Exposición en Buenos Aires, Argentina

Barro del paraíso. Arte contemporáneo y religiosidad popular

Dónde:
Espacio de Arte de Fundación Osde / Arroyo 807 / Buenos Aires, Argentina
Cuándo:
17 nov de 2011 - 14 ene de 2012
Inauguración:
17 nov de 2011
Comisariada por:
Organizada por:
Descripción de la Exposición
Artistas: Bruno 9li, M. Acosta, M. Alí, Fabiana Barreda, Dany Barreto, Martín Bonadeo, G. Cánepa, Leo Chiachio Y Daniel Giannone, Cooperativa Sub, Aquiles Coppini, Lía Dansker, Pablo de Monte, Lacy Duarte, A. Echegaray, M. García, Charlie Goz, Lorena Guzmán, Martín Lanezán, Javier Lodeiro, Blanca Machuca, Alejandro Moreyra, Tatiana Parcero, Alfredo Portillos, Daniel Santoro, Mario Scorzelli, Guillermo Srodek Hart, Alfredo Srur, Anabel Vanoni, Federico Villarino, Tranqui Yanqui.

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La escena del arte actual contiene la impronta de muchos artistas que refieren a registros identificables dentro del híbrido complejo que denominamos 'religioso'.

 

Son diversos los modos que componen tales acercamientos: hay artistas que echan mano de estos asuntos a modo de referencia cultural, incluso siendo irónicos o críticos hacia la misma fe religiosa; o como alegato social y político; algunos como parte de una mirada antropológica; otros en el marco de una búsqueda ... trascendente; o hay quienes lo hacen participando activamente en una creencia establecida que genera una producción artística.

 

Esta multiplicidad de perspectivas, y sus sucesivas torsiones de estilo y temperamento, dialogan entre sí provocando, a través del contraste y la suma, una visión diferencial y abarcadora de la poética en común que las anima; en cierto modo, a contrapelo de varias de las principales referencias aceptadas en la ideología del arte contemporáneo, tales como el reinado de la ciencia, el materialismo o la influencia del pensamiento psicoanalítico.

 

Cierta riqueza visual signa buena parte de este tipo de producción; acaso como necesaria contraparte de la densidad conceptual que hoy, en el presente líquido, representan símbolos y mitos que solo se transforman, manteniendo una rara vitalidad.

 

La religiosidad es, naturalmente, un derivado de la religión; el término que se utiliza para entender los distintos comportamientos y vivencias en ese plano, que muchas veces no resultan colectivos sino más bien formulaciones muy personales. En ese río, el lecho no es de piedra. Más bien lo conforma un limo, barro fluvial que contiene la oscilación de la vida y sus organismos, y la simiente de los que serán. Pero este río no corre unidireccionalmente, siguiendo la lógica de la naturaleza física. Sino que, bajo el imperio de otra lógica, la de los mitos, lo hace de modo circular. De ese modo es como estos reviven, se completan en tiempo real, unificando los planos tangibles e intangibles a través de rituales muchas veces alejados de la experiencia cotidiana. Reactivan a tiempo la circulación de la vida, allí donde se había entorpecido, o para evitar ese detenimiento, trayendo al mundo el alivio o el espanto.

 

En la sociedad urbana actual, aparentemente ajena a estas instancias de la conciencia, es el arte el que se plantea en cierto modo como vehículo mágico, otorgando sentido trascendente a actividades como danzar, pintar o asistir a un concierto, aun dentro de cánones contemporáneos y no como parte de una forma arcaica. La nueva mirada sobre la actividad creadora, nieta de todo paradigma individualizador e hija de la nietzcheana muerte de Dios, no ve a ésta como emergente de un modo de vivir compartido por el colectivo social, si no más bien como el reflejo de cierta genialidad, de un destello que, a veces, con su radiación puede producir obras con carácter espiritual, a través de hombres elegidos para vislumbrarlas y ejecutarlas. Los artistas son sacerdotes de la libido y receptáculos del deseo. Y a veces, también de la luz y la oscuridad que revelan otras dimensiones de la naturaleza humana. Madonna o Damien Hirst, Morrison, Kapoor, ellos abren la puerta a estas variables, aun al negarlas al operar a través de procesos puramente mentales, llenando en la actualidad con más eficacia que las religiones las expectativas de información sobre otros mundos: los de la magia, los dioses y los muertos.

 

Lo 'popular', mencionado en el título de la muestra, esta cuestión de que mucho del arte aquí presente refiera a calidades de lo religioso compartidas por las masas, contrasta con la sofisticación intelectual del arte contemporáneo.

