Exposición en Madrid, España

Terapia de Grupo. Arte cubano actual

Dónde:
Fernando Pradilla / Claudio Coello, 20 / Madrid, España
Cuándo:
07 feb de 2008 - 19 mar de 2008
Organizada por:
Descripción de la Exposición
Colectiva de 24 artistas cubanos que mostrarán, algunos por primera vez fuera de su país, pintura, fotografía, video e instalaciones. Artistas: Juan Carlos Alom (Video), José Bedia (Dibujo/Pintura), Héctor Bermejo (Fotografía) [ARTISTA INVITADO], Lien C. Lau (Video), Sandra Ceballos (Video-performances), Raúl Cordero (Dibujos), Alexis Esquivel (Pintura/Dibujo), Carlos Estévez (Dibujo), Heidi García (Instalación), Luis Gómez (Video), Alejandro González (Fotografía), Glenda León (Fotografía y Video), Jorge Luis Marrero (Video), Armando Mariño (Dibujo), Ariel Orozco (Fotografía), María Cristina Padura (Fotografía), René Peña (Fotografía), Marta María Pérez Bravo (Fotografía), Rodolfo Peraza (Videoanimación e Instalación), Lindomar Plasencia (Dibujo), Michel Pou (Fotografía y Video), JM Pozo (Pintura/Dibujo), Ángel Ricardo Ríos (Pintura), Elio Rodríguez (EL MACHO) (Instalación), Gladys Triana (Fotografía), José Ángel Vincench (Instalación y Video).

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I.- Hace ya casi quince años, en el premonitorio año 1993 (a cuatro años de iniciarse el desastroso “Período Especial”, provocado por la caída del Bloque Socialista, ... y un año antes de “despenalizarse en el territorio nacional la tenencia de divisas” -léase dólares-, y de ocurrir la V Bienal de La Habana y la estampida por Mar del llamado: “Verano Caliente”), el maestro Gerardo Mosquera sentenció: “La plástica cubana actual es como una máquina que sigue funcionando después que se paró el motor.” Si por aquel entonces Mosquera, cuya voz era -y sigue siendo- indiscutiblemente una de las voces más oídas, entre otros detalles, por su permanente protagonismo, dada su dedicación, rigor y validez, dentro y fuera de la Isla en materia de Arte Cubano, se atrevía a diagnosticar tan solemne dictamen, hoy día, pasados el primer lustro y tres años del nuevo milenio; nos atreveríamos a decir, una vez más, que el Arte Cubano no existe. A pesar de que tal vez, romántica o estratégicamente aún existan “artistas cubanos”, nacidos, criados y educados en la Isla, nacidos dentro, criados y educados fuera de la Isla, e incluso artistas hijos de Isleños Cubanos, que “cubanos se sienten”; pero a estas alturas del gobernante Nuevo Orden Mundial donde las nacionalidades y los localismos se desintegran por el imperio de las redes globales de comunicación a escala internacional, la diáspora y el exilio; -a decir verdad- escasean signos que autentifiquen que “lo cubano” sea un sello de identidad. Y mucho menos, un sello grupal o generacional. Rectifiquemos: esta afirmación no significa irrefutablemente que el “Arte Cubano no exista”, sino simplemente lo que significa es que “no existe como lo que antes era”. Si bien hace cerca de veinticinco o quince años, los rasgos identitarios que definían el denominado Nuevo Arte Cubano eran hasta bastante evidentes, los cuales podrían reducirse a tres o cuatro diatribas direccionales fundacionales y/o fundamentales, esos rasgos o características actualmente están disipadas, dispersas, y desperdigadas; así como están disipados, dispersos y desperdigados por el mundo quienes -en su momento- se convirtieron en los protagonistas de uno de los fenómenos culturales más llamativos y emblemáticos (quizás por su alta dosis de utopía y euforia) del hemisferio occidental. Por otro lado, y para rematar el cambiazo, a día de hoy y gracias a Dios (para bien o para mal), el Arte Cubano, o al menos, eso que antes era considerado como “el Arte Cubano”, ya no está de moda dentro de los circuitos legitimantes del Arte Contemporáneo, o sea: dentro de los sistemas de poder del occidental mundo del Arte. Y como siempre sucede cada vez que una moda pasa, la historia -la implacable historia- hace criba, limpieza; es decir: realiza una operación depuradora. Y se recicla.

