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El martes 7 de abril se inauguraró en la Sala Verónicas la exposición Mundo. Seco. Benamor. Amarga de Eva Lootz (1940 Viena). Con este proyecto se reinaugura un espacio que ha sido remodelado para adaptarlo a las necesidades expositivas que demanda una programación de máxima calidad.

Eva Lootz, residente en España desde finales de los años sesenta, ha centrado su labor escultórica en la interacción entre los fenómenos físicos y el lenguaje. Su trabajo se caracteriza por la utilización de materiales tan poco habituales en escultura como el mercurio, el carbón, la parafina o el hielo seco y de soportes heterogéneos como la tela, el vidrio ... soplado, el dibujo, la instalación, la fotografía o el video. Su exposición Mundo. Seco. Benamor. Amarga, un proyecto realizado especÌficamente para el Espacio Verónicas, supone la primera exposición individual en Murcia de una artista clave para entender el arte español de las últimas décadas.

En su intervención de la Sala Verónicas, Eva Lootz se ha centrado en el tema del agua, haciendo un retrato del territorio a través de los nombres de los cursos de agua que configuran la cuenca hidrográfica del río Segura. Estos nombres, generalmente poco conocidos incluso para los habitantes de la región murciana, reflejan de manera sorprendente, por el mero hecho de su filiación y etimología, las diferentes capas del ir y venir de los pobladores de la zona: son el sedimento palpable del devenir histórico que ha modelado el paisaje.

Los 35 nombres encerrados en otras tantas fresqueras, como las que se utilizaban hasta hace no tanto tiempo para la conservación de los alimentos, se complementan con el video: Mil veces, sin importarle el tiempo..., una especie de relato de la escucha del agua donde se mezclan el sueño, la vigilia y los recuerdos de infancia, proyectado en bucle infinito en el nicho alargado que antiguamente ocupaba el altar.

Exposición que como todo el trabajo de esta artista- consiste en una reflexión poética acerca de lo visible, a la vez que una investigación sobre el lenguaje.

Los líquidos han tenido desde siempre una especial relevancia en mi trabajo, he trabajado con toda clase de fluidos, susceptibles de solidificarse o no, la parafina, el lacre, el mercurio, el hielo seco, el vidrio o la arena; en definitiva, elementos todos que tienen en común el ser poco estables y difícilmente aprehensibles. Estaba pues cantado que tarde o temprano me ocuparía del más elemental, el más imprescindible de todos los fluidos: el agua. Tanto más cuanto que España es, en su mayor parte, un país donde la sequía ha sido una amenaza constante, donde la desertificación avanza de manera imparable y donde es urgente tomarse en serio la sostenibilidad en el aprovechamiento de las aguas.
Esta es la tercera exposición dedicada al agua, la primera, ?Paisajes hidráulicos? tuvo lugar en Santiago de Compostela y la segunda ?Hidráulica 2? en San Sebastián en 2008. Murcia es un lugar especialmente relacionado con el agua. Puede parecer una paradoja, porque es un territorio que, se diría, es más bien seco. Sin embargo almacena las huellas de un sofisticadísimo sistema de irrigación puesto en práctica desde la época de los árabes, gracias al cual y mejorado a través del tiempo, pudo desarrollarse la famosa huerta murciana. Pero dispone además de abundantes fuentes termales y balnearios como son los de Archena, Fortuna y Alhama de Murcia.

Por cierto, pensando en el agua y en los ríos más bien raquíticos de la península, siempre me acuerdo de Neruda, quién dejó dicho aquella frase hermosísima de ?los ríos más caudalosos de España son sus poetas?. ¿Se puede decir algo más hermoso de un país?

Cabe preguntarse pues ¿cuál es esa relación entre el agua y la poesía?

Por de pronto podemos decir que sin agua no hay vida en la misma medida que sin palabra no hay humanidad. Pero hay palabras y palabras, aquí evidentemente no me refiero a la palabra en el sentido práctico de hacernos entender, el sentido meramente utilitario, la dichosa comunicación, - hoy vivimos sin duda bajo la tiranía de la información -, sino me refiero a la palabra que nos funda, nos constituye, nos da sentido como seres dentro de una comunidad, pero también nos ampara en nuestra fragilidad, en nuestra soledad frente a la muerte.

