Exposición en Barcelona, España

Bodegas. Cooperativismo + Modernismo

Dónde:
Fundación La Caixa - CaixaForum Barcelona / Av. Ferrer i Guàrdia, 6-8 / Barcelona, España
Cuándo:
06 jul de 2012 - 14 oct de 2012
Inauguración:
06 jul de 2012
Comisariada por:
Descripción de la Exposición
Conocidas como las «catedrales del vino», durante los primeros años del siglo XX proliferaron las bodegas construidas al amparo de la eclosión del cooperativismo y el Modernismo. Hoy estas edificaciones se erigen como testimonio vivo de una época convulsa pero caracterizada por la creatividad, el ingenio y, especialmente, la colaboración entre propietarios y jornaleros, entre la ciudad y el campo. Bodegas. Cooperativismo + Modernismo ofrece las claves para entender el valor artístico y la singularidad arquitectónica de estas bodegas, así como su historia y las innovaciones técnicas y constructivas que conllevaron. Todo ello, tomando como hilo conductor a los arquitectos (principalmente a Cèsar Martinell, que proyectó más de la mitad de estos edificios) y a las personas que vivieron o aún viven en ellos y con un objetivo final: redescubrir las bodegas que todavía hoy dominan el paisaje de numerosos pueblos de Cataluña. Para ello, el público encontrará fotografías, infografías ... y audiovisuales, pasando por documentación de la época, así como pantallas táctiles interactivas y otros elementos museográficos. La exposición ha sido organizada por la Obra Social la Caixa y el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña en el marco del programa Bodegas Cooperativas que llevan a cabo con el objetivo de rehabilitar ocho bodegas modernistas de gran valor artístico, así como difundir su importancia con iniciativas como la muestra que se presenta ahora en CaixaForum Barcelona.

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El consejero de Cultura de la Generalitat de Cataluña, Ferran Mascarell, y el director general de la Fundación 'la Caixa', Jaime Lanaspa, inauguran hoy Bodegas. Cooperativismo + Modernismo, una exposición organizada y producida en el marco del programa de restauración y mejora Bodegas Cooperativas de la Obra Social 'la Caixa' y el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña.

 

En 2009, estas dos instituciones firmaron un convenio de colaboración para rehabilitar ocho bodegas cooperativas modernistas de gran valor artístico y patrimonial. Siete de estas bodegas son obra del arquitecto Cèsar Martinell, y la octava, de Pere Domènech i Roura, hijo de Lluís Domènech i Montaner. La Obra Social 'la Caixa' invierte 3,6 millones de euros en este proyecto para la adecuación y difusión del valor de estos edificios, lo que incluye también la exposición que hoy se inaugura en CaixaForum Barcelona. Asimismo, se ha creado www.cellerscooperatius.cat, un espacio con información relativa a las bodegas modernistas de Cataluña: su historia, su arquitectura e, incluso, rutas turísticas, entre otros recursos.

 

Las bodegas incluidas en el convenio están situadas en las comarcas del Alt Camp, la Conca de Barberà, el Priorat y la Terra Alta, y fueron construidas entre 1913 y 1922 por encargo de los respectivos sindicatos agrícolas locales.

 

En concreto, se trata de las bodegas de Nulles (Alt Camp), Barberà de la Conca, L'Espluga de Francolí y Rocafort de Queralt (Conca de Barberà), Cornudella de Montsant y Falset (Priorat), y Gandesa y El Pinell de Brai (Terra Alta). Las bodegas cooperativas de Cèsar Martinell fueron declaradas bien cultural de interés nacional por la Generalitat en 2002.

 

Este acuerdo se enmarca en una línea de actuación conjunta impulsada por el Gobierno de la Generalitat y 'la Caixa' dirigida a poner en valor y adecuar monumentos catalanes de elevado interés arquitectónico y artístico. En este sentido, el convenio se añade al programa Románico Abierto impulsado conjuntamente por la Generalitat y 'la Caixa', por el que la entidad financiera dedica 18 millones de euros a la rehabilitación de 74 monumentos emblemáticos del románico catalán.

