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Hace unos años, durante la entrega de una carpeta de grabados al rey, tuve la oportunidad de conocer a Gonzalo Torrente Ballester. No sé cómo fue la cosa pero al final acabamos hablando de la historia. Se quedó mirando fijamente al suelo y masculló: '... todos los libros de Historia están llenos de mentiras pasadas a limpio'.

Al igual que en los libros de Historia todas nuestras historias personales son mentiras que 'pasamos a limpio' para poder convivir con ellas. Quizá puede que exagere si digo que todos nuestros recuerdos son mentira y que tratamos de adaptarlos a nosotros mismos para que encajen correctamente en lo que nos creemos que somos. Renunciamos a lo cotidiano anulándolo en nuestra memoria y nos volcamos en lo que creemos excepcional. Los viajes, los acontecimientos laborales o personales adquieren para nuestros recuerdos el estatus de momentos clave, de referencias espacio-temporales.

Pasado el tiempo leí en un periódico que querían operar a Steve Wonder para curarle la ceguera: El médico le dijo que recuperaría la vista pero que debería 'volver a aprender a ver'. El bueno de Steve decidió quedarse como estaba.

Estas dos paradojas vienen, en mi opinión, muy al caso por el encargo que me hizo de Santalla de que le escribiera algo para esta exposición.

El tema de este año de PhotoEspaña va sobre lo cotidiano y el fotógrafo es José Luís Santalla.

Creo que lo cotidiano es algo parecido al ramen. Un bol de pasta con caldo donde lo excepcional son las gambas. En una vida larga de cotidianeidad sin gambas echamos en falta cualquier cosa que nos saque de nosotros mismos para sentirnos aún más protagonistas de nuestra propia película. No sabemos ver que lo que realmente somos es un bol de caldo con pasta.

Santalla, de una manera animal e instintiva es un hombre que ha nacido con el don de ver. Generalmente no valoramos lo que se nos da bien y ni siquiera la envidia de los de alrededor nos apea de la burra. Si lo que hacemos lo hacemos fácil no puede ser difícil y eso es lo que se le pasa a 'Santa' por la cabeza.

Esta criatura anda siempre con la cámara en la mano fotografiando a todo el mundo a diestro y siniestro, reflejando la sosa cotidianeidad de todos nosotros y viendo nuestro día a día con el acierto de quién sabe ver pero con la ignorancia del que no se da cuenta de que eso es un don.

De vez en cuando se le va la olla y ataca complicados proyectos que requieren gastos de producción, traslados ruinosos y decorados imposibles envueltos en complicados conceptos y cuyos resultados son el reflejo de su total confusión; es en esos momentos cuando sus amigos comentamos '... ya está Santalla con sus cosas.'

Pero en los otros momentos en los que Santalla no está con 'sus cosas' sino con sus fotos, con sus amigos, con su instinto, su trabajo es bueno, brutal, limpio, impresionante.

Es una pena a veces ver su titánico esfuerzo para pasar sus 'mentiras a limpio' cuando al mismo tiempo resta importancia a su inagotable capacidad de ver. Porque, pienso, ¿que es la mirada de un fotógrafo más que captar, en un instante de tiempo algo que va a desaparecer?. Algo que nunca más será.

Menos mal que este animal visual tiene la energía de los océanos y la vitalidad de los volcanes y los que le queremos sabemos que puede atacar molinos, contar historias, esconderse en un bunker y mientras tanto atravesarnos con sus ojillos detrás de la cámara y volvernos a todos lo más parecido a inmortales.

Bellver en Madrid, en primavera de 2010