Hombre de pocas palabras y valiosos gestos de generosidad creativa. Su pulcritud técnica es innegable, su habilidad artística genial y su carácter creador incesante.
Durante años he comprobado el empeño de Francisco Farreras por profundizar en un lenguaje tan propio como el por él creado donde los relieves en madera mantienen una disquisición especialmente poética sobre cuál es su papel sobre la obra. En algunas ocasiones parecieran la base de todo, el pilar de apoyo de la obra; en otras, tan sólo el lenguaje que emplea el autor para transmitir su intención; y en otras se convierten en el mensaje final que impregna el concepto total de cada pieza.
Avanza en los materiales que se cuelan en sus trabajos de manera casi imperceptible pero asegurando la sorpresa del espectador que tropieza en su lectura con guiños -tal vez inconscientes- a otros tiempos, a otros modos -bien a través de círculos de cartón,...trozos de cuerda o barnices quemados. Cada pequeño objeto introducido no es sino un nuevo fonema añadido a su vocabulario con el que avivar la conversación.
Y con cada nueva obra, su lenguaje se simplifica frente a un interlocutor que ha ido adquiriendo cierta destreza en el manejo de sus símbolos, sus signos, sus silencios. Y digo disfrutar y no entender -Dios me libre Don Francisco- por respeto a esa voluntad explícita en las palabras del autor e implícita a cada paso de su trabajo según la cual sus cuadros, collages, coudrages o relieves, deben de dialogar íntimamente con el espectador sin necesidad de intervención o explicación por parte de su creador. Pareciera que le estoy oyendo aclamar "¡Las obras no se explican, se sienten, deben de hablar por sí mismas!"
Farreras, Paco, hace siempre referencia al pudor, a lo instintivo, a aquello que no es aprendido sino adquirido. No hay mejor definición para su trabajo que la que él mismo nos ofrece entre o sobre las líneas. Siente rubor al tener que hablar de sus obras, con el tiempo he llegado a entender el porqué. Un cierto apuro le impide comentar cómo en él el trabajo es instintivo, y como tal tremendamente íntimo, cómo nace de lo más desconocido, o de lo más oculto de su ser de forma absolutamente natural, y adquiere una forma de una contundencia tan enérgica. Es simplemente una necesidad vital.
La obra de Farreras con el tiempo ha ido consolidándose hasta alcanzar un control absoluto del espacio, manejar con exactitud la proporción e incluso acertar con el justo empleo del color que busca un hueco entre los matices que provocan las maderas.
No es Farreras un autor que necesite ampararse en la forma, en relaciones institucionales, nombramientos académicos, no necesita de aprobación ni de aplauso, tan sólo necesita crear y en su creación va sugerido todo su discurso.
Ahora en la galería Lucía Mendoza, obras nunca expuestas.
Entrada actualizada el el 05 abr de 2016
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