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Peter Krauskopf se interesa por el proceso de sobrepintado. Todos sus cuadros, desde las pequeñas láminas de colores intensos hasta los grandes paneles monocromáticos, parecen abstractos a primera vista. Pero, ¿qué hay de realmente abstracto en ellos? ¿Acaso hacen referencia única y exclusivamente a sí mismos sin incluir ninguna referencia inmediata a la vida cotidiana? Más bien al contrario: las 'abstracciones' de Peter Krauskopf no son figurativas, sino concretas y tangibles, y no sólo porque un cuadro sea algo 'material', sino porque es el cuerpo del pintor el que pinta el cuadro, que va dirigido a la fisicalidad de quien percibe la obra de arte. Los cuadros, como algo opuesto al pintor, el espectador imaginario, reflejan el cuerpo del pintor que, como proponía Maurice Merleau-Ponty, es el medio de su propia apropiación de la realidad y formación de la experiencia.

Los cuadros de Peter Krauskopf son concreciones, concreciones de un proceso a través del tiempo. Krauskopf interviene sobre fondos uniformes y homogéneos, formados por cuadros desechados lijados y con múltiples capas de pintura, o por bases monocromas, creando un cuadro único. Con un enjugador o un pincel aplica una capa de pintura amplia y uniforme sobre las imágenes ya presentes. Crea una simbiosis entre una imagen del pasado y su consumación en el presente. Este es el momento que aporta significado a la pintura de Peter Krauskopf.

Pero, ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el presente? ¿Y qué sería el presente de una imagen, o su pasado o futuro? ¿Acaso una imagen no está más allá de estas dimensiones temporales, abarcando un espacio como punto 'único y de permanencia' (Walter Benjamin)?

En sus reflexiones acerca de la naturaleza del tiempo, en su obra Confesiones, San Agustín fue el primero en formular la dialéctica del concepto de tiempo: 'el pasado ya no existe y el futuro todavía no es', mientras que el presente 'se convierte en pasado' y 'tiende a no ser'. El concepto de tiempo surge porque lo entendemos como una serie de acontecimientos sucesivos. Esta idea se basa en el hecho de que tenemos una memoria que nos permite recordar acontecimientos pasados y de que podemos referirnos tanto al pasado como al futuro en una narración. Además, la memoria y el recuerdo sólo pueden desarrollarse si podemos distinguir entre el pasado, el presente y el futuro. Deben referirse a un 'Yo', a un cuerpo. Por esto, San Agustín desarrolló un presente extendido, ubicado en el cuerpo humano, cuya alma combina la memoria con el pasado, la esperanza con el futuro, y la consciencia con el presente de la percepción inmediata.

Al igual que el tiempo, el espacio es la forma de todas las experiencias del sujeto y su consciencia, que a su vez hace posible experimentar la continuidad y el 'orden de las cosas' (Michel Foucault). El tiempo puede hacerse visible a través del movimiento en el espacio; cuando algo 'ocurre', algo se mueve en el espacio. Pero si el tiempo y el espacio son los elementos que conforman al sujeto y su mundo, ¿qué significan para un pintor los profundos cambios de nuestra experiencia del tiempo y el espacio que hemos vivido en las últimas décadas? Sin duda estamos perdiendo el hilo del tiempo en el éxtasis de la velocidad, que parece estar superando todas las barreras del espacio. Intuimos un obstáculo permanente en nuestra percepción de la continuidad; el tiempo está fragmentado y nos abruma la diversidad de diferentes realidades e impresiones fugaces que nos hacen creer que hemos visto todo, al menos una vez, en algún lugar. ¿Qué significa eso para la imagen (pintada), una imagen que intenta abordar este fenómeno? Si miramos por ejemplo la obra de Peter Krauskopf de 2011, Seestück (Marina) 'con pintura abstracta' en primer plano, a la izquierda podríamos distinguir un paisaje con estanques al caer la tarde como los de la pintura holandesa del siglo XII. Sobre este fondo, un cálido destello de color que surge desde la parte derecha aporta luz y contraste en la línea superior, que se forma cuando acaba el color y permanece visible la primera capa. En la parte inferior emerge del fondo un campo de color homogéneo, de modo que parece que la parte superior derecha del cuadro se mueve hacia el espectador. Esto crea un 'efecto narrativo de profundidad' (Peter Krauskopf), en el que se sitúa un bloque aparentemente 'abstracto' creado con un gran enjugador.

A través del proceso de sobrepintado, el tiempo penetra en el espacio pictórico como 'tiempo en capas' (Reinhart Koselleck). En su profundidad, el espacio del cuadro abarca varios lugares, sincronizando lo que acontece en ellos mediante la simulación de la perspectiva. De este modo, los sobrepintados de Peter Kraus kopf muestran el 'redescubrimiento del tiempo' tal y como lo definían Edmund Husserl y Paul Ricceur, puesto que se activan al mismo tiempo en una visión un momento de recuerdo y de anticipación.

La tensa relación entre el tiempo objetivo, necesario para que el sujeto se convierta en un sujeto, y la experiencia de tiempo constituida subjetivamente, queda mitigada al 'comprimir' el tiempo en el cuadro. El pasado, el futuro, y el presente se relacionan entre sí de un modo complejo, más allá de las nociones puramente cronológicas del tiempo, ya que cada nueva configuración pictórica visualiza espacialmente diferentes experiencias del tiempo. A Peter Krauskopf también le interesa el proceso de sobrepintado en tanto que 'afirmación de la autorrealización'. Sus consideraciones sobre el fenómeno del tiempo en el espacio de sus cuadros incluyen el movimiento físico correspondiente al acto de pintar. Sólo es posible pintar porque somos conscientes; y nuestra consciencia, que se constituye a través del tiempo y del espacio, también capta su conocimiento del mundo a través del movimiento. Ver, percibir y por ende también pintar significan comprensión activa, captar algo, tocar objetos y explorar superficies. La pintura no es algo abstracto, sino un movimiento concreto dirigido al futuro mediante una intención en el presente.

Peter Krauskopf se torna 'real' en este movimiento, por citar a Vilém Flusser para terminar, real 'como un pintor, porque en dicho movimiento él mismo se transforma en un modo de aprehender el futuro, el futuro de un cuadro que aún no ha sido pintado. Él mismo se convierte en algo real, 'vive', porque muestra algo: que la pintura es el significado de su vida, y así se torna real para sí mismo, porque el gesto de pintar es un auto análisis, un gesto 'autoconsciente'. Pero esto también permite que él, como pintor, se torne real para el espectador. Porque en los gestos mediante los cuales se percibe a sí mismo, el espectador se reconoce como este modo de aprehensión, se reconoce en el gesto de la pintura que observa y su autorreconocimiento es su forma de reconocer que el pintor está realmente en el mundo junto a él. Para Flusser la pintura es un gesto de libertad, no en el sentido de una función de elección entre posibilidades infinitas, artículos o cuadros, sino en el sentido de 'tener significado, aportar significado, cambiar el mundo, estar ahí para otros', en el sentido de ' estar realmente ahí'. La pintura de Peter Krauskopf representa este gesto en el ''redescubrimiento' del tiempo.

Uta Grundmann