Stefan Müller (Frankfurt, 1971) tiene una manera de abordar la pintura que resulta insólita. Tras unos inicios marcados por el aprendizaje académico junto a Thomas Bayrle en la Städelschule de Frankfurt, cantera de infinidad de artistas de peso internacional, Müller se tuvo que enfrentar irremediablemente a una situación artística nada propicia para el desarrollo de la pintura. A mediados de los noventa, cuando la búsqueda conceptual de la visualización de las ideas ganaba enteros frente a la creación de un objeto, no cabía más que plantearse si era en realidad pertinente, o quizás posible, pintar en esos años finales del siglo XX. Ahora, y bajo otras circunstancias, la Galería Heinrich Ehrhardt muestra su primera exposición en España, con unos trabajos que más que resultados de un proceso creativo constituyen un acercamiento ligado a la pintura como medio y a todo tipo de cuestiones formales derivadas de todos sus posibles significados. Pintura entendida aquí como un paso más allá de...todas las consideraciones posteriores al Painting the Painting de Barnett Newmann, al Painting the Paint de Robert Ryman, al Thinking the Painting de Lawrence Weiner o a las reflexiones de desde Jasper Johns hasta algunos de los artistas españoles de finales de los setenta (por citar algunos ejemplos) se han llevado a cabo acerca del acto de pintar. En ese sentido Stefan Müller expone una radical reinterpretación de la materia. Hace ya unos años, comenzó a desarrollar un tipo de pintura sin pintura mediante el cual transformaba tejidos de distinta composición, tamaño y color, hasta convertirlas, casi por simple inercia, en obras de arte cuyo proceso se basaba en lo puramente aditivo. En una práctica en la que el acto de añadir protagonizaba por completo el proceso, Müller iba incorporando una gran variedad y versatilidad de técnicas para pintar a su manera, es decir utilizando herramientas y procedimientos muy poco habituales, y dejar así su rastro sobre distintas clases de lienzos. Para la actual exposición, esta metodología se concentra en trece obras que revelan esta particular visión que Müller tiene de la pintura.
Telas desteñidas que sufren manipulaciones únicas antes de ser utilizadas como soporte pictórico (como trapos de limpieza por ejemplo), cosidos y descosidos, lejías, acrílicos, ceniza, café, óleo, ceras, rotuladores o confeti, han sido algunos de los materiales empleados por el artista para reescribir, reinterpretar y reflexionar sobre el arte. Porque a pesar de mantener unas raíces asentadas en la historia de la pintura, Müller, lejos de asumir cómodamente sus reglas o cánones establecidos, se sirve de esa gran variedad de mecanismos formales (tanto en los soportes como en los instrumentos) para cuestionar su vigencia y su sentido. Así ha encontrado un llamativo y distintivo lenguaje visual. Una factura o ejecución ruda, casi accidental, radicalmente simplificada y una estrategia formal de exaltación sensorial cercana a la flotación y a la fragilidad, que convierten su propuesta en una suerte de eco o pálpito.
Texturas, sensaciones, errores e imprecisiones que implican una visión algo romántica y subversiva de la noción de fracaso. Porque aunque, ya los cubistas o los dadaistas llevaran a cabo esa integración del día a día en sus obras, Müller trastoca una vez más la tradición, y sin arrepentimiento alguno, pone en cuestión las convenciones arrastrando por los suelos toda la carga sentimental y el aura de dignidad que el arte soporta. Pintura punk la han calificado algunos críticos; el lugar donde lo anecdótico, lo trivial, lo absurdo y lo inexacto se enfrentan a lo absoluto, lo sublime, lo genial y los míticos valores de la pintura propios del discurso hegemónico. Y mediante una mezcla de tradición, en cuanto a lo que pintura como alta cultura se refiere y lo banal, lo cutre y punk (la consciente falta de virtuosismo, antiacademicismo o la utilización de materiales y técnicas en principio propias de lo que se denominó como artes aplicadas) en cuanto a baja cultura, la obra de Stefan Müller reafirma aquella famosa sentencia de Dietrich Diederichsen sobre el constante estado de negación en el punk de los 70: 'aquel que rechaza todo no es responsable de nada que exista, mientras que por el contrario, respecto a todo lo demás, todo lo que no existe, tiene abierto frente a él un reino infinito lleno de futuro'.
Imágenes de la Exposición
The dead
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?