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La exposición se estructura en secciones que vienen determinadas por las imágenes expuestas de cada fotógrafo.

El pulso del maestro Walker Evans abre la muestra, porque nadie mejor que un talento que llegó a la fotografía tras renunciar a la literatura, para marcar el ritmo del recorrido con su preciso y acerado discurso narrativo. El denominado padre del documentalismo ... decidió cambiar la pluma por la cámara, volviéndose implacable al conseguir que su deseo tuviera forma de sentencia: "Mi objetivo como fotógrafo es hacer fotografías que sean directas, con autoridad, trascendentes". Así lo podemos certificar con la maravillosa copia de época, Estancia en una casa de una plantación de Louisiana,1935 (Room in Louisiana Plantation House) (el retrato de una vetusta estancia de un mansión con las contraventanas cerradas), que inevitablemente recuerda la prosa retratista de Faulkner y Tennessee Williams, y el perezoso calor sureño.

Diane Arbus, Garry Winogrand y Lee Friedlander fueron los protagonistas de la seminal exposición New Documents, comisariada en 1967 por el emblemático conservador de fotografía del MoMA, John Szarkowski. Szarkowski fue una figura esencial en el reconocimiento de la fotografía como arte, más allá de un simple medio útil para la documentación de la realidad. La exposición causó una gran polémica en el momento, ya que Szarkowski introducía por primera vez en el museo un tipo de fotografía innovador más allá de lo documental, un tipo de observación que lograba un retrato que buscaba el porqué de lo fotografiado. Así como el fin de los fotógrafos documentalistas había sido la denuncia social, y por ende, el cambio, Szarkowski daba importancia con esta exposición a un nuevo fotógrafo cuyo fin era personal, casi íntimo: "no buscan reformar la vida, si no conocerla" afirmaba el conservador. Los tres se encuentran sólidamente representados en esta exposición, y su vigencia es incuestionable.

Garry Winogrand (Nueva York, 1928 - México, 1984) aparece con el portafolio Fifteen Photographs que realizó con la editorial Double Elephant Press en 1974, y se expone en su totalidad en esta muestra. Las quince imágenes, son un viaje por lo más distintivo de su fotografía: la calle y la velocidad, los espacios públicos, y los paisajes inertes y con doble fondo -espejo salvaje del sueño americano-

de los que el autor decidió dar fe. Encontramos imágenes del mejor Winogrand, algunas de ellas pertenecientes a trabajos que derivaron en libros icónicos como Las mujeres son hermosas (Women are Beautiful) (New York City, 1968) donde plasma la belleza de las mujeres en las calles de Nueva York o Los Animales (The Animals) donde reconfirma que la realidad supera ampliamente la ficción como en Zoo de Central Park, 1967 (Central Park Zoo) en su observación milimétrica de los zoológicos. Winogrand hacía honor a las calles y sus gentes.

La capacidad evocadora de la fotografía es inigualable. Por eso los paisajes humanos de Harry Callahan (Detroit 1912 - Atlanta, 1999) no resultan ajenos. Sus imágenes aisladas del mundo circundante son un testimonio minimalista de la realidad; el análisis enamorado y sereno que hace de su mujer, Eleanor, a la que retrató haciendo de su imagen un diario del paso del tiempo y una semblanza de su intimidad. También podemos observar el análisis incisivo pero carente de agresividad que realiza con su serie Mujeres ensimismadas (Women lost in thought) de mujeres desconocidas y pensativas fuerza el retrato hasta el dramatismo.

Lee Friedlander (Aberdeen, 1934) es una de las figuras imprescindibles entre los fotógrafos post documentalistas. Friedlander convierte la iconografía estadounidense, sus gentes y sus monumentos en el vehículo perfecto para retratar el alma de América. Y qué mayor icono que la televisión, y el secreto perverso de las pantallas animadas. En estas fotografías, fragmentos de habitaciones vacías con televisores encendidos presentan fragmentos de realidades que parecen haber enmudecido, aunque se pueda imaginar el volumen del aparato sonando monótonamente (Florida, 1963). Los espacios

parecen abandonados antes de que concluyera el gesto, el programa, la acción.

A éstas pantallas debemos unir el portafolio de 15 fotografías del artista, Fifteen Photographs realizado en 1973, que ahonda en el dibujo coral de una nación ingenua, feliz y cruel, siempre dispuesta al pronto entusiasmo, y aunque más lenta, radical en su reivindicación cuando despierta. Friedlander presenta un abanico de gestos humanos olvidados y espacios llenos de preguntas para dibujar el espíritu del país donde se presuponía entonces que los sueños podían hacerse realidad.

Helen Levitt, (Brooklyn, 1913) es una de los fotógrafos documentalistas más importantes de la historia de Estados Unidos. Hoy, a sus 95 años, sigue trabajando. Es un icono viviente de su ciudad, Nueva York. La realidad capturada por la cámara de Levitt está caracterizada por un profundo lirismo y frescura. El instante decisivo de Cartier-Bresson se encuentra en los fundamentos de su fotografía. La mirada de Levitt no transforma lo observado: refleja, captura y transmite la realidad. Tan solo se molesta en atraparla y automáticamente lo convierte en testimonio. Levitt comenzó su carrera en los difíciles años treinta, y al igual que muchos de sus contemporáneos, ha hecho de su ciudad y sus gentes el objeto de observación a lo largo de toda su vida. Aquí sus niños y sus calles nos devuelven la inocencia.

La trasgresión incómoda de los retratos de Diane Arbus (Nueva York, 1923 - 1971) cierra la muestra. La obra de Arbus es un revulsivo que hipnotiza. Con la recienteretrospectiva del SF MoMA que itineró hasta Barcelona aún fresca en la memoria, resulta gratificante saber que algunos Arbus ya no abandonarán nuestras fronteras y así la verdadera importancia de su obra podrá seguir siendo apreciada.

La posible y aparente ligereza de algunas de las fotografías reunidas en esta muestra no es más que un disfraz.

El disfraz de una sociedad que estos maestros de la fotografía

quisieron dejar al descubierto: con sus bondades y sus rarezas siempre en primera línea. El mismo disfraz que todos los artistas intentan rasgar para ver más allá y poder reflejar en su obra lo que han visto o intuido: contar los secretos de quienes osan arriesgarse ante su objetivo, a la vez que cuentan lo suyos propios.