Curro González (Sevilla, 1960) es uno de los pintores más relevantes de los años ochenta, integrante de la generación de artistas sevillanos aglutinados alrededor de la revista Figura.

Su obra, íntima y reflexiva, está nutrida de un extenso bagaje literario, en la que el sentido del humor y la ironía son elementos esenciales. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas en galerías y museos españoles e internacionales. En 1988, le fue concedida la Beca Fundación Pollock-Krasnes de Nueva York. Tiene obra, entre otras colecciones y museos, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Colección Goldman Sach Int. Ltd, Madrid, Stadtbücherei de Sttutgart, Colección del Banco de España, Fundación Coca ... Cola, Fundación 'La Caixa',...

La exposición Artland y el hombre de ningún sitio, que ahora inaugura en la sala Callejón de Núñez, se compone de 6 pinturas sobre tela de 100 x 130 cm, acuarelas serigrafías.

Los mapas de Artland surgen como ilustraciones mentales para situarnos en el mundo del arte. Constituyen un epígono lógico a otras obras en las que Curro González ha venido reflexionando sobre el modo en que, en la actualidad, se entiende al arte como fenómeno en el que lo mediático y espectacular priman sobre la comunicación real. Los Artland nos hablan un mundo en el que los valores se diluyen y trastocan para dar paso a la producción de mercadería para visitantes. Un mundo en el que el éxito en la comunicación se mide con las vueltas de los tornos de acceso, adoptando sin escrúpulos los modos de la industria del ocio, al tiempo que se abraza la idea del turismo cultural como objetivo. Territorio sembrado de lucrativos sinsentidos, feliz de ofrecernos callejones sin salida, anuncios ininteligibles y altares consagrados a la opacidad.

Artland es un parque temático ficticio que sigue el ordenamiento de Disneyland: el mundo de la Frontera, el de la Aventura, el de la Fantasía y el del Futuro. Espacios temáticos que dan sentido a la ubicación de diferentes pabellones, correspondientes a movimientos o figuras artísticas que conforman las diferentes tendencias. Estos mapas, como el mundo que describen, suponen un trabajo en progreso que, para reflejar esos cambios, se centran en dos momentos concretos: uno, en la mitad del pasado siglo y otro, en el primer decenio del presente. Un período de tiempo en el que se consolida la deriva anteriormente descrita.

A este cuadro de costumbres se contraponen las obras de la serie El hombre de ningún sitio, en las que el artista se muestra permanentemente perplejo ante la disyuntiva de la creación. Cada una de esas obras aborda un momento del proceso de construcción del discurso, intentando señalar el papel del artista ante el mismo. Todas participan de ese espíritu dialéctico que no siempre puede ser resuelto en términos positivos o negativos.