Hace ya unos años que el artista que hoy nos visita realiza formas escultóricas en madera de olivo. En alguna ocasión escuchamos palabras sobre sus obras, palabras en las que se utilizaban adjetivos poco halagadores. Nos llena de satisfacción comunicarles el error de dichas valoraciones sin fundamento. Una visita a su casa-taller nos sorprendió y aclaró la sombra proyectada sobre su quehacer y su imagen. Siempre que aparece algo distinto en el panorama artístico, surgen los juicios y prejuicios; algunas veces lo diferente hace luz sobre lo global y establecido e ilumina el escenario con otra presencia. En este caso la propuesta va más allá de lo realizado y aporta nuevas ideas que lo identifican.

Sus piezas son propias, con una idiosincrasia nueva y plural. Sus esculturas hablan de otras posibilidades, de otros planos expresivos, donde la economía de recursos ... dice muchas cosas formales e inicia un lenguaje personal y fluido. No somos críticos de arte, pero nos alegra presentarles a Pedro Gilabert Bonillo, un escultor que trabaja con el mismo material, las mismas herramientas heredadas, pero con trabajos diferentes a los de su querido padre. Algunas de sus esculturas recuerdan a su progenitor, algo que le honra, pero trata sus creaciones de otra manera, trabaja con partes de la cepa del olivo aportando juegos de tonos de color y volumen que van más allá de cualquier imitación. Resuelve los acabados con pasión, esmero, y aporta otros matices ocultos en la madera Sus temas son principalmente animalísticos aunque también etnográficos y humanos, respeta con entrega los trozos de olivo sobre los que actúa, otorgándoles una línea figurativa exenta de recargamientos barrocos. Sin duda una obra a tener en cuenta, que por un lado continúa con la labor aprendida de su padre, pero amplía y aporta una originalidad característica.