Exposición en Donostia-San Sebastián, Guipúzcoa, España

Gipuzkoa revelada

Dónde:
San Telmo Museoa / Zuloaga Plaza, 1 / Donostia-San Sebastián, Guipúzcoa, España
Cuándo:
18 mar de 2017 - 21 may de 2017
Inauguración:
18 mar de 2017
Organizada por:
Descripción de la Exposición
El Museo San Telmo presenta la exposición “Gipuzkoa revelada”, una selección de más de cien fotografías datadas entre 1855 y 1930 procedentes de su fondo fotográfico, compuesto de unos 15.000 documentos. Es, sin duda, uno de los fondos más antiguos e importantes de la ciudad y del territorio, tanto por su variedad de procesos técnicos como por su contenido histórico. En esta exposición San Telmo cuenta con la colaboración especial de Kutxa, que mantiene su apoyo al museo desde su reapertura en el año 2011 y que queremos hacer visible en este proyecto que presenta fondos del museo. Se trata en su mayoría de imágenes originales, analizadas desde su doble vertiente artística y patrimonial. Han sido tomadas utilizando diferentes técnicas, según el momento en que se hicieron: cristales, albúminas, cianotipias... Todas ellas, en sus distintos formatos y estilos, nos aportan el placer de visualizar un momento de lo que fue nuestro entorno ... y nuestra gente en el pasado. En las salas, para que se puedan ver con comodidad, se han colocado los originales y reproducciones a un tamaño un poco mayor. El estado físico de las fotografías nos habla de su trayectoria desde el momento en el que fueron creadas hasta ahora que se presentan ante nuestros ojos. Cada una de ellas conserva muchas huellas: la pervivencia de sus protagonistas, la mirada de quien la hizo, la curiosidad de quienes la vieron, el cuidado de quienes la guardaron. Vemos la expansión de la ciudad, el terreno rural que se va haciendo urbano, la industria que va dejando paso al turismo, las nuevas formas laborales y sociales de convivencia. Una evolución que enlaza con la propia historia de la fotografía. Hay un juego constante entre lo que reconocemos y lo que ha cambiado definitivamente, entre lo que nos resulta ajeno y lo que, pese a todo, nos es propio. La exposición, comisariada por Elisa Querejeta y María Millán, es el resultado de una libre agrupación en la que es posible apreciar el contenido del documento fotográfico, valorar su calidad artística y dejar que el público se conecte con ellas de manera particular. Texto de Elisa Querejeta, comisaria de la exposición, para el catálogo: “El fondo fotográfico de STM posee en la actualidad alrededor de unos 15.000 documentos fotográficos y en esta exposición se ha expuesto tan solo una pequeñísima parte, unas 100 fotografías aproximadamente, que abarcan el periodo 1855 - 1930, y que tratan de dar cuenta de su excelencia y de su valor como objetos patrimoniales, artísticos y documentales. Se trata de señalar y de reivindicar en estas líneas algunos de los aspectos más importantes de estas fotografías en su conjunto y de remarcar sus contextos, destacando especialmente el hecho de que se trata de documentos fotográficos originales, lo cual dota a la muestra de un valor absolutamente enriquecedor y excepcional, y contrario además al uso que se le está dando a la fotografía en estos últimos tiempos a partir de la tecnología digital, tergiversando en muchas ocasiones sus componentes primigenios fundamentales. Los orígenes del Fondo se remontan a la creación del museo como tal, el año 1901, fruto de la donación de las fotografías que hace el Ayuntamiento de Donostia, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Gipuzkoa, dependiente de la Academia de la Historia, y los miembros de la Real Sociedad Bascongada de Amigos de País, creadores todos ellos del Museo Municipal y promotores de los eventos culturales más importantes del los inicios del siglo XX. Ellos fueron quienes hicieron las primeras donaciones y recopilaciones de diversa documentación fotográfica con la intención de enriquecer los fondos del museo con imágenes relacionadas con la arquitectura y el patrimonio de la ciudad de Donostia y la provincia de Gipuzkoa por un lado, y después con las primeras escenas sacadas por las cámaras de los fotógrafos pioneros tanto guipuzcoanos como venidos de territorios limítrofes como Hermenegildo Otero, Valentín Marín, Miguel Aguirre, Martín Zuloaga, Iturrioz y Aizpurua, Leopoldo y Frederic Ducloux - por anotar los ejemplos más destacados -; quienes se dedicaron al retrato de estudio y “al reportaje fotográfico”. A estos autores pertenecen las fotografías más importantes de este periodo: las que se corresponden al derribo de las murallas en 1864 y la expansión de la nueva ciudad burguesa, y el registro de personalidades y algunos lugares destacados relacionados con la segunda guerra carlista en la capital guipuzcoana (1872 - 1876). Seguidamente, en las dos primeras décadas del siglo XX se produce la expansión de la imagen fotomecánica en los periódicos y revistas ilustradas del momento, y gracias a ello van emergiendo, con estilo propio y diferenciado, nuevas