Durante mucho tiempo, Josep Segú ha buscado una imagen de urbe contemporánea ligada a los rascacielos, signos inequívocos de modernidad. Pero, paradójicamente, la Barcelona que se ha impuesto en su obra es una Barcelona horizontal y panorámica. El pintor ha situado sus intereses en un entorno creado por el hombre, en las modernas ciudades de finales del siglo xx, hasta encontrar el punto neurálgico que centraliza los flujos vitales de la ciudad, su puerto, lleno de contenedores de colores. Segú necesita la energía y la complejidad que desprende la superpoblación urbana de un mundo domesticado y artificial.
Durante su estancia en Nueva York en 1992-1993, el artista pintó directamente del natural las vistas de Manhattan que encuadraban las ventanas de su piso de Roosevelt Island. Influido inicialmente por el Pop Art, su obra evolucionó en un nuevo realismo particular que integra el colorismo autóctono.
Para componer las escenas de su ciudad y...el puerto utiliza hallazgos de otros creadores junto con sus descubrimientos personales. Un proceso lento, comparativo y sintético genera esta Barcelona de volúmenes multicolores.
Entrada actualizada el el 15 oct de 2014
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