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Hay quien dice que de un viaje volvemos siempre al lugar de donde partimos. Hay quien dice que nunca nos zambullimos dos veces en el mismo río. Al final siempre hay algo que queda y es ahí donde se sitúan las imágenes de Sandra Rocha. Sus fotografías, como un rastro de lo que ha pasado y una insinuación de lo que perdura, existen en algún lugar entre esos ... dos puntos, entre un sitio de donde nunca salimos y un caudal que todo lo lleva y todo limpia, nuevo a cada instante.

En este conjunto de imágenes realizadas en un viaje por la Transcaucasia, por caminos otrora recorridos por un joven Calouste Gulbenkian, Sandra Rocha asimila y expresa su condición de viajera con una distancia justa y ponderada, desmarcándose del registro manido de una fotografía en passant. Si, por un lado, entrevemos los símbolos que definen un universo extranjero a la mirada occidental, al mismo tiempo, éstos son tratados con una devoción que se demora y contextualiza, lo cual no está, seguramente, al alcance de la fugacidad o la curiosidad turísticas. Viajar es más que ir, es mirar, conocer e interpretar. También lo es saber contar y hacer nuestro el viaje. Por este proceso, Sandra Rocha torna sus imágenes habitables.

Reconocemos lugares que nunca vimos y personas con las cuales nunca nos hemos cruzado. Las superficies indelebles, inmunes al tiempo, hechas de drapeados y texturas, de hilos de cabello, penas y alas, satenes y flores estampadas, fuego, tierra e ilustraciones de un cielo posible nos invitan a un tacto que sabemos intangible. La atención silenciosa de esta mirada sin burla, liviandad o artificio deja sobre la textura de las formas un candor distinto y descifra un universo profundo, carente del velo apolíneo que las imágenes constituyen. La apariencia no es mimesis sino revelación. Sandra Rocha encuentra en lo que la rodea la dimensión literaria que torna lo fortuito en acontecimiento y el anónimo en personaje, entremezclando objetos y personas, fabulando unos, humanizando otros. De cada imagen emana una historia que se eleva y se transforma en los diálogos que establecen entre si. Son sobre todo historias de la 'mujer' las que nos son contadas, una mujer hecha de carne y de gestos, de sutilezas y de papeles, de su lugar y de su espacio, de sueños y silencios, de frustraciones y deseos, unidos y sugeridos por la lectura transversal a la que las fotografías invitan.