Beatriz Esguerra Arte presenta la primera exposición individual del joven artista Pablo Arrázloa en su galería.
“Apuchumala” es un neologismo que, en su más estricta definición, hace referencia a un sentimiento ambivalente entre angustia, en el sentido intimidante y avasallador que nos sugiere la idea del infinito, y placer, en el sentido del deseo por el conocimiento. Este resulta de reflexionar sobre la insignificancia de nuestra existencia en relación con el universo.
Se preguntarán: ¿por qué niños? Niños en cierta edad de descubrimiento, donde el mundo se presenta no como algo nuevo sino como algo enteramente propio. El adulto es esclavo de ciertos condicionamientos: la educación, la sociedad, la herencia cultural, la religión e incluso su memoria. Arrázola entiende la figura del niño como la última transformación del espíritu de Nietzsche: inocente, despreocupado, sin ataduras ni deber, empoderado con su propia voluntad y sin recuerdos o limites que lo coaccionen. Es libre....Tanto así, que lo encontramos reflexionando y manipulando su realidad, trasformando y adaptando su espacio como si se tratara de un juego, en busca de las respuestas a un mundo cuyas leyes y normas parecen no aplicarse en el nuestro, tal vez aun inconsciente de que sus límites son el marco y el papel que lo procede, y que su realidad es en esencia, el dibujo mismo.
Lo que ocurre finalmente en cada una de estas obras es un diálogo entre la figura y el medio. El papel es donde el espectador entabla una relación con la obra que apela a su experiencia, sus motivaciones y su memoria. Cada niño es un reflejo, un juego de espejos que se repite con cada espectador como el aforismo del eterno retorno. Los niños rasgan, transgreden y adaptan su mundo en busca de respuestas a preguntas esenciales que nos cautivan como especie. ¿Quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos?
En el trabajo del artista, la infinita y profunda palidez del blanco sobre blanco y su relación con los niños, conscientes de su condición en el medio, se vuelve una analogía, una imagen sugerente que invita al espectador a preguntarse por su propia realidad, a hacerse sus propias preguntas y encontrar sus propias respuestas.
La exposición estará compuesta por aproximadamente 18 obras.
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No logré encontrar una palabra o concepto que definiera este sentimiento... Fue así que en un gesto infantil, decidí inventarlo. “Apuchumala” es un neologismo que, en su más estricta definición, hace referencia a un sentimiento ambivalente entre angustia, en el sentido intimidante y avasallador que nos sugiere la idea del infinito, y placer, en el sentido del deseo por conocimiento. Este resulta de reflexionar sobre la insignificancia de nuestra existencia en relación con el universo.
Se preguntarán: ¿por qué niños? Niños en cierta edad de descubrimiento, donde el mundo no se presenta como algo nuevo sino como algo enteramente propio. El adulto es esclavo de ciertos condicionamientos: la educación, la sociedad, la herencia cultural, la religión e incluso su memoria. Me gusta entender la figura del niño como la última transformación del espíritu de Nietzsche: inocente, despreocupado, sin ataduras ni deber, empoderado con su propia voluntad y sin recuerdos o límites que lo coaccionen. Es libre. Tanto así, que lo encontramos reflexionando y manipulando su realidad, trasformando y adaptando su espacio como si se tratara de un juego. Tal vez aún inconsciente de que sus límites son el marco y el papel que lo procede, y que su realidad es en esencia el dibujo mismo.
Hay algo infantil en la asunción de que alguien más tiene la responsabilidad de darle sentido a nuestras vidas, siendo la vida tan insignificante, sin sentido y maravillosa como nosotros queramos hacerla. Es eso, finalmente, lo que ocurre en cada una de mis obras, un diálogo entre la figura y el medio. El papel es donde el espectador entabla una relación con la obra que apela a su experiencia, sus motivaciones y su memoria. Cada niño es un reflejo, un juego de espejos que se repite con cada espectador como el aforismo del eterno retorno. Los niños rasgan, transgreden y adaptan su mundo en busca de respuestas a preguntas esenciales que nos cautivan como especie. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Por supuesto, cada uno tiene distintas formas de acercarse a esas preguntas y en mi trabajo la infinita y profunda palidez del blanco sobre blanco y su relación con los niños, conscientes de su condición en el medio, se vuelve una analogía, una imagen sugerente que invita al espectador a preguntarse por su propia realidad, a hacerse sus propias preguntas y a encontrar sus propias respuestas.
Imágenes de la Exposición
Pablo Arrázola — Cortesía de Beatriz Esguerra Arte
Entrada actualizada el el 13 oct de 2020
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