 

Las catedrales del vino

 

Durante los primeros años del siglo XX, el mundo del vino sufrió una crisis sin precedentes. Payeses y propietarios, que al principio se enfrentaron, acabaron uniendo sus fuerzas para luchar contra ella. La eclosión del cooperativismo, que sacudió la agricultura catalana, y del Modernismo, que impulsó desde la ciudad cambios técnicos y artísticos, dio lugar a la construcción de más de una treintena de bodegas. Fueron hechas a medida y diseñadas para modernizar el medio rural, pero también para reivindicar que el mundo del vino no tan solo no había muerto, sino que cobraba más fuerza que nunca.

 

La exposición Bodegas. Cooperativismo + Modernismo pretende ofrecer algunas claves para entender el valor artístico y la singularidad arquitectónica de estas bodegas, también conocidas como las «catedrales del vino» o «bodegas modernistas». Se muestran distintas miradas y aproximaciones a estos edificios tomando como hilo conductor a los arquitectos -principalmente a Cèsar Martinell, que proyectó más de la mitad de esas bodegas- y a las personas que vivieron o aún viven en ellas: payeses que se hipotecaron para sacar adelante un proyecto colectivo y cooperativistas actuales que mantienen el compromiso y el orgullo que hicieron posibles estos gigantes arquitectónicos.

 

Todo ello, con el objetivo de convertir la visita en una vivencia a partir de distintas perspectivas fragmentadas de las bodegas: la histórica, la arquitectónica, la relacionada con los personajes que formaron o aún forman parte de su historia, etc. La muestra es también una invitación a redescubrir las bodegas que aún hoy dominan el paisaje de numerosos pueblos de Cataluña.

 

Para hacer posible esta experiencia vivencial, la exposición se sirve de gran variedad de formatos en los distintos ámbitos que componen la muestra: desde fotografías, infografías y audiovisuales, pasando por una maqueta e interactivos, hasta documentación de la época, así como pantallas táctiles interactivas.

 

En la parte final de la muestra se encuentra el apartado «En primera persona», formado por dos audiovisuales. Se trata de un gran espacio central que recrea un tonel de roble y en cuyo interior se mostrará un gran audiovisual que acercará al usuario estas historias tanto desde la tierra y los productos de esas bodegas como desde las personas que las crearon y trabajaron o trabajan en ellas. Un segundo audiovisual al final de la exposición mostrará las entrevistas realizadas a distintas personas relacionadas con las bodegas (cooperativistas, enólogos, historiadores del arte, etc.).

 

ÁMBITOS DE LA EXPOSICIÓN

 

1. ORÍGENES

 

Las bodegas modernistas son el testimonio vivo de una época convulsa pero caracterizada por la creatividad, el ingenio y, especialmente, la colaboración entre propietarios y jornaleros, entre la ciudad y el campo.

 

Ahora hace casi un siglo, el país se hallaba inmerso en una cruda crisis económica que hizo tambalearse el modelo social y productivo del mundo rural.

 

Fue una época complicada, pero pudo ser superada gracias al esfuerzo y la implicación de los pequeños payeses y sus familias, así como de propietarios y arquitectos. La lucha de clases se transformó en una alianza entre pequeños y grandes, entre pobres y ricos, entre la izquierda y la derecha, que cambió para siempre el mundo del vino.

 

Las bodegas y cooperativas han sufrido otras crisis y han evolucionado para sobrevivir, pero su esencia, tanto arquitectónica como humana, sigue viva.

 

El cooperativismo vitivinícola

 

Nos encontramos a finales del siglo XIX. La viña resulta omnipresente. Cataluña es la bodega de Francia y del norte de Europa. La burguesía crece al amparo de esas exportaciones y de la industria, que está en expansión. Los grandes propietarios rurales ven peligrar su liderazgo. Los mercados agrarios inician el proceso de globalización.

 

La crisis estalla en Cataluña en los años ochenta del siglo XIX. La filoxera, que anteriormente había acabado con la supremacía de Francia como bodega de Europa y había potenciado la producción catalana, se hace sentir con fuerza en el país. Los empresarios recortan los salarios de los jornaleros en un intento de mantener los ingresos, y muchos payeses se encuentran de repente sin trabajo.

