Exposición en Madrid, España

Camino de Santos

Dónde:
Casa de América / Marqués del Duero, 2 / Madrid, España
Cuándo:
02 oct de 2008 - 30 nov de 2008
Comisariada por:
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
Comisaria: Isabel Durán

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Nelson Leirner y Albuquerque Mendes son dos iluminadores de nuestra experiencia. Viajan, recorren trayectos de sentimientos y sentidos, a través de su trabajo artístico que, desde orígenes y planteamientos distintos, acaban confluyendo en un encuentro. Un encuentro plástico y poético que nos permite a los que a él acudimos, a los demás, reconocernos a la vez en el mismo. Los caminos que confluyen como demostración de la circularidad del mundo.

Si pudiéramos iluminar el mundo. Si a nosotros, frágiles mortales, nos fuera dado, concedido, el poder de dar vida: intensidad y duración, a las situaciones y momentos, naturaleza y personas, que constituyen un mundo. Nuestro mundo. A la vez íntimo y ajeno. Si nos fuera dado el poder de dar vida a las imágenes. De ello hablaba el gran iluminador, poeta y artista, William Blake, en una carta datada en 1799: "Este mundo es un ... mundo de imaginación y visión. Yo veo cada cosa que pinto en este mundo, pero cada uno no lo ve igual." De ello trata, también, esta confluencia de caminos entre Leirner y Mendes. Su obra toca factores centrales en el mundo de hoy. Un mundo en el que la expansión de los nacionalismos excluyentes, aquellos que basan su autoafirmación en la negación del reconocimiento

del otro, aparece como uno de los factores más inquietantes. A pesar de que el pensamiento filosófico contemporáneo ha ido sometiendo a crítica en profundidad la idea de una identidad sustantiva, propuesta por Descartes en los inicios de la modernidad, particularmente a partir de la obra de los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche, Freud, el retorno reactivo de ese supuesto: el de una identidad sustantiva, es hoy más fuerte que nunca. La identidad excluyente, una fabulación de la identidad como idea de que lo que somos es y ha de seguir siendo, compacto, sin mezclas, sin exclusiones, se ha convertido actualmente en una especie de pulsión ideológica expansiva. Y en muy diversos planos: individual, religioso- cultural, o político, como se verifica en la proliferación de imágenes de un yo fuerte en las representaciones mediáticas, en las exigencias de diferenciación tajante entre las culturas en términos étnico/religiosos, en la creciente introducción de nuevas fronteras políticas.

Las obras de Nelson Leirner y de Albuquerque Mendes tienen en ambos casos una de sus claves más profundas en una crítica intensa, cargada de ironía o de sentido de la transgresión, de todas las fabulaciones y ocultamientos que intervienen en las propuestas de la identidad (individual o colectiva) como algo sustantivo. En las piezas de uno y otro puede verse una crítica de esas nociones sustantivas de la identidad, a través de cuestiones como el desplazamiento, el viaje, las ceremonias y los rituales, la apropiación de lo ya hecho [ready mades], los objetos, los fetiches, los diversos procesos de sincretismo, o el mestizaje de la "alta" cultura y la cultura popular...

Lo que propone la exposición conjunta: Camino de santos, es una especie de tapiz plástico, tejido a cuatro manos, con una serie de "historias que se entrecruzan" (Albuquerque Mendes). La idea del desfile, de la manifestación, de las procesiones, es el hilo conductor de ese cruce de historias, que a su vez establece un juego de contrastes entre lo sagrado y lo profano. Tanto Leirner como Mendes cuestionan los sentidos y el alcance de los rituales, de las ceremonias, hasta darles la vuelta y mostrar su envés, lo que habitualmente no advertimos en ellos.

Los pequeños personajes de Nelson Leirner desfilan en un buceo irónico que nos conduce a los sueños y a las ilusiones perdidas de la infancia: todos querríamos seguir siendo niños, desvelando el sentido unidireccional, el carácter uniforme de los comportamientos de masas. Todos en fila, todos ordenadamente situados en los recintos de los grandes espectáculos, deportivos o musicales, pequeñitos, diminutos, y simplificados en el esquema serial, repetido sin límite, de un trazo sintético y por ello extraordinariamente eficaz. El desfile muestra la vertiente de imposición jerárquica de los iconos de la cultura de masas, que a la vez simplifican y articulan a los individuos en una unidad atomizada.

