En la reciente producción de Ana Calzavara las fronteras están desgarradas, colocadas a prueba. Sean entre técnicas, caso de la fotografía, grabado y pintura; sean formales, asimilando elementos ambiguos e imprecisos en la deconstrucción de la representación como índice del real. Es ese el universo por el que transitan las pinturas que la artista exhibe a partir del 3 de octubre (martes, 19h00) en su sexta exposición individual, la primera por la Galería Virgilio.
Calzavara viene trillando el camino de la pintura en un recorrido singular: en vez de partir de la figura a la abstracción, la artista migró de una pintura más esquemática hacia la actual figuración. "Comencé a sentir una necesidad de volverme a contaminar por el mundo, acercarme a lo que la escritora Virginia Woolf, llamó 'la lenta mancha del mundo', explica.
En detrimento de grandes temas, ganan protagonismo, a ejemplo de la pintura flamenca, los asuntos y escenarios...cotidianos estableciendo un discurso silencioso con el universo a su alrededor. La artista parte de fotografías e imágenes en que hay un dato de extrañamiento a priori: situaciones de alta o baja luz, figuras y paisajes 'negativados' (vistas como en el negativo fotográfico). Ante ellas, experimentamos una cierta desorientación de la mirada
- las pinturas promueven una escisión entre lo que sabemos existir y lo que se presenta. Es justamente en ese umbral entre un sentido que se apaga y otro que se irrumpe que sus pinturas ganan presencia.
Las fallas propias de la fotografía se incorporan al procedimiento de paso a la pantalla, dividiéndose en lo que podríamos llamar tres series: las subexpuestas, en que la poca luz borra el dado visible; las superexpuestas, en que el motor del borrado de la imagen es la puntencialización de la claridad; y los Negativos, que llevan al límite el extrañamiento de la imagen retratada por medio de la inversión del chiaroscuro "natural". En los tres procesos, hay un desafío no sólo conceptual, sino de la propia técnica.
Otra característica fotográfica también asumida en sus "fallas" es la nitidez. Dentro del juego de tensión sobre la representación, Calzavara también se apropia de la falta de enfoque y contraste para crear imágenes fugas, indefinidas. El encuadre gana recortes inusitados, que a veces reducen tanto la escena al detalle que llega a remitir a la abstracción geométrica, como en el caso de recreación de elementos arquitectónicos.
Por lo tanto, aunque el índice inicial fotográfico permanezca en la lectura de la mayor parte de las imágenes finales, las pinturas no se restringen a su referente, asumiendo cualidades que involucran el lenguaje pictórico en sí.
En este juego con las premisas fotográficas en lo que ellas tienen de imperfecto, desconstruyendo el status de realidad de la imagen por la superposición de la pintura, Ana Calzavara da al mundo su respuesta al dilema contemporáneo de la representación. En un tiempo saturado por imágenes que se agotan a la misma velocidad en que se registran, la introducción del error y de la imprecisión subvierte el carácter serial de la figura, que entonces apunta a la singularidad detrás de cada mirada.
Entrada actualizada el el 11 oct de 2017
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