 

Inicialmente los payeses de Barberà de la Conca, pero muy pronto de toda Cataluña, se organizan. En el marco del auge del cooperativismo agrario, que se enfrenta al caciquismo de burgueses y propietarios, nace la primera cooperativa vitivinícola. El cooperativismo agrario se convierte en un instrumento de modernización del mundo del vino y de otras cadenas productivas del medio rural. Es un movimiento interclasista que une a propietarios y jornaleros con el objetivo común de situar el vino en la primera línea económica y social.

 

El sector vitivinícola se reorganiza e incorpora nuevas técnicas procedentes de agriculturas más desarrolladas. Las cooperativas son una pieza fundamental para la innovación, ya que favorecen la difusión del conocimiento y mejoran de forma significativa la producción del vino reduciendo costes. Mejora el vino y también mejoran las condiciones de trabajo de los pequeños payeses.

 

Las nuevas bodegas

 

Las nuevas bodegas, que se construyen durante el primer tercio del siglo XX, son fruto de la unión de fuerzas (entre payeses propietarios y jornaleros) y de la intersección de corrientes políticas y culturales (el cooperativismo, de origen rural, y el Modernismo, de origen urbano).

 

En Cataluña, esta reestructuración del mundo rural coincide con un momento de reconstrucción identitaria que se articula en torno a importantes corrientes políticas y culturales como la Renaixença, la Mancomunidad o el Modernismo y, más tarde, el Novecentismo.

 

El Modernismo catalán, como el resto de tendencias arquitectónicas de esta época en toda Europa, es un movimiento impulsado por la revolución industrial, con la aparición de la electricidad y la máquina de vapor, inspirado en la naturaleza y en sus formas y materiales. Así, es la burguesía catalana quien promueve el grueso de las obras modernistas del país para expresar su apoyo a la industrialización y afirmar su identidad.

 

Mientras tanto, el cooperativismo vitivinícola impulsa la modernización del entorno rural con la introducción de técnicas industriales en la producción del vino. Las bodegas trasladan la esencia de la arquitectura modernista, innovación e identidad, a un entorno que de entrada no le es propio.

 

Josep Maria Rendé, impulsor del cooperativismo y de la modernización agraria, y el arquitecto Cèsar Martinell representan la unión entre cooperativismo y Modernismo. Colaboran estrechamente y de esta relación surge la promoción de gran número de construcciones agrarias, proyectadas en su mayor parte entre 1918 y 1922, que incluyen una treintena de bodegas.

 

Las bodegas se proyectan teniendo en cuenta las principales necesidades de los cooperativistas: industrialización y aumento de la producción. El arquitecto reorganiza los espacios para mejorar la producción del vino, y la arquitectura modernista, sin perder su esencia, evoluciona para adaptarse a un paisaje y a unas necesidades distintas.

 

Los rasgos característicos de estas bodegas, a caballo entre el Modernismo y el Novecentismo, se derivan del diálogo arquitecto-viticultor: técnicas y materiales tradicionales, arcos equilibrados, puntales estructurales que permiten construcciones económicas y a la vez sólidas, naves que ganan en volumen y ventilación, depósitos subterráneos rodeados de aire para interrumpir la transmisión de calor durante la fermentación, ventilación para facilitar la salida del ácido carbónico, etc. Los materiales y sistemas constructivos recuerdan a Gaudí, y se incorporan algunos aspectos decorativos próximos a Domènech i Montaner.

 

El arquitecto comprometido con el vino

 

Un audiovisual glosa la figura de Cèsar Martinell y su relación con el vino, los payeses y los cooperativistas. Y es que la figura del arquitecto se integra en los procesos de modernización del vino y de reorganización social. Así, nos encontramos ante edificios hechos a medida: con las mejores prestaciones para el vino y sus trabajadores, y también con un diseño arquitectónico que pretende otorgar visibilidad tanto al vino como a las personas que lo elaboran.

 

Barberà de la Conca: de sindicatos y de cooperativistas

 

La Sociedad Agrícola de Barberà, la primera bodega cooperativa de Cataluña y del Estado español, es fundada en 1894 por pequeños payeses que se encargan de su construcción. La segunda bodega del pueblo, en cambio, la construye Cèsar Martinell por encargo del Sindicato Agrícola de Barberà. Este pueblo, rico en agua y tierras fértiles, es pionero en el cooperativismo vitivinícola, pero también en el enfrentamiento entre pequeños payeses y grandes propietarios.