figuras en el medio fotográfico, tales como: Willy Koch, Pascual Marín, Ricardo Marín - Photocarte -, Toribio Noain Arzac “Urcabe”, e Indalecio Ojanguren, entre otros. Todos ellos se dedicaron al fotoperiodismo y a la fotografía que podríamos denominar “etnográfica”, de rasgos pictorialistas, tratando aspectos muy variados de la vida social y la vida cotidiana de los guipuzcoanos, muy apreciados hoy en día por estudiosos de la antropología y las costumbres sociales. Al mismo tiempo, y desde 1910 aproximadamente, Gregorio González Galarza y su hijo Carmelo, fotografían con detalle los monumentos principales de la capital guipuzcoana, y consiguen auparse como principales representantes de la fotografía comercial a través de sus tarjetas postales, pasando a convertirse en referencia gráfica fundamental de los años 1920, 1930 y 1940 de Donostia y de los pueblos del territorio más conocidos. Esta lista sin embargo quedaría incompleta si no señaláramos - destacándola - la aportación de las imágenes fotográficas de algunos de los eruditos y artistas del momento, tales como el Marqués de Seoane, Adrián de Loyarte, Rogelio Gordón, José Goicoa, o Francisco López Alen, y las tomas realizadas por algunos aficionados anónimos. Los primeros registran, como estudiosos, coleccionistas, o como parte de su trabajo artístico o profesional, monumentos, detalles arquitectónicos, montañas, paisajes, colecciones de pendientes, piezas de interés arqueológico, etc; colocando cada imagen en una cartulina con interesantes apuntes adjuntos manuscritos, gracias a los cuales han llegado hasta la actualidad y se ha preservado gran parte del patrimonio histórico guipuzcoano. Y los segundos, gracias a su posición social y a su fácil acceso al costoso aparataje fotográfico, nos hacen disfrutar a través de escenas familiares y de viajes principalmente, de lugares y detalles solo accesibles entonces a una pequeñísima parte de la población. Merced a esta última, la llamada fotografía de aficionado o anónima, podemos disfrutar de muchos aspectos que “la gran fotografía” a menudo deja a un lado, a saber: lo puramente singular, y que conforme pasan los años valoramos cada vez más pues nos ofrece detalles y gestos que de otra manera hubiéramos perdido, enriqueciendo nuestro conocimiento de la gente y su entorno a través de lo pequeño, y desdiciendo en muchas ocasiones el carácter general de los aspectos históricos y antropológicos. Finalmente, destacan los fotógrafos franceses e ingleses vinculados a la monarquía española (Jean Laurent, Charles Clifford...), que en su trabajo de fotografiar monumentos y tipos de todo el estado, registraron también algunas localidades de la costa o lugares emblemáticos de la ciudad de Donostia y de Gipuzkoa, y que con su nombre ayudaron a propagarlas por el mundo. Se trata de imágenes muy conocidas todas ellas pero cuyos motivos, antigüedad y técnica convierten en muy interesante cualquier colección. De todo ello, y a modo de presentación del Fondo fotográfico del Museo San Telmo, dan cuenta las imágenes seleccionadas para esta exposición que hemos tratado de sintetizar en estas pocas líneas, que ofrecemos en este catálogo y que esperamos sirvan para que la fotografía - ese artefacto polisémico - sea considerada con la dignidad y el valor que se merece.” Texto de María Millán, comisaria de la exposición, para el catálogo: “El término “documento fotográfico” se utilizó desde el principio de la fotografía para incidir en su intencionalidad de constituirse en registro instantáneo de hechos, personas o lugares. Con ello se destacaba su carácter de herramienta al tiempo que se le negaba de alguna forma su identidad como medio creativo. El archivo fotográfico guarda, preserva y pone al servicio de los ciudadanos imágenes y documentos que facilitan una conexión con contenidos de nuestro pasado y nos sitúa visualmente en el contexto histórico y condiciones de vida fijados en la fotografía. Tiene la función de preservar la memoria colectiva además de construir o perfilar la memoria subjetiva. El archivo fotográfico de San Telmo, aunque modesto en tamaño, es rico tanto por la variedad de procesos y técnicas como por su contenido histórico. En esta primera exposición hemos querido mostrar la ciudad de San Sebastián y su entorno con sus gentes de finales del siglo XIX y principios del XX, sin detenernos en retratos posados de personajes de la época. Son fotografías tomadas por profesionales y por aficionados anónimos. Más allá de grabar un momento, se esmeraron con los encuadres y valores cromáticos de las imágenes buscando calidad artística. Ya desde principios del siglo XX se comienza a reconocer la coexistencia del valor documental y artístico en la fotografía. Los distintos procesos de los principios de la fotografía, algunos de los cuales se incluyen en esta exposición, conllevan una calidad de texturas y acabados tanto en el papel en el que se imprime como en el cristal en el que se “pintaba” manualmente la emulsión química. La