Ángel Loochkartt: VALE LA CARNE
Antología de un pincel carnestoléndico.
Por: María Teresa Guerrero
Para Colombia el Carnaval de Barranquilla es una de las festividades más reconocidas y emblemáticas del país; declarada Patrimonio Cultural de la Nación en el 2001 y Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad por la UNESCO en el 2003. Reconocimientos que tienen su raigambre en el siglo XIX en una ciudad que ya era conocida en los libros coloniales como “Territorio de libres”, porque su credo es desde sus inicios hasta nuestros días: libertad.
Libertad de expresión, de creatividad y desarrollo; con una vocación marcada por lo que su himno reza “savia joven del árbol nacional”, carácter eternamente juvenil que ha encontrado dos claros focos culturales de expresión en la historia de la nación: el arte plástico y el carnaval.
Cada año, la pasión y dedicación del barranquillero se exacerban en favor de la...preparación del ritual carnestoléndico que en pléyade de colores expresa los más diversos sentimientos, exaltando su condición de patrimonio en las danzas que brillan con luz propia: Marimonda, Monocuco, Congo, Garabato y Cumbia, entre otras expresiones propias de la fiesta del Rey Momo.
Por otra parte, y con una misma singular y profunda pasión, la tierra Barranquillera ha sido terruño natal, refugio e inspiración de varios de los más importantes artistas modernos colombianos, entre los cuales nombres como: Alejandro Obregón, Norman Mejía, Figurita, Álvaro Barrios, El sindicato y por supuesto Ángel Loochkartt nos abren un singular panorama que confirma las particularidades sensibles de éste territorio, conocido en la historia reciente con apelativos como: “La arenosa” y “Puerta de oro de Colombia”.
Es así como el Carnaval ha sido motivo de investigación e inspiración a varias profesiones. Artistas como Ángel Loochkartt, antropólogos como Nina de Friedemann y Gloria Triana, documentalistas como Luis Ernesto Arocha y Tita Cepeda, han sido permeados por el espíritu de las carnestolendas y han generado testimonios, explotando los más destacados aspectos e identificando con determinación los personajes.
En los años setenta Loochkartt realiza el afiche para divulgación del Carnaval. Confirmación de una identificación del artista con ésta temática, no solo mediante la urdimbre de escenas propias de la festividad en sus pinturas, sino sobre todo adoptando su premisa básica como forma de interpretación de la realidad: desde sus autorretratos, hasta su serie de ángeles; construyendo un universo plástico donde una proposición se impone a todas las demás: Vale la carne.
Vale la carne: Un culto al cuerpo y, un tributo a lo carnal, tal cual el carnaval justo antes de la cuaresma, tal cual el desfile de los Congos en la vía cuarenta -a los mismos grados a la sombra- en la batalla feliz: la batalla de flores.
Ángeles terrenos, mujeres cuya erótica presencia abren una puerta al privado mundo de lo esencialmente corporal, al unísono con escenas que evocan las cumbiambas, un sinfín de valiosas y oníricas aproximaciones a la figura del Congo tradicional, -personaje patrimonial de la fiesta, con orígenes africanos, enriquecido con elementos vernáculos como las gafas oscuras, grandes atavíos cromáticos para su turbante patriarcal, entre otros elementos de gran riqueza visual-. Todo lo anterior en contraste con un personaje ficticio: Pepita, a quien le dedica todas las etapas de la vida, desde su adultez hasta su muerte, de niña.
Así se configura el repertorio el artista, quien va y viene con los recuerdos de los personajes fascinantes de la fiesta más grande y expandida de su ciudad: Barranquilla. Leyendo la vida misma a través de este tamiz policromo, joven y libre.
Aparecen los controvertidos travestis, - que a manojos aparecen en los diversos desfiles de la fiesta- prestando sus cuerpos en los lienzos del pintor a escenas libidinosas, en complicidad con los supuestos autores del crimen: los diablitos que incitan a la juerga sin fin.
Siempre trabaja en series, temáticas que van y vienen a su caballete en una sincronía dancística que recuerda la danza de El Garabato que habita el mundo de éste pintor barranquillero, cuya obsesa pasión por lo que la carne tiene que decir se nos entrega en ésta muestra antológica.
Ángel Loochkartt, artista, cuyo trabajo se lee dentro de la figuración expresionista, donde el cuerpo humano expresa sus deseos, la carnosidad de la concupiscencia y las más hondas pasiones, escenas que suceden; donde el ser humano se lanza al libertinaje, en busca de encontrar su mayor goce.
El color estalla, rompe en acciones y brochazos ayudando a dar movimiento a la composición. Músicos, sibilas y ángeles acompañan las escenas, creando melodías acompañantes de los placeres.
Loochkartt, hace parte del grupo de los expresionistas colombianos: Carlos Granada, Augusto Rendón, Leonel Góngora, Umberto Giangrandi, Pedro Alcántara, Armando Samudio y más recientemente Oscar Cerón, artista en cuyo taller ha ejecutado su última obra gráfica. Las formas de Loochkartt nacen de la materia con pinceladas ágiles y en ocasiones con movimientos en torbellino. De la pasta pictórica surge el color centellante y puntual creando un puntillismo casual y rápido.
El expresionista, tortura la figura, la deforma, la amalgama produciendo nuevos contrastes, nuevos seres partiendo de la realidad para convertirlos en seres extraterrestres: es otra raza; con la que crea el teatro de personajes, reiterativos e impactantes en su accionar. Así, dan aparición a las diversas series temáticas: “Pepita”, “Sibila”, “Perdida en el tiempo”, “Presunto”, ”Ángel Laruel”, “Congos”.
La composición, libre, asimétrica, con preferencia a la diagonal demuestra su insistencia marcando las variaciones y los gustos ante el compromiso con lo festivo.
Se identifica con los personajes retratados de su familia: Clarita (su esposa), de los hijos mellizos: Saskia y Angelo y los autorretratos contando el transcurrir de su edad.
Las fiestas orgiásticas, el colorido invocado por los atuendos son su mejor inspiración y a consecuencia de ellas crea los temas.: “Resaca”, “Danza Orgiástica”, Danza Erótica”, “Eros se eleva”, “Éxtasis” entre sus muy variadas escenas.
Pintor prolijo, de gusto por lo popular, adaptándolo a lo propio, siempre sumergido en los placeres y visiones de la vida, manteniendo una permanente provocación de la fuerza expresiva en el renacer de lo patético y la sexualidad que vuelve sensual.
En Loochkartt la obra es emblemática al Carnaval de Barranquilla, así como Zamora es al paisaje de la Sabana, o Alejandro Obregón al paisaje del trópico, el mar y los Andes.
Entrada actualizada el el 10 oct de 2016
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