En algunas circunstancias es cierto que el arte tiene una función redentora. En este caso particular hablamos de una función auto-redentora. Si Carlos Codes no se hubiera entregado a la pintura, probablemente habría echado su vida a perder formando parte de algún tipo de banda Baader-Meinhoff con consecuencias funestas, pero cuyos fines, al fin y al cabo, habrían sido los mismos que el de sus actuales quehaceres- que tampoco pasan por ser del todo inocuos para la salud pública-: combatir, provocar, revolverse en la brecha y seguir a flote, haciendo lo posible, además, porque los que le rodean permanezcan, como él, a flote. Carlos Codes es un autor de vanguardia en el pleno sentido de la palabra - ahora que la palabra hace casi un siglo que no tiene sentido. Si no hay guerra, y la guerra parece por las circunstancias necesaria, no encuentra mayores problemas en
... avivarla con toda la vehemencia que empeña en cualquier palabra, brochazo, borrón y nueva cuenta. Antonio Saura definía el espacio pictórico como un 'campo de batalla'. Lo cierto es que no imagino a Carlos Codes más que como un pintor de batallas. Perdidas, muchas veces, pero siempre reñidas hasta el encarnizamiento, y a veces, incluso, memorables.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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