El Via Crucis y las Santas de Albuquerque Mendes, en cambio, avanzan por la vía de la transgresión más desbordante, intensificando hasta el paroxismo una voluntad de sacralización de lo cotidiano y el sexo de connotaciones claramente heréticas. Lo que se pone así de manifiesto es el carácter dogmático y excluyente, autoritario, de las religiones y sistemas de creencias organizados, con su empleo de burocracias sacerdotales encargadas de fijar y controlar el orden dogmático. Las piezas de Albuquerque Mendes invocan el registro sagrado de cualquier dimensión o aspecto de la experiencia: de la naturaleza a la cultura, y con ello, evidentemente, de cualquier manifestación de los seres humanos, cifras en sí mismos de lo sagrado.

Uno y otro: Nelson Leirner y Albuquerque Mendes, en un juego invertido de espejos, en caminos que se bifurcan para llegar al encuentro. El mundo es circular. O por todo ello, con mejor sentido aún: El uno en el otro, descubriéndose mutuamente en el itinerario que lleva al encuentro. Una propuesta que implica ya en sí misma todo un cuestionamiento crítico del mito de origen romántico de la individualidad creativa, de la idea del "artista" concebido como un yo aislado que crea en soledad. Planteada como un diálogo creativo, la muestra propone, en sentido contrario, un ejercicio práctico de presentación de la creatividad artística como el resultado de un proceso de comunicación, préstamos e intersecciones. Como un recorrido, que encierra en su interior un círculo de sentidos, una obra a dos voces....

Como trasfondo, en referencia al contexto social y cultural de nuestro tiempo, ya antes esbozado, subyace la idea del contraste con las posiciones cerradas y dogmáticas que implican la negación del "otro", el llamado "conflicto de civilizaciones", etc., mostrando en cambio, a través del humor y de la ironía, que "lo que somos" es en todo caso el resultado del encuentro y el diálogo, no siempre fácil y ni siquiera pacífico, entre individuos y entre culturas...

Y como trasfondo poético y conceptual, podríamos señalar, de un modo especial, la formulación de Arthur Rimbaud: "je est un autre": "yo es otro", que nos permite pensar en toda su radicalidad una propuesta concebida como un juego de espejos, como una puesta en común que permite ver aquellos elementos que establecen un flujo fecundo de intercambio y de comunicación (obra artística, comunicación humana, amistad), entre Nelson Leirner y Albuquerque Mendes. El itinerario de los artistas, el que ellos recorren con sus obras, como cifra y signo de la vida, de la condición humana.

Una última cuestión aún. Lo más fecundo de una propuesta que lleva en su núcleo la idea de itinerario, de cruce de caminos, con su proceso de avance y descubrimiento, con su dimensión de retorno circular al punto cero del origen, es que nos ilustra sobre el carácter pasajero, transitorio, de la experiencia, de la vida. Nelson Leirner y Albuquerque Mendes, iluminadores de sentidos, ya lo dije al comienzo de este escrito, como William Blake. La última cuestión a la que quiero aludir en relación con este Camino de santos es esa dimensión transitoria: pasado en el recuerdo, tiempo fugaz, desfile o procesión que pasa y que nunca más volverá a tener lugar, irrepetible.

Blake expresó de forma profunda y conmovedora esa cuestión en uno de los poemas de sus Canciones de inocencia y experiencia: El prado de los ecos, cuyo título original, The Ecchoing Green, con su uso expresivo del gerundio para marcar un proceso activo se funde con la metonimia del color, estableciendo así de forma intensa un sentido iluminado, cromático, sensual, del paso del tiempo. Los juegos en la yerba, el canto de los pájaros, las campanas que saludan a la primavera, terminan cuando el sol se pone y el prado de los ecos, el verde reverberante, se convierte en el prado de las sombras, the darkening Green, donde ya ningún juego se ve. Lo que vemos, la iluminación, es inevitablemente fugaz.

Un eco de pasos, un fresco verdor, resuena en esta procesión, en este Camino de santos, que fija y hace permanecer en nuestra memoria el don del descubrimiento: somos aquello que construimos, vida que pasa, itinerario. Y en ese pasar nos reconocemos, el uno en el otro, partes todos de un mismo, indisoluble, continuo humano.

 

 
Imágenes de la Exposición
Camino de Santos

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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