No perdamos pues de vista esta relación de agua y palabra poética.

La palabra en el sentido pleno es alimento.

Y en esta exposición la metáfora no puede ser más clara. Así lo ponen de manifiesto las 35 fresqueras que llenan el espacio de Las Verónicas. Fresqueras de un tipo que aún todo el mundo reconoce, porque hace apenas 30 años todo el mundo las tenía en su casa, de hecho las descubrí en una ferretería de Murcia, y aún hoy se usan a veces en el campo. Colocadas en el sitio adecuado mantenían frescos a los alimentos y, mediante la tela mosquitera, a salvo de roedores e insectos. Lo que hay en el interior de las fresqueras son, en este caso, los nombres de todos y cada unos de los afluentes, torrentes, arroyos, ramblas y venillas de agua que juntos forman la red hidrográfica del río Segura.

Pero la palabra en el sentido pleno también es luz.

Así lo refleja la fluorescencia de los nombres, cuyas letras mediante tubos de luz negra se convierten en escritura luminosa, de manera que al entrar en la iglesia en penumbra, ésta parece haberse llenado de una nube de luciérnagas revoloteando en la oscuridad. Al fijarnos luego más detenidamente en los nombres de ríos y riachuelos, al leer palabras como Guadalentín, Benizar, Salada, Moro, Judío, Seco, Amarga, nos damos cuenta de las procedencias lingüísticas tan diversas y caemos en la cuenta que en esos nombres se ha sedimentado la memoria de las gentes y los pueblos que desde tiempos inmemoriales poblaron la zona. Esos nombres son un verdadero palimpsesto. Visto así la iglesia se convierte en un paisaje que incita a ser descifrado de otra manera.

En el ábside, es decir, en el nicho que antiguamente ocupaba el altar mayor vemos la proyección del video: ?Mil veces, sin importarle el tiempo??, una especie de relato de la escucha del agua donde, al hilo de imágenes de ríos y cascadas, se mezclan el sueño, la vigilia y los recuerdos de infancia, proyectado en bucle infinito.

No ha sido una decisión consciente, pero seguramente mi inconsciente no ha hecho ésta disposición de manera casual, porque el agua, en cierto modo, toca a los cimientos, no sólo de nuestra convivencia como sociedad, sino también a nuestros cimientos en cuanto a formar parte de la humanidad, y allí entraría el tema de lo sagrado, sobre todo si se concibe siguiendo a Julia Kristeva, como la rememoración ritualizada de la marca de nuestro ingreso en el mundo de la palabra y de la cultura. Que quede claro: no estoy reivindicando ninguna trascendencia, estoy considerando los hechos constitutivos de la cultura.

El agua es algo muy serio y puede ser muy hermoso y nos va mucho en ser capaces de aprovechar los recursos hídricos de manera cuidadosa, racional y solidaria, más allá de codicias particulares e intereses partidistas. Y es que, una sociedad que todo lo cuantifica y convierte el agua en un recurso susceptible de mercantilización, a mi modo de ver, pone en juego su propia supervivencia.

Tres cuartas partes de nuestro cuerpo son agua y a través del agua, como también a través del aire, todos estamos conectados.

Y este es otro de los aspectos del agua que me interesa.

El hecho de conectar, de formar redes.

A través del agua todos los rincones de la tierra y todos los cuerpos están conectados.

Olvidamos a menudo que toda ciudad es hija de un río y es un hecho poco conocido que a la hora de desarrollar la geometría no estática, que está en el origen del pensamiento moderno, el papel de los ríos fue crucial.

Fue Leonhard Euler, matemático suizo, quien en su famoso estudio acerca de los siete puentes de Königsberg (al que ya hice referencia en varios dibujos de 1988, publicados en el catálogo de La madre se agita), creó la base para una teoría de los grafos, eslabón imprescindible para el desarrollo de las posteriores teorías matemáticas que, mucho más tarde, ya en el siglo XX, posibilitaron la eclosión de la red digital.

En este sentido me interesa poner en relación el sistema capilar que conecta todas las aguas con lo que desde el libro homónimo de Lászlo Barabási se ha llamado la nueva ciencia de las redes y las conexiones globales de la world wide web, aunque esto será tratado de manera más explícita, en las próximas exposiciones. Aquí en Murcia, el visitante se encontrará con una ?capilla del agua?.'