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Bajo el título de Ghost Box, Itziar Okariz presenta una nueva instalación realizada específicamente para sala rekalde. La instalación se configura a partir de diversas capturas sonoras y fílmicas practicadas en el curso de una serie de acciones que la artista realizó durante su estancia en los lagos de Killarney, un parque natural situado al sur del condado de Kerry, en el oeste de Irlanda. Este lugar se caracteriza por su singular topografía, formada por una cadena de montañas rocosas y tres lagos: un enclave natural que produce uno de los ecos más extraordinarios del mundo. Los ecos de Killarney son increíblemente profundos y nítidos, sobre todo los generados por la inmensa pared de roca de mármol llamada Eagle’s Nest.

El eco es un fenómeno relacionado con la reflexión del sonido. Se produce cuando la onda sonora se ... proyecta frontalmente sobre una pared o superficie reflectante. La distancia entre el foco sonoro y esta superficie afecta también a la persistencia acústica del eco. Determinada por su morfología física, cada lugar posee una sonoridad específica que incide directamente sobre nuestra capacidad sensorial y sobre la forma en que comprendemos la espacialidad.

En la serie de trabajos titulados Irrintzi, Itziar Okariz investiga la especificidad acústica de distintas localizaciones a través de acciones o performances documentadas en vídeo. Tomando el irrintzi como un sistema de comunicación situado en los límites del lenguaje, la artista emplea en varias performances este grito tradicional vasco como herramienta acústica con la que experimentar el espacio. Las sugerencias identitarias de este gesto de exclamación, presumiblemente originado como una forma básica de comunicación entre los valles vascos y más adelante utilizado como una expresión de júbilo y exaltación en ocasiones especiales, se hacen ambivalentes en las acciones de Okariz. La forma en la que la artista emplea este grito en sus performances abre nuevas vías interpretativas a partir de una tendencia a descontextualizarlo de su relación cultural original o incluso a confrontarlo con nuevos referentes. Este es el caso de obras como Irrintzi. Repetition 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96 (2006) donde se muestra un extracto de 11 minutos con algunas de las pruebas que la artista graba en su estudio mientras escucha y lanza irrintzis repetidamente. La imagen esencialista del irrintzi y su repetición mecánica aparecen enfrentados en esta acción. En Irrintzi, Repetition. Guggenheim Museum Bilbao (2007) Okariz recorre las distintas salas del museo haciendo patente mediante su voz la diversidad acústica de cada una de ellas. La materialidad del primer irrintzi y su propio debilitamiento a través de las posteriores reverberaciones evidencian el contraste entre tradición y modernidad. En otra performance –Irrintzi Repetition. Bowery, New York (2008)–, realizada en la esquina entre Bowery y Grand Street, la artista lanza irrintzis ayudada por un megáfono; su interés se sitúa esta vez en la relación entre las diferentes formas de identidad y su relación con códigos y sistemas lingüísticos específicos.

En sala rekalde, Itziar Okariz muestra los resultados de una nueva serie de performances realizadas en el contexto natural de Killarney. La instalación aglutina las tensiones existentes entre la acción y su registro, evidenciando la artificialidad inherente a todo proceso de representación. Ghost Box pone de manifiesto la temporalidad concreta de la performance y su tendencia a la desaparición. Toda documentación videográfica, sonora, fotográfica o textual no es más que un residuo de la acción desaparecida. Las obras que conforman la instalación no muestran en ningún momento de manera explícita lo ocurrido. Esta vez no se nos ofrece la imagen de la artista llevando a cabo la acción; por el contrario, son su voz, los ruidos espontáneos capturados durante la realización de las acciones artísticas o las imágenes de apoyo de las distintas localizaciones de la acción, los que de forma fantasmática nos ofrecen parcialmente la evidencia de lo acontecido. De este modo Ghost Box se transforma igualmente en acción al diseñarse como un ejercicio dentro del espacio expositivo que pone de manifiesto la pérdida fenomenológica constante de la performance como medio artístico.

Itziar Okariz: su obra

En los últimos años Itziar Okariz ha venido desarrollando un modelo de práctica que plantea la acción artística como una forma de evidenciar la regulación y normativización de las formas de expresión de la identidad. Obras como Trepar edificios o la serie Mear en espacios públicos o privados plantean nuevas maneras de alterar la relación entre lo público y lo privado desde la acción artística. Siguiendo estrategias interesadas en crear ciertos desplazamientos conceptuales y teóricos a la hora de producir un único significado totalizador ante sus propuestas artísticas, su obra apuesta por investigar la especificidad y singularidad de cada acción precisamente a través de su serialidad, es decir, a partir de la repetición de una misma acción definida en diversas localizaciones y situaciones temporales. Para Okariz la acción artística genera un suceso o acontecimiento político, por cuanto se produce como una negociación interpretativa con el espectador y en un contexto espacio-temporal determinado. Asumiendo justamente la condición simulada del gesto performativo y su estrecha relación con la repetición –muy a menudo con la repetición de normas reguladoras y opresoras del género– Itziar Okariz emplea la performance como una herramienta simbólica que viene a desarticular los vectores de poder que controlan la identidad contemporánea.