Pintura, pintura. Parece mentira que todavía siga siendo posible un arte semejante. No sólo porque la pintura es difícil y porque es realmente difícil hacer algo verdaderamente nuevo en pintura, sino también por todas las disputas que, en torno a ella, se cernieron. Después de tantas idas y venidas, después de tantas diatribas acerca de la muerte de la pintura (o al menos, de la pintura de caballete, como matizaba Clement Greenberg); después de las agrias disputas entre la figuración y la abstracción; después de los debates entre el arte conceptual y el arte objetual; parece que al final todo hubiese quedado en nada. Lo que importa ahora, lo que verdaderamente importa es la honestidad y la seriedad con que cada artista se entrega a la creación de su obra, con cierta indiferencia hacia los géneros o hacia las técnicas artísticas.

Y sin embargo Alfonso Albacete presenta en la galería Marlborough de Madrid, una soberbia lección de pintura. Seria, ortodoxa, profundamente intelectual, pero también gozosa. Una exposición para disfrutar de la pintura.

Miguel Cereceda (MC): Entiendo que se trata de una reflexión. ¿Acaso una reflexión sobre la pintura?

Alfonso Albacete (AA): No exactamente. Hay una reflexión más bien sobre los espacios abiertos y los espacios cerrados. Se trata de una constante en mi trabajo. No sé si recuerdas la serie "Cueva negra".

MC: La exposición se titula "Natura". Hay en ella cuadros de campo. No sabría decir si "paisajes". Meriendas campestres, tal vez. Hay otros cuadros que presentan el estudio y al pintor trabajando en el estudio. Hay otros cuadros más raros y más chocantes. Sin duda novedosos por su temática. Presentan conferencias de arte: el público sentado y los ponentes. En el espacio oscuro del salón de conferencias, todo se inunda con una luz: la luz del cuadro proyectada en la pantalla, con el paisaje o la naturaleza.

AA: Me gusta incorporar el tema de las conferencias de arte. Representan de algún modo la verbalización. Lo que podríamos llamar la literatura o la teoría del arte.

MC: ¿Pero el título "Natura"? ¿A qué apunta? ¿Acaso al lenguaje naturalista de la figuración? ¿Se trata de un debate en torno al realismo y a la figuración?

AA: Bueno, una de mis ideas era darle una vuelta de tuerca a esa tradición de la abstracción. En realidad, los recursos expresivos que aquí aparecen son los propios de la abstracción.

MC: Aunque resulta evidente el diálogo entre la figuración y la abstracción, parece más bien que aquí se trata de la naturaleza del arte. De hecho, los paisajes no son tales. Parece más bien un juego especular. Se trata del cuadro dentro del cuadro. Son cuadros pintados dentro del estudio.

AA: Pues claro. Yo quería tener un poco el estudio en la galería. En realidad, si te fijas, hay en la exposición tres grandes temas: el estudio, la naturaleza y las conferencias. Son las tres patas de la exposición. El tema del cuadro dentro del cuadro ya lo había utilizado en mi exposición anterior. Me sirve para introducir distintos elementos pictóricos, sin que la composición sea un pastiche o un collage.

MC: Sí, es cierto. Y a pesar de ello, a pesar de ser una "composición de composiciones", mantienes una cierta armonía cromática.

AA: El cuadro tiene que aparecer como un todo armónico.

MC: Pero el arte contemporáneo va contra eso. O al menos una cierta tradición "moderna" siempre ha preferido la disonancia.

AA: Esa ha sido mi batalla de siempre. No sólo hay un cuadro dentro del cuadro, sino también un juego de espejos. A veces hay hasta cinco cuadros dentro del mismo cuadro. Y a veces también se ve al pintor, pintándose a sí mismo en el estudio, a través de un juego especular.

MC: Me gusta esa idea especular, especulativa, de la exposición. De hecho, lo propio del espejo es la reflexión, que es también lo propio del pensamiento. ¿Se trata de pintura conceptual?

AA: No lo sé. No quería hacer una pintura pedante. Pero me interesaba también el problema del discurso del arte. La presencia reiterada del estudio, como marco general de los paisajes o de las conferencias, trata de mostrar que el trabajo de la pintura es una creación intelectual, que no se trata sólo de mezclar líquidos y colores sobre el lienzo. Creo que se trata de una reflexión sobre los límites de las ideas en pintura. Resulta difícil visualizarlas. Se mezclan.

MC: ¿Son cuadros entonces muy meditados y muy elaborados?

AA: Bueno. Alguno está pintado "a la japonesa". Quiero decir que me pasé toda la mañana pensando frente al lienzo, y luego me lancé a por él, como una especie de samurái. Lo terminé en una sola sesión.

MC: Y sin embargo, además de un cierto componente matissiano, armónico y gozoso, se encuentran muchas otras referencias a la tradición de la pintura.

AA: Es evidente. Estos almuerzos campestres sin duda aluden a Manet. Pero si te fijas en algunos cuadros, más que Matisse, pueden verse alusiones a Léger. Me gusta invocar la historia de la pintura. Eso no quiere decir que sean mis pintores favoritos, ni mucho menos.

MC: Veo también que a veces utilizas la pintura a modo de pegotes sobre el lienzo.

AA: Me gusta acabar en la  misma sesión la pintura con la que empiezo a trabajar. La que se queda seca, la arranco y la pego sobre el lienzo. Pero también disfruto dejando derramarse el chorreado de pintura.

MC: ¿Pintura visceral entonces? ¿Matérica? ¿O pintura puramente intelectual?

AA: Lo que atrae a la gente de un cuadro es el camino que va de la idea a la realidad. Te lo digo por experiencia. Cuando me emociono no es tanto lo que cuento, sino el proceso en que la idea se plasma y te mete en medio, y empieza a moverte. Por Miguel Cereceda.