Si los movimientos de las aguas obedecen naturalmente a la gravedad ¿qué políticas económicas codifican las fuerzas que modifican su curso? ¿cómo estas se infiltran en el control del espacio público, en el privado y, más aún, en nuestro cuerpo? Agustina Woodgate instala bebederos públicos y regala agua a los visitantes. Los incita a torcer el cuerpo, acercarse curiosamente unos a otros y pescar disparos con la boca para beber, instintivamente, como en un acto de redistribución. Obsesionada con la infraestructura como la forma visible de las fuerzas que administran los recursos naturales, con la caducidad de modelos desarrollistas y la conversación a destiempo entre las políticas privadas y públicas, la artista se apropia de ejemplos locales que amplifica en un problema global: el espacio que habitamos, físico o social, como un campo de tensiones donde el hombre es el denominador común modificando todas las células del mundo.
