La exposición consta de alrededor de una docena de obras realizadas con la técnica del temple sobre pergamino y de formatos pequeños y medianos.

De apariencia abstracta, en su personal universo pictórico de sombras y exaltado color, aparecen cuidadas referencias figurativas como elementos de la pintura naturalista y ruinas clásicas como si de una abstracción paisajista de lo sublime se tratara.

La figuración irrumpe una vez que el artista erosiona la superficie pictórica, en la que afloran manchas y formas sugestivas que el artista analiza y decide manifestarlas, insinuarlas o bien opta por lo contrario y las oculta. Es su particular y personalísima técnica con la que crea a través de la deconstrucción.

... style='text-align: justify; text-indent: 1cm;'>El hilo conductor de sus obras se despliega desde el arte de la Antigüedad hasta el contemporáneo, su personal estilo pictórico de superposición de capas puede entenderse como una metáfora de ese paso del tiempo, como la labor de un arqueólogo actual que va descubriendo en cada capa de un terreno diferentes elementos que le sirven para indagar en el pasado.

Como confiesa Jose María Parreño en el texto del catálogo de su anterior exposición: 'creo que la potencia evocadora de estas obras tiene su base en nuestra propia experiencia. También nosotros nos hemos dado cuenta de que las confortables escenas de la historia están llenas de trampas y arañazos, y que tal vez el caos que ocultan sea preferible a una demasiada complaciente explicación; que nuestra propia memoria nos presta una imagen de lo que nunca ha sido, y que sólo la capacidad de encontrar belleza en lo destruido y lo incompleto puede hacernos tolerable vivir'.