El trabajo va imponiendo, paso a paso, una disciplina. En primer lugar, la preparación del soporte de madera con colas y yesos. En segundo lugar, el recubrimiento  con bol la superficie necesaria para colocar el pan de oro. En tercer lugar, la representación con exactitud de la imagen  que se desea trasladar. Esto último es lo más complicado. No debemos olvidar que  cuando la mano y el ojo son libres y no tienen el límite que el modelo impone, existen diferentes opciones. Por el contrario, si el pincel esta obligado a una precisión absoluta en el espacio plano, hay que anular la libertad personal y someterla al conocimiento que se ha adquirido previamente sobre la pintura que se quiere realizar.

No puedo dejar de resaltar el papel tan importante que el oro desempeña al llenar de luz las tablas, alejando así el tema que se representa sobre la realidad que nos rodea. Todo ello nos introduce claramente en un plano espiritual.

Imitar tablas antiguas es una estrategia nostálgica que entraña una dificultad técnica  e implica la renuncia a cualquier veleidad.

Al plasmar estas imágenes del pasado, busco llenar el vacío de la impotencia y nostalgia  que me produce no haberlas podido crear y realizar, por primera vez, en este siglo XXI.