En los bordes del proyecto expositivo comisariado con Teresa Grandas y el equipo del MACBA, desde las afueras mismas, desde el filo, en fin, se propone una lectura radical («buscar las raíces es una forma subterránea del aéreo irse por las ramas», José Bergamín) de la obra de Joan Brossa. Secuestrado por la aristocracia catalanista, por el vanguardismo socialdemócrata, por la burguesía nacionalista, sucesivamente, se pretende leer, ¡vaya por dios!, un Brossa subalterno, verdadera condición del menestralismo acuñado por Pere Gimferrer, un Brossa que habla desde abajo, un bruto (brut) como decía Antoni Tàpies, alguien sin biblioteca, sin formación académica, pero con una voz tan propia como baja. Esa voz baja que reclamaba João Cabral de Melo, que nada tenía que ver con el intimismo sino con la condición de clase.
En cierto sentido se trata de descolonizar a Brossa, de hacer de su desclasamiento una potencia, esa que anda por...debajo de sus proyectos culteranos, vanguardistas y lumpen-proletarios. Y se hace a contrapelo, como quería Walter Benjamin, desde la lectura de un no catalanoparlante que, a su vez, sabe que el fundamento del habla de Brossa está en su voz, en la resonancia material y política de sus frases, en la performatividad de ese decir, en las consecuencias del acto fonador, y que, aun sabiendo esto, aun sabiendo que la esencia, el ¿qué es?, el núcleo oscuro de la cosa le está vedado, o quizás gracias a esto, atiende más que a lo que son, a cómo funcionan sus palabras y sus cosas.
Entrada actualizada el el 23 nov de 2017
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