Se trata de una colección de grabados en los que el Guinovart grabador ofrece su particular visión de elementos como la naturaleza, el campo y la tierra. Elementos que constituyen una plataforma trascendente en su entorno vital y que influyen en su expresión plástica, generando un vivo diálogo que queda de manifiesto en muchas de sus obras.

“Joc a terra”, “L’amor i l’espina”, “Figueres”, “Blaus finestres” o “Cal i blau”, son los títulos de algunos de los 42 grabados pertenecientes a distintos periodos de la obra del artista. Guinovart los definía así: “Intento vivir el grabado desde dentro, desde el material, con un diálogo coherente a su lenguaje. Grabar es arañar, expresión, deseo, sorpresa, siempre a la espera de la última palabra que nos la dará el tórculo”. Y añadía que, “es como la cerámica, que no sabemos nada hasta ... que el fuego sentencia”.

Guinovart comenzó los grabados en el año 1951 con una carpeta de diez aguafuertes sobre García Lorca. Y lo hizo de manera poco ortodoxa, en el baño y utilizando en lugar de ácido nítrico, salfumán. El resultado fue tan fantástico, que desde entonces, los grabados de Guinovart han destacado por la utilización de materiales novedosos en esta técnica y por la mezcla de los mismos.

Aguafuerte, barniz blando, zinc, punta seca, carborundum, litografía, serigrafía, cobre, hierro, hojalata, madera, se encuentran entre los materiales empleados por el artista. Pero los grabados de Guinovart no sólo destacan por sus materiales, sino por la explosión de color, atípica en esta técnica, pero típica en este maestro de la pintura que podrán disfrutar los torrentinos esta primavera.