 

La Sociedad promueve huelgas contra los recortes de los grandes propietarios y la contratación de piquetes, y finalmente los pequeños payeses logran controlar el mercado de trabajo. Impulsan un nuevo modelo sociocultural: todos los socios cuentan igual, creando los servicios que se necesitan o se desean. El colegio laico para niños, un médico propio y el local social, conocido como La Casa, son algunos ejemplos.

 

En Barberà, los propietarios también crean su cooperativa: el Sindicato Agrícola de Barberà. La Federación Agrícola de la Conca de Barberà nace en febrero de 1916 y agrupa a las sociedades de payeses y a los sindicatos de propietarios reformistas. Impulsa las bodegas de Rocafort de Queralt, Barberà, Solivella, Pira, Blancafort, Vilaverd y Montblanc. La mayor parte, construidas entre 1918 y 1919, son obra de Cèsar Martinell. Pero aquí los votos de los socios se cuentan por cargas de vino o por las propiedades de cada uno.

 

Un país de bodegas Entre 1918 y 1923 se construyen en Cataluña una serie de bodegas cooperativas impulsadas por la Mancomunidad. La mayor parte de ellas son proyectadas por un conocido arquitecto de Valls, Cèsar Martinell, y por primera vez son «bodegas de autor». Otros arquitectos como Pere Domènech i Roura y Claudi Duran también firman algunos diseños. La industrialización y modernización de las técnicas agrarias no afectan solo al vino. Molinos de aceite, fábricas de harina, destilerías: todas las construcciones agrarias se transforman, como los propios payeses.

 

2. EL VINO CONFIGURA LA BODEGA

 

Un edificio debe rendirse a aquello para lo que ha sido construido. En palabras de Gaudí, «la arquitectura no debe poner trampas». En la mayor parte de las bodegas modernistas no hay nada gratuito. Los arquitectos de estas bodegas aprenden también a hacer vino. De este conocimiento sobre cómo hacer un buen vino nacen nuevos espacios: se adaptan o reordenan los existentes y se inventan otros nuevos.

 

Los principales elementos constructivos son la piedra, el ladrillo, la madera y la cerámica, así como la teja y el estuco. Al ser tiempos de crisis, excepto en algún caso de competitividad mal calculada, no hay dinero para la ostentación.

 

Cèsar Martinell es un seguidor de Gaudí, que le asesora en la construcción de estas bodegas y cuya huella reconocemos en algunas de sus formas. Sin embargo, la estética en ocasiones oculta que el arquitecto elige las formas básicamente por su función. La belleza es consecuencia de la armonización entre las necesidades funcionales, estructurales y constructivas.

 

Los espacios

 

Las bodegas son diseñadas teniendo en cuenta el proceso de producción del vino. Es necesario conectar los distintos espacios para que la uva llegue rápidamente a las zonas de prensado y después a las cubas y lagares de fermentación. Las cubas en las naves principales y los lagares subterráneos recogen los miles de litros de vino producidos cada año. Estos contenedores son separados unos de otros y ventilados para controlar su temperatura durante la fermentación y para conducir los gases al exterior. Los trabajadores se mueven con comodidad entre estos espacios renovados.

 

Los materiales

 

La piedra es elegida como elemento de sustentación y se erige a la vez en ornamentación en fachadas y al pie de los arcos. Mientras tanto, el ladrillo, con una elegante presencia en las fachadas, es el elemento constructivo principal de numerosas salas interiores.

 

La cerámica es básicamente ornamental, pero también juega su papel como elemento constructivo. El azulejo esmaltado se inspira en el mundo del vino en las fachadas de algunas bodegas. El hierro, tan característico de muchos edificios modernistas, está poco presente en las bodegas, ya que la forja requiere un trabajo que encarece y atrasa la construcción.

 

Los tejados en seco facilitan la ventilación de los espacios donde se elabora o almacena el vino. Los grandes ventanales resultan un elemento clave en la iluminación de dichos espacios. El uso de la piedra y el ladrillo, junto con una buena orientación e iluminación, facilitan el control de la temperatura en las dependencias de las bodegas.

