A lo largo de su prolífica trayectoria, el artista John Mario Ortiz se ha dedicado a explotar el potencial plástico de la arquitectura, la proyectación y el diseño. Este diálogo le ha permitido cultivar un acercamiento a la vez analítico y recreativo, crítico y deconstructivo. A través de instalaciones, dibujos, esculturas e intervenciones del más variado tipo, se ha dedicado a interrogar el urbanismo, la mentalidad ortogonal y los imaginarios de orden, autoridad y jerarquía que medran en los discursos modernos.
En el último tiempo, la obra de Ortiz se ha caracterizado por usar materiales y referentes de prácticas que, si bien se tocan con las artes plásticas y visuales, persiguen sus propias finalidades. El dibujo técnico, el álgebra lineal, la geometría y el cálculo le proveen estilos de pensamiento y estrategias de trabajo. Por ello, en sus últimos proyectos han aparecido escuadras, papeles milimetrados, blocs logarítmicos, reglas, transportadores y un...amplio conjunto de elementos que remiten a una especie de zona secreta donde habitan las sorpresas y paradojas del taller.
Si bien Ortiz se ha interesado desde sus inicios en la crítica a asuntos como la urbanización desaforada, la especulación inmobiliaria y la pauperización del diseño industrial y masivo, sus trabajos recientes se dedican a explorar los fundamentos de diferentes lenguajes constructivos. Luego de adentrarse en las características de esos lenguajes, el artista hace una interpretación poética de las operaciones visuales que ellos le permiten y, con un trabajo de traducción sofisticadísimo, produce objetos, imágenes o – como en este caso – dibujos ampliados que llevan a la práctica un axioma aplicable al arte, esto es, que la integración y la derivación son procesos inversos.
De esta manera, los símbolos provenientes de la geometría, el diseño y el cálculo pasan a cumplir finalidades expresivas que difieren en gran medida de las que les dieron origen. El cálculo integral, usado en el mundo de la ingeniería y la construcción, pasa a servir a los propósitos especulativos del arte. De lo abstracto a lo concreto, de lo imaginado a lo realizado, de lo práctico a lo alegórico, las obras de Ortiz exhiben una trayectoria de pensamiento y acción que no deja indiferente al espectador.
En Espacio inflacionario, Ortiz emplea soluciones características de su repertorio. Pero los desdoblamientos, espacializaciones y literalizaciones le sirven ahora para mostrar la secreta belleza de las matemáticas y sus modelos de explicación del universo. Mientras en sus dibujos con malla expone composiciones que no resuelven la ambivalencia entre gráfica y escultura, la intervención en la vidriera replica los hallazgos de Le Corbusier para los vitrales de la abadía de Sainte Marie de La Tourette, edificio realizado en Lyon entre 1956 y 1960. En la apropiación de Ortiz, subsiste el deseo del urbanista suizo, quien dijo que esta vidriera le permitía incorporar, de una vez por todas, la música a la arquitectura.
Como resulta evidente al examinar el conjunto de piezas que integran Espacio inflacionario, el paso de la crítica a la recreación supone una aproximación a las posibilidades estéticas de la abstracción, esa música congelada que conocía Xenakis, el ingeniero civil y músico que colaboró con el proyecto de la abadía. La investigación y el cruce entre disciplinas le ayudan a Ortiz a escapar del principal peligro del arte abstracto: su disolución en lo decorativo. A diferencia de los pintores y escultores que no pueden escapar al diseño más o menos pueril montado sobre superficies, Ortiz da a sus presentaciones abstractas múltiples resonancias, a partir, por ejemplo, del uso del material.
La malla de mosquitero, un componente usado en cerramientos de construcción, no es un detalle menor. Este sencillo material permite a Ortiz llevar la retícula que está en la mente al mundo real. Al dibujar con cosas, a partir de una malla que no es abstracta, sino un elemento tridimensional, Ortiz transgrede la esfera autónoma del arte, al sumar un elemento del mundo de la construcción. Al sustraer con el bisturí pequeños hilos de la malla siguiendo los dictados de los cálculos entrevistos en las ecuaciones, afirma una acción que es a la vez negativa y positiva.
La explotación estética de elementos a los que no se les ha prestado atención es una constante en el arte contemporáneo. Pero en el caso de Ortiz, la tensión entre material y creación persigue finalidades que no son críticas o políticas. En lugar de dar un valor disruptivo al material, lo que desde la vanguardia ha servido para provocar un efecto revulsivo, el artista prefiere dar un uso estético – pero no por ello, menos novedoso – a los elementos.
Es importante subrayar que los referentes del modernismo han empezado a aparecer cada vez más con mayor frecuencia en la obra de John Mario Ortiz. Grandes hitos de la historia de la arquitectura, como Le Corbusier, sirven para explotar un potencial que se traduce en intervenciones artísticas que facilitan la experiencia contemplativa dentro de la exposición. Se resuelve de esa manera el diálogo entre virtualidad y realidad, entre lo ideal y lo posible. La belleza – la de las matemáticas, la del dibujo “expandido”- nos lleva a un espacio que, como lo indica el nombre de esta exposición, trabaja con progresiones que buscan abarcar lo real.
John Mario Ortiz es uno de los artistas colombianos que más relieve da al trabajo interartístico. Sin embargo, esta interdisciplinariedad no es “débil”, en el sentido dado por la epistemología a prácticas donde una disciplina se pliega a otra. Se trata más bien de una interdisciplinariedad “fuerte”, aquella que diluye las fuentes de cada saber o práctica con el fin de producir objetos nuevos. Estamos, entonces, ante una obra que demuestra que la experimentación es el lenguaje común que pueden aún hablar las artes y las ciencias.
Efrén giraldo
Entrada actualizada el el 26 jul de 2017
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