Toporgrafías es una exposición que muestra parte del inabarcable universo del genial artista francés Roland Topor (París 1938-1997). Quizá calificarlo como artista a secas sea en este caso un tanto reduccionista, puesto que Topor era ilustrador, dibujante, diseñador de carteles, novelista, grabador, humorista gráfico, compositor de canciones, dramaturgo, actor ocasional, realizador de dibujos animados, caricaturista, escenógrafo y diseñador de vestuario, entre otras muchas actividades desarrolladas a lo largo de su existencia. La muestra cuenta con el patrocinio de la Obra Social de Caja España y la Obra Social de Caja Duero, y es la primera exposición que se dedica a Roland Topor en nuestro país en décadas.

La increíble multiplicidad de Roland Topor como creador se ve representada en Toporgrafías, comisariada por Asier Mensuro, gracias a un conjunto de piezas que recorren parte de su obra gráfica a través de una selección grabados, ... carteles, libros y revistas, figurines y piezas audiovisuales que ofrecen una visión coherente de un autor que siempre ha suscitado la admiración tanto del público en general como de los más grandes artistas de su época. No en vano, Federico Fellini, para quien realizó una serie de dibujos para la linterna mágica de su película Casanova, creía que Topor era '(...) el último representante de aquellos grandes ilustradores como Blake y Daumier, Doré y Carlo Chiostri, capaces de crear un universo completo descrito hasta el más mínimo detalle'.

En sus inicios, Roland Topor destacaría como dibujante de prensa gracias a la publicación por parte de JeanJacques Pauvert de uno de sus dibujos en el número 9 de la revista literaria Bizarre, en julio de 1958. Sus primeros éxitos, sin embargo, vendrían de mano de la revista humorística HaraKiri en 1961, y a partir de este momento comenzaría una especie de idilio entre Topor y diferentes revistas francesas y extranjeras que se extendería a lo largo del tiempo: publicará en Le Canard Enchainé, Charlie Hebdo, Le Monde, Elle, L'Express, Libération, New Yorker, Esquire, el Corriere della Sera o Punch, por citar algunas de las más conocidas. Gracias a su trabajo como dibujante de prensa se establecería asimismo una relación entre estas publicaciones y las recopilaciones de sus primeros trabajos: de hecho, una parte de los dibujos publicados en Bizarre aparecerán en el libro Les Masochistes, publicado por Éditions du Terrain en 1960 y en 1965 Dessins panique recopilaría los dibujos para la revista HaraKiri.

La relación entre Roland Topor y la literatura es una parte esencial de su trabajo, puesto que Topor era un ferviente admirador de un ingente y variopinto conjunto de autores, desde Robert Louis Stevenson a Jorge Luis Borges, lo que le permitiría disfrutar de la lectura de forma totalmente libre y a considerar la ilustración de libros como una de las partes más interesantes de su trabajo. La lista de autores ilustrados por Topor es inmensa: como muestra, citaremos a Carlo Collodi, Lawrence Durrell, Anatole France, Gogol, Patricia Highsmith, George Sand, Boris Vian... es interesante destacar que en 1977 realizaría para la editorial Flammarion una de sus obras más importantes: 120 ilustraciones en color para los seis volúmenes de las Oeuvres romanesques de Marcel Aymé.

Llegaría también a ilustrar los Cuentos Panicos de Alejandro Jodorowsky, a quien le unía, junto a Fernando Arrabal, la pertenencia al Movimiento Panico (cuyo nombre se escogió en homenaje al dios Pan), grupo de inspiración surrealista y dadá creado por los tres autores en 1962, y que supondría un auténtico revulsivo cultural en Francia.

Paralelamente a la relación de Topor con la literatura se desarrollan sus colaboraciones con el mundo del cine, bien como dibujante para películas de animación, como en el caso del largometraje La Planète Sauvage, cuyo cartel figura en esta muestra, o a través de las adaptaciones de algunas de sus obras a la gran pantalla, como la célebre El Quimérico Inquilino (Roman Polanski, 1976), basada en su libro Le Locataire Chimérique. La Planète Sauvage, película de ciencia ficción considerada como uno de las tres mejores películas de animación francesas del siglo XX, dirigida por el cineasta René Laloux, fue también el primer largometraje de animación que representó a Francia en el Festival de Cannes, y obtendría el Premio Especial del Jurado en 1973.