II.- Llegados a este punto, observemos cómo se nos manifiesta ahora mismo el panorama movedizo de “lo cubano”. Primero que todo, como ya dijimos gran parte de sus protagonistas, ya no residen en la Isla. Segundo, para más INRI, gran parte de los nuevos artistas que han relevado el rol de protagonistas de los primeros actuantes, han aprendido la lección, y en esta nueva coyuntura geo-política donde “los mapas están cambiando de color”, y donde pueden “entrar y salir” -con patente de corzo gubernamental- sin perder sus bienes, legitimidad, ni residencia nacional, viajan representando a Cuba en las bienales internacionales o en cualquiera de los eventos más rabiosamente actuales del Arte de nuestros días; pero producen más del 50% de su obra, en y para el exterior; obras las cuales en su totalidad apenas puede apreciarse dentro de la Isla, a no ser por parciales reproducciones editoriales, y alguna que otra caritativa o cortés -como migajas de pan- presentación ocasional. Y tercero, para concluir, ya no se han “desplazado” sólo los artistas; sino a su vez, y cada día más, los críticos, curadores, gestores, editores, profesores, pensadores y escritores relacionados con el universo visual. Situación que ha provocado -desde nuestro punto de vista- no sólo un gran vacío creativo y sino de igual magnitud un vació de reflexión, porque esto repercute en que ya no sólo escasea el posible “buen arte”, sino igual la reflexión aguda o el bocón e inquietante proyecto curatorial; paralelo al vacío promocional acarreado por el fracaso abismal de las dos últimas Bienales de La Habana, a lo que se le suma -para colmo de males-, la pérdida del siempre bien recompensado Mercado Estadounidense, tras las prohibitivas leyes del gobierno de Bush de establecer cualquier nexo cultural y/o comercial con Cuba.

En otras palabras, desasosiego, desesperanza, y aburrimiento. Ante lo que la Isla, ha trazado como siempre una estrategia de supervivencia, se giró la cultura hacia el turismo. Síndrome que ya se podía percibir de forma soterrada -como un traicionero virus o un tumor cancerígeno que poco a poco iba haciendo metástasis- desde la primera mitad de la década de los 90?s, pero una década después ha tomado fuerza, cuerpo y firmas que militan en sus filas.

III.- En este escabroso contexto, argumentar un proyecto expositivo de Arte Cubano Actual sólo vimos que podía ser posible desde una perspectiva dialógica, en el cual se articularan tres visagras o ángulos dialogantes. La primera: la de la representatividad generacional de los últimos treinta años de un Arte que todavía sigue dando quehacer a la palestra pública nacional e internacional, entre los que co-existen casi cuatro generaciones de artistas (aunque para ello hemos tenido que “hilar muy fino” en nuestra selección, evitando también ser obvios o repetitivos); la segunda: la de la representatividad “desterritorializada de lo cubano”, más allá del marco cerrado, endogámico y tiránico de las geopolíticas de la Isla y las del exilio miamense o estadounidense (he aquí así, artistas -de origen cubano- residentes en México DF, Miami, Berlín, La Habana, Málaga o Madrid); y la tercera: la de la argumentación curatorial.

Pues siendo de este modo, tras más de quince años observando el Arte producido dentro y fuera de la Isla, e inclusive, tras diez de esos años hacerlo residiendo en España, desde donde igualmente hemos observado las maniobras de distribución, promoción e interpretación del “Arte Cubano” desde este lado del Atlántico; puede que solamente estime conveniente identificar un único signo que marca el Arte producido dentro y fuera de la Isla, como algo nuestro. Y este signo, es su “sentido terapéutico”.

