Glótica es una palabra injerto, algo parecido al sonido gutural de un grito de placer ahogado por un borbotón de sangre: un limbo donde se desdibuja el límite entre el dolor y el placer, caen los tabúes sociales y un lapsus confunde a las víctimas y los victimarios. Con imágenes referentes a escenas de sadomasoquismo, a la novela gótica sureña del siglo XIX y a la psicodelia del LSD, Nicanor Aráoz trabaja como el escenógrafo de un nuevo género de terror transformando el galpón de Barro en una fiesta estridente que amenaza con volcarse al horror de un mal viaje lisérgico. Entre neones y colores fluorescentes de la estética drag y la música house, Aráoz instala escenas con esculturas zombi y torturas gore, donde el humor negro pareciera ser la única forma de expiación posible. La muestra explora la idea del ritual de liberación como una promesa de trascendencia que esconde en su contracara la posibilidad inminente de devenir en una pesadilla.