Paula de Elía se para frente al lienzo y comienza intuitivamente un mano a mano con el blanco. Un juego entre su propio cuerpo y el soporte a intervenir, en el que se activa un ritual donde ambos se miden y se sienten. Esta acción física, es el paso previo necesario para que aparezca el impulso, ese gesto primario que identificamos en su mancha, su línea orgánica y en su paleta inclinada hacia los colores tierra, los rojos y azules. El color negro se destaca pero no invade, Paula elige aplicarlo en ciertas zonas para generar profundidad en los planos y volatilizar las figuras que aluden a voluptuosos cuerpos sexuados.
Las obras de Paula generan una tensión omnipresente entre sexualidad, azar y deseo.
Ella se construye como una mujer desinhibida y deseante que prefiere la pulsión por sobre la razón y el cálculo. Es en su despliegue...bidimensional, donde elige ir a contrapelo de su carrera y costado mental, la arquitectura.
Sus obras nos hablan de lo primigenio y lo instintivo: mujeres y hombres libres de cuerpo y culpa, un paraíso eterno donde cabemos todos.
Entrada actualizada el el 17 may de 2018
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