Juan Ángel González de la Calle es, sin lugar a dudas, un pintor arriesgado, inquietante y singular; y estos tres adjetivos lo convierten en una referencia imprescindible del arte español actual. Su radicalidad nace de la mezcla explosiva de las claves de la pintura clásica (narrativa, técnica y figuración) y del cuestionamiento del mundo contemporáneo (banalidad, globalidad, y urbanidad). Si pasamos este cóctel por el túrmix nacen historias totalmente imposibles. Estas narraciones visuales de González de la Calle, funcionan mediante tres poderosos motores mentales: el enigma, el humor y un sentimiento complejo que solo puede decirse en alemán: umheinlich, que podría explicarse como la aparición del misterio y lo desconocido en lo familiar, pero puede significar, también, lo que suscita incertidumbre intelectual. Cuando algo falla en una secuencia lógica, nuestra mente empieza a dar vueltas como un rotor al que se le ha soltado el cable. El cerebro ... no acepta las paradojas y ante los enigmas no resueltos responde repitiéndolos las obras, responden a este mecanismo cerebral arcano, y así consigue Juan Ángel González de la Calle que nos llevemos sus iconografías pegadas a la retina, memorias indelebles de las que no podemos desprendernos, como algunos sueños. Una de las características más fascinantes de la narrativa es la capacidad de sustentar diversos niveles de interpretación. Tal vez lo que diferencia una obra maestra del resto es esa dimensión de profundidad, de la existencia de varias capas de mensaje debajo de la superficie. Para sus construcciones, Juan Ángel González de la Calle utiliza un barniz muy escaso en el arte actual: el sentido del humor. Se trata de una herramienta complejísima, el humor sirve al artista para moldear sus recuerdos, trastocar lugares comunes y etiquetar sus personajes fetiche. Esa pátina de humor da un aire amable a toda la obra de González de la Calle que aumenta, a su vez, la rareza y el atractivo de la obra pictórica de Juan Ángel de la Calle.