Serie Actions- Veronika Marquez

Escribió Rimbaud: 'Yo es otro... Algo me resulta evidente: estoy asistiendo al parto de mi propio pensamiento'. Ese es el peligro y el vértigo de la invasión artística en el alma de quien sucumbe definitivamente. Cualquiera que se dedique a re-crear la existencia descubre la cárcel y su condena pero también la fuga y su rastro. Apenas somos dueños de nuestro propio cuerpo, uniforme de la vida diaria por el que nos reconocen los vecinos en el portal y los compañeros, cuando fichamos para ir a trabajar. Después vestimos otras prendas que nos delimitan aún más y nos sentimos parte de un sistema que no concibe la desnudez por igualatoria sino como objeto de deseo al que ... se llega por múltiples callejones, en la más absoluta clandestinidad.

Veronika Marquez investiga en su obra el desdoblamiento individual. Se expone como modelo de su propia mirada a la que somete a toda clase de reflejo e !impresiona con la cámara que atrapa mitosis perpetuas para regresar a la misma originalidad. Es una fotógrafa que maneja la luz nítida y mima el color con pulcritud. Sus protagonistas huyen de las zonas oscuras y observan sin nada que ocultar. Los ambientes que crea son cotidianos, casas como la tuya y la mía y calles de ciudades o pueblos por donde una figura femenina se descubre en diferentes identidades.

La idea de la prostituta! que se transforma para cada cliente, sometiéndose a su profesión de amante temporal es para Marquez un horizonte al que se ha acercado en su búsqueda interior. Recita, en un turbador streap-tease los versos de Sabines: No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color. Ella, la que se acaricia por transacciones, es tan pura como el pecado más imperdonable.

En Camila, la lencería y la!dermis!tentadora envuelven a la siamesa que se abriga con el tacto descubierto. En su propia intimidad ella, su propio subconsciente, la sugiere y calma. Los objetos y la decoración de hipoteca comparten espacio con la complicidad del raso, la rejilla y la areola de un pezón. Frente a un espejo se produce el espectáculo de la recreación. Desdoblada, con peluca y sin ella, vestida de negro y en ropa interior, paralelas, sincronizadas, maquillándose con relajación, preparándose para una velada en la que hay que tomar una decisión. El lápiz de labios recorre la misma boca, la mujer que alberga timidez en casa, se transforma a la hora de salir y la que está segura de sí misma dentro de su camerino se desprende de la peluca y calma su pasión.

Marquez! !reorganiza su propio espacio interior con su forma de habitar. Duerme plácidamente en la pila de la cocina, cuchillo en su cabeza, grifo ensimismado hacia su sexo. Se desangra tras morder manzanas ácidas en el cuarto. Ocupa las estanterías de un armario, el radiador del salón. Se escapa del suelo y huye por la terraza o por la calle. Grita en el aseo por el reflejo de su propia oscuridad.

Otra es ella y ella se transforma en objeto si es preciso, escucha los latidos de un reloj, el tiempo que le queda para ser una monja, practicar otra religión y dar cuenta que todo está en calma pues nadie es para siempre. La sinfonía de Rimbaud se remueve en las profundidades, o aparece de un salto en escena. Veronika no tiene la culpa de despertar y aprenderse, recién nacida, en otra piel.