así como en algunas de las portadas que el pintor castellano realizó durante los felices veintepara la revista Vogue. El viento de semejanzas unificaba en aquellos años arquitectura, orfebrería, literatura, música y moda. Naturalmente que en todos estos reflejos y resonancias, los artistas del Art Déco, por ejemplo Benito, van a realizar una interpretación sui géneris de numerosos movimientos vanguardistas y esto lo hacían conectar con las corrientes tradicionales propias de su cultura o de culturas exóticas, por ejemplo, con las orientales. Visto así, se podría decir que en la pintura de Benito y en el Art Déco en general surgió un verdadero estilo, un arte verdaderamente propio y representativo de los felices veinte.

 

La fecha del auge del Art Déco, 1925, su momento más equilibrado y feliz, coincide con el año en que se firman en Europa los acuerdos políticos que, después de la primera gran guerra, de 1914, pretendían encontrar por fin una paz definitiva y un optimismo de libertad para las nacientes democracias de aquella postguerra. A mi manera de ver, paralelamente a la situación sincrónica de acuerdos sociopolíticos, el Art Déco, en su momento de apogeo, consistía en una síntesis de diferentes corrientes o movimientos artísticos, incluso contradictorios.

 

Eligiendo un símil político, el Art Déco sería un arte democrático que pudiera abogar por la coexistencia de diferentes inclinaciones y tendencias a veces incluso opuestas. Ahora bien, en los momentos finales de la evolución del Art Déco se observa una derivación hacia formas congeladas, adustas y férreamente organizadas, que pueden corresponderse, cronológicamente, con el proceso de desorganización económica mundial de aquellos años y la instauración de regímenes autocráticos que pusieron punto final a la libertad y la vivencia de una década, la de los veinte, que se había considerado feliz.

 

 
Imágenes de la Exposición
Eduardo García Benito, Vogue

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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