Cuando miro la obra de Luna Tristá, tengo la sensación de estar sentada frente a ella, mirándola directamente a los ojos. Veo mujeres, personas anónimas que tengo la sensación de conocer, que me resultan tremendamente familiares.
La fuerza de seducción que poseen sus imágenes radica en la rotunda capacidad con la que se filtran en nuestra propia memoria, evocando sensaciones, trayéndonos al aquí y ahora fragmentos de nosotros mismos. Sensaciones duales, lúgubres y luminosas que se encuentran escondidas en nuestro interior. Ésta es la fisura, la violencia con la que nos hermanamos con su trabajo.
El uso del blanco y negro contribuye al hecho nostálgico de su obra, con el fin de regurgitar un falso pasado. Metáfora del anacronismo en el que vive su Cuba natal. Congelada en una época que no le
... corresponde.
Sus fotografías son la cartografía emocional de su propia existencia, disparos en los que apunta a mujeres que no conoce. Tomas en las que Luna recorre la escena en busca de ésa identificación con lo terrible, lo frágil, lo grotesco, lo que rechaza, lo que anhela y lo que ama. Instantes en los que trae a la luz, la profundidad de su propia historia.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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