El trabajo de Xabier Salaberria utiliza objetos y materiales desde un lugar que le permite apartarlos de una lectura predeterminada para volverles a encontrar sentido en otra configuración con su contexto. La obra no es una escultura o una imagen; es la forma en la que éstas se sitúan en un espacio que normalmente no vemos, que damos por sentado como simple contenedor. A menudo, Salaberria habla de desnaturalización, es decir, la voluntad de volver a mirar las cosas para entenderlas como construcciones culturales e ideológicas, cuestionar su universalidad. Se trata de un desvelamiento constante y sutil de los mecanismos que sostienen y organizan el espacio y que hacen parte de la construcción de una imagen del mundo domesticada y reducida a su representación, naturalizada también como realidad.
Es una metodología que consiste en mirar siempre de reojo, en prestar atención a aquello que está justo al lado de lo...que supuestamente deberíamos estar mirardo. Una especie de autoanálisis de lo desechado a partir del extrañamiento, una negación de la noción de un arte que se entiende, que se puede explicar. La construcción de una exposición genera resultados materiales que responden críticamente al proceso mismo, a su lógica dentro de unas condiciones de producción dadas.
Los objetos de esta exposición apuntan a arquetipos de objetos (mesa, palillos, platos) pero que han sido truncados, sus escalas distorsionadas y sus funciones alteradas. Han sido amalgamados de una cierta forma en la que lo “típico” -el zarape- es apartado de su contexto folklórico y asociado con otra configuración material “atípica”. Al utilizar formas existentes, reconocibles, pero disociadas de su semántica, Salaberria busca “desviar la atención hacia aspectos que tienen que ver con el propio sistema expositivo”.
En una exposición anterior, Salaberria hacía referencia a los diamantes australianos llamados cannifaire que eran tan duros que los artesanos de Amberes no eran capaces de cortarlos sin arruinar sus herramientas. Como consecuencia de esto, los diamantes se volvían herramientas de corte en sí mismos. Esta historia es una fábula perfecta de los intereses de Salaberria en torno al diseño y las nociones de valor de uso o sociales que se entrelazan en la relación entre herramienta y ornamento.
De alguna forma, podríamos decir que [martillo puño, flecha dedo] es un dispositivo; definir la exposición de esta manera permite entenderla más allá de sus estrategias de presentación y más bien como una red organizada de relaciones entre cosas materiales e inmateriales.
Catalina Lozano.
Entrada actualizada el el 09 oct de 2017
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