También incluido en la exposición y formando parte del trinomio literaturadibujocine encontramos el diseño que Topor realizó en 1979 para la adaptación cinematográfica de El Tambor de Hojalata de Günter Grass, dirigida por Volker Schlöndorff. El cartel obtuvo tanto éxito que se utilizaría posteriormente como portada del libro de la edición francesa publicada por Seuil. Otro de los carteles presentes en la muestra es el realizado en 1978 para la película El Imperio de la Pasión de Nagisa Oshima, donde un sexo femenino, destacado en rojo fuerte, se une a la cumbre del Monte Fuji, convirtiéndose de este modo en jeroglífico o adivinanza referente a los acontecimientos descritos en el film, y remitiendo de nuevo a esa mezcla de extrañeza, onirismo, erotismo sutil y crueldad que habita en la obra de Roland Topor.

La relación entre Roland Topor y el mundo del arte merece un análisis más preciso. En primer lugar, porque su obra fue inicialmente ignorada por los canales artísticos convencionales, en parte porque su trabajo no encajaba exactamente en la ortodoxia de ninguno de los movimientos artísticos que poblaban los museos entre los años sesenta y setenta: nouveau réalisme, minimalismo, pop art, etc. Esta inicial indiferencia de las instituciones artísticas (y no de los artistas a título individual, muchos de los cuales se encontraban, junto a un nutrido grupo de cineastas, entre sus más estrechas amistades) se desvanecería definitivamente con la gran retrospectiva de la que es objeto su obra en el Stedelijk Museum de Amsterdam en 1975, a la que seguiría en 1976 otra gran monográfica en el Musée d'Art Moderne de Paris y que desembocarían en una serie de importantes exposiciones en grandes centros de arte, para disfrute de un público que lo había venerado mucho antes que los museos gracias a la difusión de sus dibujos en revistas populares.

Lo cierto es que a Topor no le entusiasmaba el arte contemporáneo en especial ni el entorno museístico en particular, en parte porque desconfiaba de un mundo que él juzgaba demasiado intelectualizado y endogámico y que se tomaba demasiado en serio a sí mismo, y en parte por su propia resistencia a ser definido de forma convencional, a 'institucionalizarse'. Durante una entrevista en la televisión francesa, una parte del público le preguntó si se definiría a sí mismo como artista, a lo que responde con humor que solamente en determinadas situaciones: por ejemplo, para rellenar una ficha de hotel o cuando nos piden nuestros papeles, y termina diciendo que, simplemente, 'ça ne me deplaît pas, artiste' (no me disgusta, [definirme como] artista), pero haciendo hincapié en que son los demás los que necesitan obtener una definición precisa de qué es lo que él hace y dando a entender que, en todo caso, no es algo que le preocupe demasiado. Este tipo de actitudes es lo que hace que muchos de sus amigos, colaboradores o simplemente gente que llegó a conocerlo recuerden la humildad y el sentido del humor con los que se juzgaba a sí mismo y a su trabajo. Ad Petersen, director del Stedelijk Museum en la época en que se realizó la retrospectiva de su obra en este museo recordaba que ni siquiera trabajaba en un atelier: cualquier mesa le servía. Apartaba las tazas y los ceniceros y, simplemente, se ponía a dibujar.

Todos estos elementos, la accesibilidad y belleza surrealista de su obra, su compromiso con la época en la que desarrolló su trabajo, una imaginación inagotable, su sentido del humor e ironía hacia los demás y hacia sí mismo, y la posibilidad de disfrutar de un artista cuya importancia y talento se consideran hoy en día indiscutibles, quedan fijados gracias a la cuidadosa selección que los comisarios de la muestra, Asier Mensuro, realizan de la obra de Roland Topor, de quien opinaba su amigo y colaborador Fernando Arrabal que 'como dibujante es el maestro de su generación: es el artista de hoy más copiado y más plagiado... como si el mundo entero le ofreciera un silencioso y sistemático homenaje'.

La exposición se acompaña de un catálogo que constituirá el primer ensayo monográfico sobre la obra de Roland Topor en España.