Los trabajos de Susana Velasco buscan otorgar una materialidad a los vínculos entre las comunidades y el paisaje que éstas habitan, a través de proyectos como la 'Ermita-Cámara Solar de Herreruela' (2009, Cáceres) o el 'Pequeño Museo de lo Comunal' (2012) Almonaster la Real (Huelva). Estos trabajos forman parte de una investigación de largo recorrido que trata de articular para el presente una sensibilidad que recoge el testigo de los antiguos comunales, aquellos bienes o recursos que pertenecen y benefician a toda una comunidad, y que hoy están en riesgo de perderse.
Velasco investiga desde hace cinco años sobre el papel mediador de la arquitectura y su relación con las distintas escalas de los cuerpos y el entorno. La arquitectura se ve afectada, de una parte, por los cuerpos que la construyen y habitan y, de otra, por el territorio en el que se asienta. Por tanto, ocupa un lugar intersticial...que hace visible la profunda interdependencia de todo aquello que rodea y conforma a las personas.
Fruto de esta investigación es el estudio de tres proto-arquitecturas que Velasco ha llevado a cabo en distintos territorios: cabañas, cámaras y trincheras. La elección de estos casos de arquitecturas vernáculas y autoconstruidas pretende explorar cómo las formas de arquitectura ocupan una posición mediadora entre el territorio y las formas de vida.
Es así como asentada en nociones como la cabaña primitiva (desarrollada en los EscritosFundamentales de Gottfrier Semper: El fuego y su protección), o los mecanismos de la cámara oscura, rastrea el territorio para encontrar rastros que nos hablen de su transición a nuestra realidad contemporánea. Pero sin una voluntad clara de articular una explicación cerrada y acabada, sino más bien trabajando una mirada del presente continuo.
El mito de la cabaña primitiva ha reaparecido en ciertos momentos de la historia y de la arquitectura para presentar un cambio de paradigma. En el análisis que hace el teórico de arquitectura J. Rykwert en La casa de Adán en el Paraíso (1974) se concluye no es, sólo, un refugio contra la intemperie, sino un volumen que el primer morador –Adán– pudiera interpretar en términos de su propio cuerpo¨ así, Rykwert concluye que la cabaña primigenia es, sobre todo, una acción: “el recuerdo no es el de un objeto, sino el de un estado, el recuerdo de algo que fue, que se hizo: de una acción. Es un recuerdo colectivo que se mantiene vivo en el seno de las colectividades gracias a las leyendas y los ritos”.
Si volvemos a esa cuestión de la mirada, estas figuras se pueden entender como tres tipos peculiares de observatorios que no adoptan una actitud meramente contemplativa sino que operan abriendo agujeros en diferentes órdenes del entorno en que se sumergen. Agujerean así tanto lo material (en forma de orificios y cavidades) como lo inmaterial (abriendo espacios colectivos en el orden existente). Se pueden encontrar ejemplos de estos observatorios en las palombières (cabañas de caza en el suroeste de Francia), las trincheras de la frente de la Guerra Civil o la cámara oscura experimental que Velasco realizó en Herreruela de Oropesa. En todos los casos, se busca una conexión entre interior y exterior, entre cuerpos y territorios, para así llegar a configuraciones arquitectónicas que son el resultado del encuentro de formas de lo social con formas del contexto.
A partir de fragmentos de dispersos
Para su proyecto en MUSAC, la investigación de Velasco se ha ampliado a través de un estudio específico realizado en la provincia de León, un territorio extenso y diverso en el que aún pueden encontrarse señales de una vida arcaica en objetos, gestos y ritos que dan cuenta de una relación intermedia entre cuerpos y territorios.
A partir de una serie de viajes por la provincia (Alto Sil, Laciana, Babia, Omaña, La Ribera, La Cabrera, El Torío...), Velasco ha ido recogiendo elementos que articulan una forma de sensibilidad común y compartida. Los elementos recogidos y procedentes de la arquitectura, la artesanía, las formas artísticas, o los rituales y prácticas populares contienen algunas claves de la relación del ser humano con el entorno y muestran cómo las formas de la arquitectura son mediadoras entre el paisaje y el cuerpo humano, entre lo territorial y lo social, entre lo individual y lo comunitario.
La exposición se compone de tres elementos que ocuparán las vitrinas y parte del vestíbulo del museo: una arquitectura, una colección de objetos y un paisaje, remitiendo asimismo al modo de operar del bricoleur, en el sentido de que a partir de fragmentos, trozos y residuos de la actividad humana busca una nueva articulación conjunta de las cosas. De quien dice el antropólogo Levi–Strauss que ayudado por las “imagines mundi va construyendo una suerte de edificios mentales que le facilitan la inteligencia del mundo”. Y es una invitación también a completar el título, al modo de esta hermosa pregunta: “¿Cómo hacer hoy un pueblo a partir de fragmentos dispersos?”, cuestión recogida por Amador Fernández-Savater a partir de su entrevista con Jacques Rancière (Construir los lugares de lo político, 2011), en la que tratan sobre los posibles modos y lugares de encuentro de las luchas actuales para tejer vínculos en una configuración social y política que ha estallado.
La instalación arquitectónica está formada por diferentes fragmentos –referencias de trabajos anteriores de Velasco, vídeos de acciones donde se pasa de la escala del cuerpo a la escala del paisaje, ventanas-mediadoras, así como un telar antiguo que ensambla todos los componentes–. La articulación de estos componentes funciona como una trama tectónica donde las distintas partes constituyen una única unidad espacial, en la que pueden tener lugar reuniones así como otras acciones mediadas por el espacio.
Por otra parte, una de las vitrinas acoge un conjunto de objetos procedentes de distintas prácticas populares, y se ponen en relación con ciertas imágenes recogidas en los viajes realizados por la provincia. La segunda vitrina muestra una escena de paisaje que sirve de fondo a la instalación, convirtiendo el hall del museo en un pasaje interior que desde la entrada vuelve a abrirse hacia los límites orográficos del territorio en el que se asienta.
A partir de este proyecto se pretende suscitar preguntas acerca del papel de la arquitectura en nuestro tiempo, si puede dejar de ser una herramienta de sometimiento y pasar a ser una herramienta de creación de relaciones de igualdad, de vínculos de comunidad, una herramienta al servicio de una cierta emancipación. Este trabajo, por tanto, está tratando de responder cuestiones sobre el potencial de la arquitectura como medio de construcción de una sensibilidad común, o la viabilidad de la idea de ‘comunidad’ en la práctica de la arquitectura.
Para este proyecto, la autora ha colaborado con distintas instituciones y colectivos: reinscribiendo algunas piezas de la colección del Museo Etnográfico Provincial y del archivo de la Fundación Sierra Pambley; colaborando con las alumnas de la Escuela de Artes y Oficios de León (e incorporando a la instalación su telar de alto lizo); como asistente privilegiada a la recreación de un concejo abierto en Pedrún de Torío; participando en los zafarrones de las festividades de invierno en Riello; o recuperando la antigua figura de la jirafa de las mascaradas de Villalfeide; además de los muchos encuentros con vecinos y apasionados de su tierra que han hecho que este proyecto se haya ido volviendo una búsqueda compartida.
Imágenes de la Exposición
Susana Velasco, Proceso de trabajo del proyecto A partir de fragmentos dispersos, 2017. Cortesía de Susana Velasco
Entrada actualizada el el 27 dic de 2017
¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?