imagen que resulta al exponer el negativo en contacto con el papel es única, dado que ni la aplicación de la emulsión ni la intensidad de los rayos ultravioletas del sol eran siempre las mismas. La fotografía que mostramos de la Iglesia parroquial del barrio del Antiguo de San Sebastián fue tomada por Alberto Abrisqueta con una cámara de placas de 13x18 cm en 1888, e impresa en un papel emulsionado con una mezcla de citrato de amonio férrico y ferricianuro de potasio (cianotipia). Si el autor hizo varias copias de ese negativo original, es muy probable que se pudieran observar ligeras diferencias entre las imágenes obtenidas. El autor pintó la emulsión en el papel y la luz reveló la imagen. Rogelio Gordón plasma en su cuadro la misma iglesia en 1890. Éste muestra una escena con los mismos efectos de luz y un punto de vista similar al de la fotografía. Por supuesto, la técnica, el proceso y los materiales son distintos, pero el contenido visual es el mismo: ambos nos muestran cómo era la iglesia. Sin embargo, la fotografía conlleva un valor documental más fidedigno por su innegable carácter presencial. Todas las imágenes en su distintos formatos y estilos nos aportan el placer de visualizar un momento de lo que fue nuestro entorno y nuestra gente en el pasado. El estado físico de estas fotografías nos habla de la trayectoria que han tenido desde el momento en el que fueron creadas, conservan la huella de los protagonistas de la imagen, de su autor y de las manos de los familiares y amigos por las que éstas pasaron. Para cada uno de ellos, la fotografía/el documento encierra un significado único sujeto a unas circunstancias personales que, dentro de su inmediato entorno, confluye con el de los demás construyendo así un recuento, una historia personal y quizá otra compartida. Desconocemos la finalidad para la cual se tomaron muchas de estas imágenes. No sabemos qué representaban para el fotógrafo, ni para el fotografiado pero sí presentimos que el espectador de hoy recompondrá historias vividas u oídas en su pasado. John Berger propone que cada fotografía contiene dos mensajes: uno es el que transmite el contenido de la fotografía, y el otro es un mensaje de discontinuidad, es decir lo que fue y ya no es. Cabría proponer otro sentido: el que el espectador da a la imagen en el momento presente. La bella fotografía, por ejemplo, de unas mujeres lavando a orillas del río Urumea puede transportar al espectador a similares escenas en otros ríos y otras mujeres de su propia memoria. La distribución de las fotografías en la exposición no sigue una estructura fija, más bien es el resultado de una libre agrupación en la que sea posible apreciar la importancia del contenido del documento fotográfico, valorar su calidad artística y dejar que el visitante conecte con su contenido de manera particular. Vemos la reconstrucción y expansión de la ciudad, el terreno rural se va haciendo urbano, la industria se aloja entre ambos, y surgen nuevas formas laborales y sociales de convivencia. Paradójicamente, y sin necesidad de remitirse al tiempo y trabajo que conllevaba procesar el negativo e imprimirlo, tan solo el lapso de exposición de los negativos de esta muestra, superará a menudo al que dedicamos a mirar una fotografía digital hoy. Estas fotografías ofrecen la posibilidad de contemplar imágenes únicas y originales que nos cuentan su historia a través de los motivos representados pero también por lo que son, por su realidad material, hecha de arrugas, manchas, rasguños, alteraciones de color, o textos que se le han añadido. Las fotografías que perduran en nuestras vidas son aquellas cuyo contexto o momento tienen relevancia para nosotros por la conexión que hacemos con lo que conocemos del pasado. El mundo que nos muestran fijado en el tiempo se activa al verlas porque su contenido remueve sentimientos y con ello ganan un valor presente y otro futuro, pues las llevaremos en el archivo de nuestra memoria. Hay que admirar y agradecer la sabiduría y la intuición que muchas familias han tenido al ceder sus archivos fotográficos a instituciones, como en este caso al Museo San Telmo, para que los cuidaran y pusieran en buen uso. Su generosidad hace posible que muchos encontremos inspiración en sus contenidos y en la vida del objeto fotográfico para desarrollar proyectos de investigación u obras literarias, cinematográficas o musicales. Poder disfrutar frente a un documento original con todas las huellas de su recorrido histórico es un placer y un privilegio que se vuelven cada día más raros. Estas imágenes, aparte de mostrarnos distintos procesos y técnicas de los comienzos de la fotografía, nos recuerdan lo importante que es el pasado para enriquecer nuestro presente.”

 

 
Imágenes de la Exposición
Colección Otero, Casas adosadas a la muralla y ábside de San Vicente. San Sebastián, 1890. Gelatina sobre papel. Reproducción posterior. 18 x 24 cm.

Entrada actualizada el el 22 mar de 2017

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