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Este parece el proceso que sigue Martín Mora para llevar a cabo su obra.

Desde un punto de vista muy personal toma trozos de realidad y aquello que a simple vista es un espacio cotidiano y anodino lo transforma en algo ligeramente inquietante. Su intención no parece la de intimidar, más bien se trata de dar que pensar, sugerir...

Bien estructuradas las composiciones, con la inestimable ayuda de la geometría, pueden traer a la memoria la extraordinaria desazón que provoca Hopper con sus personajes solitarios, pero el artista apenas incluye a personas en su obra pictórica (las reserva para otros menesteres), solo con la arquitectura y con su personal forma de enfocarla consigue crear el clima.

Las texturas constituyen una forma de expresión más y como tal las aplica en función de ... las necesidades expresivas del tema a tratar. En las obras que presenta en esta ocasión se pueden observar desde la lisura de las maderas de una barca varada en el tiempo y en la soledad, hasta unas paredes casi matéricas que aisladas del conjunto llegarían a parecer el trozo de un Tapies.

Pero si con la pintura crea tensión no es menor la que generan sus esculturas. Aquí sí hay figuras, pero son estas unas criaturas que entrañan importantes dificultades para ser clasificadas. No tienen manos, no tienen pies, no tienen cara...Lo único que distingue a unas de otras es el color de sus gabardinas, pero, ¿Qué se esconde detrás de esos colores vivos y alegres? Quizá esos tonos amables y variados de su exterior, en contraste con el lóbrego y clónico interior que sugieren, sea una de las claves para provocar cuando menos, desconcierto. Trepan hacia la nada en una especie de balancines disparatados sin posibilidad de anclaje, o por unos paramentos verticales ausentes de cualquier asidero. ¿No estará retratando algunos de los aspectos descabellados de sociedad a la que estamos llegando?