A Beppe Devalle

Las cumbres del viejo Guadarrama, que ya era viejo cuando los Alpes se formaron, y que el tiempo desgasta y arrasa de continuo, haciéndolas morir en su belleza honda,.. Constancio Bernaldo de Quirós (1915) Mientras recorro la M-30 en dirección norte, en un paisaje abierto de asfalto y cemento, por fin el Guadarrama aparece en el horizonte, con sus cumbres detenidas en la luz de la mañana. Luego, después de unas horas, subiendo con dificultad hacia esas mismas cumbres, en el silencio, una sensación de misterio. Qué devastadores eventos, qué inexorables fuerzas, y esa lenta, inmensa, inmóvil demolición. Tiempo profundo y 'colosal ruina'. Reexploraciones 12 de mayo de 2010. Decido subir por primera vez a las Guarramillas. Cielo encapotado, viento, nevisca, 4º C. Alcanzo los 2000 m. Primeros truenos. 5 de julio de 2010. Grandes y redondas ... Guarramillas, sus laderas desfiguradas. Alcanzo la cumbre a 2268 m. de altitud. Paisaje adusto más allá de la linde de los árboles, vegetación humilde. En la vertiente nororiental, las pedreras descargadas por la erosión. Contemplo Peñalara. Después rodeo las grandes antenas de telecomunicaciones y bajo al Ventisquero de la Condesa. 6 de julio de 2010. Guarramillas y luego Cerro de Valdemartín. 22º C, sol brillante, cielo azul intenso. Las cumbres sobrias en una soledad arcaica, 'grave y austera poesía'. 7 de julio de 2010. Subo las Guarramillas, observo el inmenso pinar de Valsaín y el horizonte de la Vieja Castilla. El cielo se nubla rápidamente. 29 de septiembre de 2010. En Valdesquí el Circo de las Guarramillas horriblemente devastado. Subo por la Loma del Noruego, abajo el pinar, único verdor austero. 25 de noviembre de 2010. Desde el Puerto de Navacerrada a Cotos. Las Guarramillas nevadas y los pinos congelados por el viento. 26 de abril de 2011. Subo otra vez a las Guarramillas. Viento fuerte y nubes bajas. Entre la bruma, repentinos claros de sol. Últimas manchas de nieve. Bajo al Collado del Piornal. Hacia el puerto veo dos corzos. 27 de abril de 2011. Otro día nublado. Alcanzo la cumbre de la Maliciosa a 2227 m. Negros riscos sobre la inmensa llanura. Al norte, un paisaje desolado. Por la tarde se abren las nubes. Largas sombras frías. Último sol en la Pedriza. Desnudo desierto geológico. 10 de junio de 2011. Las laderas de las Guarramillas cubiertas del radiante amarillo de la floración del piorno, perfume dulce. Subo hacia la Cuerda de las Cabrillas. A mis pies la Barranca oscura, enfrente las crestas de la Maliciosa, hacia el oeste las azuladas perspectivas de la Sierra. 18 de junio de 2011. Guarramillas, vuelvo a recorrer las laderas comprobando los puntos de vista. Cambian los primeros planos y las horas del día. Lentos regresos y nuevos asombros. En plein air A mediados de junio de 2011 por fin empiezo a pintar en lo Alto de las Guarramillas. Subo andando desde el Puerto de Navacerrada 3-4 veces por semana. Una hora de subida, con una mochila no demasiado pesada, unas 50 veces, hasta la mitad de septiembre. Después de la sesión dejo el lienzo, los colores y el caballete en la estación de telecomunicaciones, luego bajo al puerto mientras el sol desaparece detrás de la Mujer Muerta. Es un caminar lento y fatigoso. En lo alto la quietud y el aislamiento. Contemplo la montaña en la soledad y el silencio. Pintar del natural, percibir el ritmo del Guadarrama. Ritmo lento y arcaico. Las líneas de sus cumbres desgastadas, la amplitud de sus robustas vertientes, 'grandeza tan severa'. Y el aire, la profundidad, el horizonte. Y el color del Guadarrama, opaco en una luz gloriosa y límpida. Subo a la cumbre acalorado, luego en las largas sombras de la montaña encuentro un frío cortante. Contrastes y esperas. Fijo las piquetas y tiendo los tensores. El fuerte viento impide pintar, mientras el lienzo ondea indomable y se llena de tierra. Pasan los días y la luz va cambiando. Espero la hora del cuadro. Al atardecer la sombra de la montaña se alarga rápida, hundiéndose cientos de metros. Anticipo la hora de la luz en 5 minutos, a las 20:05. La sesión es breve. 7, 8, 9 sesiones. Durante unos días baja la temperatura, con grandes nubes encima de todo el arco de la Sierra. No pinto pero estoy ahí. Luego el cielo regresa sereno, límpido como piedra dura. La luna en el azul profundo. Con el lienzo blanco 65x100 me encamino hacia el este. Recién pasados los repetidores encuentro una manada de cabras montesas. Setenta ejemplares, con machos jóvenes de largos cuernos. Un macho emite un silbido fuerte y seco. Siguen allí al día siguiente, luego desaparecen. En septiembre me desplazo a la vertiente oeste, al sol, con Siete Picos en ligero contraluz. El aire es templado y los insectos son atraídos por los colores y el óleo. Pinto en el silencio, mientras a lo lejos un excursionista avanza lentamente. Madrid, julio 2012