A veces la vida lleva a gente sencilla a circunstancias hostiles. Labradores y comerciantes se rompen la espalda con el peso de la política y cosas normales como llevar a los niños a la escuela o ir a comprar patatas se vuelven complicadas. La sociedad pierde sus normas y se abre la veda del salvajismo y la impunidad que unos años después las leyendas y el cine convertirán en heroicismo. Asusta preguntarse dónde se esconde la maldad en nuestro cuerpo y cuáles son los mecanismos que la activan.

¿Qué rol juega un fotógrafo en uno de estos escenarios? Documentar, informar, ser nuestros ojos sobre el terreno. Pero... ¿qué parte de todo lo que ocurre necesita cubrir un reportero? Los medios de comunicación tienen unas necesidades y para poder ser económicamente viable un reportaje ha de tener unas características determinadas. Eso ... deja fuera del radar muchos aspectos de la realidad.

Lo que nos encontramos en estas fotografías es el trabajo de un fotógrafo libre. El dinero no forma parte del acto fotográfico ni hace falta proveer de sensacionalismo o violencia a ninguna revista. Existe simplemente la necesidad de buscar, de mirar y de entender. Un fotógrafo no se siente completo si no puede ejercitar su mirada.

En un estado de guerra no es más fuerte el que más enemigos mata sino el que consigue llegar a casa de una pieza y es ganador el que consigue que la locura solo pase rozando a su familia.

¿No merece un reportaje el tendero que conserva las fuerzas para seguir abriendo por las mañanas?