IV.- Ya sé que a estas alturas de nuestra visión y nuestra disertación sobre “lo cubano”, y en medio de los huracanes, las despedidas, los cortes de luz, los cierres de proyectos, las estratégicas negociaciones; hallar una “distinción” o “punto de inflexión” que lo cohesiona puede resultar forzado. Sobretodo, después de haber argumentado que “el Arte Cubano ya no es lo que era”, nostalgias aparte. Sin embargo, lanzo esta intencionada afirmación como uno de los endémicos rasgos de nuestro Arte que ha sobrevivido al marasmo, la desidia y la diáspora; porque el “sentido terapéutico” del Arte Cubano es algo que lo sobrepasa, es algo que lo signa genéticamente, como arquetípica actitud subconsciente, ya que la misma posee dotes sanadoras en tanto es confesacional, y sabedora de un hallazgo, el hallazgo del Arte como sistema de conocimiento. Y cuando digo: “sentido terapéutico”, hablo de la confianza subsanadora del hacedor de Arte, de que su quehacer lo cura, lo sanea, lo limpia, así como limpia un sarayeye, un ebbó, una exclusiva dieta de té y vegetales, un ligero período de recogimiento y meditación, o vociferar a todo pulmón frente al Mar. Sin olvidar así mismo -como ideal metáfora de nuestras observaciones- que a finales de los 80?s e inicios de los 90?s -justo el punto álgido, cúspide y principio de la debacle de lo que significó el Nuevo Arte Cubano-, entre los psicólogos conductistas cubanos, acérrimos enemigos del aburguesado psicoanálisis; se instauro en la Isla como prescripción médico-psicológica, la TERAPIA DE GRUPO; la misma que practican habitualmente los Centro de desintoxicación de Alcohólicos, Drogadictos y Adictos Varios, y que tanto vemos en los filmes hollywodenses; en este caso, para sanear colectivamente nuestras penas, depresiones y situaciones postraumáticas, o el más sencillo y elemental de nuestros males: el estreés (el cual es curioso, en el argot popular cubano llaman: “el essiete”, como si el “tres” fuese insuficiente para contabilizar el grado de tensión natural del isleño). Tendencia a la colectividad, típica de nuestras macro-soluciones homogenizadoras; que el Arte a pesar de muchos esfuerzos ha negado; porque sólo allí en el individual trabajo autoterapéutico, exorcisador, catártico, y psicoanalítico de la ontologización personalizada de sus circunstancias, es donde el artista cubano escapa de sus taras, sus lastres, sus mayores defectos, y sintoniza justamente con la mejor de sus esencias: su sinceridad, su frescura, su sentido extrovertido y parlanchín del existir. Versátil: denso pero jocoso, irónico burlón más que melodramático; más ideólogo (de hacedor de ideas) que político, más verborreico que conceptual. Sólo instaurando una Memoria, una arqueología de lo que fue (o lo que es), para que quede como huella, sin pretensiones trascendentales en ese gesto. Pero sin poder evitar esgrimirlo, porque en ello le va la vida. Y en esa necesidad vital, es donde quizás todavía quede algún sesgo de genuina utopía.

De esta forma, esta es -entonces- una colectividad de artistas que “terapéuticamente se sincera ante nosotros”; con una sinceridad que -abiertamente- quizás sea cierto se haya visto tamizada por la mirada censuradora de los poderes políticos o por la picaresca engañabobos del cubano de a pie; pero que sigue ahí, oculta entre los pliegues de nuestra ciudadanía, aún… cuando nuestros hábitos culturales estén siendo reciclados hacia nuevos niveles de síntesis en nuevos contextos y mapas. Mapas que, igualmente, tampoco dejan de deshacerse.

 

 
Imágenes de la Exposición
René Peña

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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