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Naturaleza y Razón, conceptos que caracterizan cada una de las dos partes en que se divide esta otra aproximación a la obra de Gustavo Torner. Naturaleza contenida en las fotografías realizadas por el artista a mediados de los años cincuenta y que recuperamos y ponemos ahora al día. Razón, logos, pensamiento, detrás de la consecución de las pinturas Ni orden ni caos y de las esculturas Complementario torcido, ambas series realizadas mediante procedimientos matemáticos y estudios de geometría en 2005, específicamente para la exposición en la Abadía del Monasterio de Silos auspiciada por el MNCARS en diciembre de 2007 y que vuelven a las salas de ... exposición aquí.

Tensamos, por tanto, un arco que recorre medio siglo de pensamiento y creación plástica, cincuenta años de variada e intensa actividad creativa que Torner ha aplicado tanto a la pintura, la escultura y la obra sobre papel como al diseño de sus contenedores: museos, viviendas y galerías. Dejamos en medio un gran hueco, el que se abre desde 1955, fecha de realización de las fotografías, hasta 2005 año en que Torner comienza su proyecto para Silos materializado en las series mencionadas.

En la serie Ni orden ni caos, compuesta por dieciocho gouaches más un óleo sobre papel, Torner procede por variación tanto de las combinaciones generativas de un triangulo, como del color con que éste se manifiesta. También por variación de los fragmentos y sus reflejos, surgen las aristas de la serie de esculturas Complementario torcido, última reconsideración de sus ya clásicas esculturas con título genérico La rectitud de la cosas. En ambas series, en una por variación de la paleta cromática, en la otra por el juego de la luz en sus reflejos, un sin fin de gamas y matices componen el plano y el espacio, en una suerte de muestreo por disonancias cromáticas que no deja hueco sin investigar ni espacio sin ocupar.

Veamos estas series de fotografías tomadas en negativos de blanco y negro de seis por seis en 1955. Gracias al celo conservador del artista, al orden y la pulcritud que reinan en su estudio en Cuenca y a la precisión de su catalogador, Arturo Sagastibelza, dichos negativos se conservan en excelente estado ya que casi no han visto la luz en estos cincuenta años. De las treinta fotografías que presenta esta edición, catorce se han expuesto en dos ocasiones, la primera a los pocos años de realizarse, en 1960 en la galería Machetti de Cuenca, y mucho más tarde en la retrospectiva que el Reina Sofía le dedicó a Torner en 1991.

Podríamos agrupar la selección realizada en tres grupos, que no series, puesto que no se realizaron para desarrollar un tema concreto. La primera la constituyen las catorce piezas ya publicadas más otras tres inéditas pero que por tema pertenecen al mismo mundo, el de las rocas solas y las cortezas de árbol, del grumo del muro encalado, del liquen en la piedra y los matojos secos, las grietas de las heladas y de un tocón abandonado al polvo. Un mundo seco, ascesis de la “materia generalizada” y de una “poética del suelo” que diría Cirlot al cabo de Torner.

Un segundo grupo de obras, totalmente inéditas, también fechadas todas ellas en 1955, lo constituye una selección de ocho piezas, en donde las rejas, muros, puertas o graffitis y restos de paisajes nos van a adelantar, en algunos casos en más de una década, lo que será la obra de Gustavo Torner en los sesenta con las pinturas divididas en dos zonas, de chatarras y aluminios, y más tarde los assamblages de objetos y otros encuentros.

El tercer conjunto lo forman cinco piezas, realizadas como fragmentos de sus propias pinturas entre 1957 y 1962. Firmamento-tierra, Erupción-caída, y Oro-tierra I, II y III, suponen un ejercicio extremo de disección quirúrgica de su ya enfriado sistema de representación de la materia, llevando un paso más allá su ya declarada voluntad de distanciamiento y objetividad.

Bajo la mirada del espectador puesto al día en arte contemporáneo, esta nueva edición de las fotografías de los años cincuenta de Gustavo Torner cumple un doble objetivo. Por un lado terminar una obra inacabada por lo prematuro de su realización y ausencia de las condiciones socioculturales propicias en el contexto de su producción. Por otro lado y gracias a lo anterior, estas fotografías nos confirman la inquebrantable actitud de un artista que desde hace más de cincuenta años nos muestra su natural e inevitable, audaz, premonitoria e inteligente modernidad”.