 

El mortero resulta imprescindible para unir ladrillos y otros materiales. Además, el mortero de cal o estuco de las fachadas es fácil de aplicar y económico. Pese a que la madera está presente en todas las bodegas en mayor o menor medida, en muchos casos el ladrillo desplaza a este material. La madera proviene a menudo de Europa, que en el momento de la construcción de estas bodegas se recupera aún de la Primera Guerra Mundial.

 

Las formas

 

En «En busca de una arquitectura nacional» (La Renaixensa, 1878), Domènech i Montaner define las bases del Modernismo catalán. La inspiración gótica es una de ellas. Ventanales de este estilo iluminan las bodegas como nunca hasta ese momento.

 

Para la construcción de arcos parabólicos de ladrillo se emplea material local. La estructura sigue las líneas de las cargas y trabaja a compresión. Las enjutas aligeradas abaratan aún más la obra y crean espacios diáfanos que permiten un acceso fácil a las aperturas superiores de las cubas.

 

En las naves envigadas, Cèsar Martinell sustituye en algunos casos los pilares por arcos parabólicos equilibrados y bóvedas tabicadas. El ladrillo es un material más barato que la madera de Flandes, que tras la Primera Guerra Mundial multiplica su precio por cinco. En la bóveda catalana, o bóveda tabicada, los ladrillos se colocan por la parte más plana creando una especie de hoja que cubre el techo. Es usada en espacios subterráneos porque maximiza el espacio útil en altura y resulta a la vez muy resistente y aislante.

 

3. REDESCUBRIENDO LAS BODEGAS

 

Una primera mirada a las bodegas nos permite captar enseguida sus semejanzas, como por ejemplo la disposición y forma de las cubas, el estilo de la fachada o las soluciones arquitectónicas para controlar la temperatura en su interior. Sin embargo, a medida que las observamos más atentamente, o cuando estas semejanzas ya no nos sorprenden, nos damos cuenta de que cada bodega tiene su propio carácter. Con frecuencia, allí donde más se parecen también son singulares. En cada bodega, el arquitecto ha sabido adaptarse al terreno, a la climatología local, a los recursos de aquella cooperativa concreta e, incluso, a las riñas entre vecinos.

 

La mayor parte de las bodegas se construyen en entornos rurales, en localidades pequeñas. Compiten en presencia con los principales edificios del pueblo, como por ejemplo la iglesia. La bodega resulta el referente arquitectónico del pueblo. A través de ella, el vino se torna para siempre omnipresente.

 

Más allá de las innovaciones técnicas, las bodegas son diseñadas para mejorar el paso del vino de un espacio a otro: se controlan las condiciones de temperatura y humedad dentro de la bodega y se facilita la salida de los gases emitidos durante la fermentación. Paseando por las bodegas se nota cómo circula el aire y casi puede sentirse cómo se disipan los olores.

 

Las bodegas ganan en magnitud: son más altas, multiplican sus espacios con naves subterráneas y se llenan de cubas y lagares. En El Pinell, cada cuba puede contener 30.000 litros de vino. Nulles costó 119.974,65 pesetas. La bodega de L'Espluga cuenta con 1.311 metros cúbicos, y la de Gandesa, con 88.234 metros cúbicos. Y en Falset se compraron 408.740 adobes, ladrillos, baldosas dobles y otros elementos constructivos.

 

4. EN PRIMERA PERSONA

 

Cada bodega encierra una historia, y cada cual la vive de un modo singular: el arquitecto que la proyectó, el poeta Àngel Guimerà cuando la visitó por primera vez, cada trabajador y cada visitante. El descubrimiento de estas bodegas es una experiencia única. Fueron construidas hace casi cien años, pero las emociones de aquel momento, de una época convulsa que transformó el mundo del vino, han ido pasando de padres a hijos. La gente que trabaja hoy en estas bodegas aún se sorprende por la belleza y genialidad de dichas construcciones. Son las voces de las bodegas y del cooperativismo, que, vestido de Modernismo, supo enfrentarse a una gran crisis.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Pepo Segura, Bodega del Sindicato Agrícola de Sant Isidre, Nulles

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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