 

Aun el subdepartamento de derivados del Pop, que podría ser el movimiento más cercano a esta veta, representa un plano mental diferente del de la gran mayoría de quienes cultúan la 'religiosidad popular'. Entonces, da para pensar que, en muchos casos, estos artistas están trabajando para producir un extrañamiento, al oponer categorías conceptuales bien diferenciadas.

 

He aquí una puesta, una jugada teatral que precipita el juego especular, el verse reflejado en un plano imposible, que favorece la potencia de las obras de arte.

 

Sin embargo, de lo aquí exhibido, aquello que quizá resulte más alejado de la producción corriente de arte contemporáneo sean las obras que emergen de las tradiciones de la fe y los universos simbólicos representados por el altar a San la Muerte, las máscaras Chané o los puntos de hierro de Kimbanda.

 

Son los frutos de ricos sistemas de elaboración conceptual, plástica y mitológica, tramados desde un off, donde los sistemas de autoría se confunden y, porosos, pierden entidad. Las máscaras rituales fueron creadas a mediados del siglo XX, antes de que la necesidad llevase a esos pueblos a producir objetos de consumo turístico. Los puntos afrosudamericanos de Kimbanda han sido diseñados por reconocidos religiosos de Montevideo y Buenos Aires, siguiendo una ortodoxia simbólica. Mientras que el altar a San la Muerte realizado por Coppini, a espejo del que muestra el tríptico fotográfico de Srodek Hart, toca los manierismos del barroco popular y la tradición litoraleña de matriz cristiano-guaranítica. El hálito de estas presencias plenas de carnadura se expande hasta las banderas del Gauchito Gil que flanquean la producción de Goz y Tranqui Yanqui.

 

Tales estéticas, las instalaciones rituales a modo de altares, son incorporaciones definitivas al lenguaje del arte contemporáneo desde hace años, y su presencia ha sido debidamente digerida por muchos artistas cuya obra no se podría pensar aisladamente de esta referencia. Berni marcó en nuestro país un hito mayor con la puesta en escena de un altar de la Difunta Correa.

 

Entonces, ató a la contemporaneidad un linaje probable, una búsqueda artística y ontológica jalonada por pioneros como Gramajo Gutiérrez, y luego continuada a través de caminos personales, a veces inclasificables, por artistas como Xul Solar, Guttero y Gambartes, entre tantos. Gente que podría adscribir a aquello que señalaba Jung sobre la 'liberación de todo estado del ser demasiado inmaduro, demasiado fijo o definitivo'. A su vez, resulta obvio que ellos no pueden ser separados con claridad de artistas afines de otros países. Esta hibridez continúa siendo tal, particularmente en relación con el arte latinoamericano, y en Barro del Paraíso se expresa a través de la presencia del brasileño Bruno 9li, de la uruguaya Duarte, o la mexicana Parcero. El mestizaje permite escapar de la posmodernidad unidimensional, desactiva anquilosamientos. La mirada exotista se puede mirar a sí misma gracias al aire que provee cierta carga de ironía o humor fresco. Un Gauchito Gil representado en lenguaje Manga aleja la posibilidad de una lectura plana sobre este típico protagonista de la canonización popular.

 

La dimensión política de todo el material es evidente, y se vertebra a través de operaciones que ponen en evidencia tradiciones escondidas o menospreciadas por la alta cultura e, incluso, durante algunos períodos de nuestra historia, hasta perseguidas. Aunque, paralelamente, la poetización y el desarrollo de búsquedas personales y heterodoxas también han recibido descalificaciones de quienes esgrimen la necesidad de obras de compromiso más evidente. Pese a que gran parte de la exhibición debería ser percibida también bajo esta luz, hay sin embargo algunas obras que se concentran en la veta: Santoro expresa calidades del peronismo a leer entrecruzando símbolos esotéricos y políticos, la tumba del Frente Vital por Srur, y el altar que una mujer Hare Krishna monta en la estación de Avellaneda cada día 29 en honor a Darío Santillán, militante allí asesinado. También la videoinstalación de Dansker se convierte en estudio sociológico, reteniendo el aliento de los viajeros y promesantes que cada 8 de enero visitan la tumba del Gauchito Gil en Mercedes, Corrientes.

 

Si los templos mayas y las catedrales eran cajas de resonancia y representación fiel de ideas religiosas y filosóficas, del mismo modo algunos artistas reelaboran elementos arquitectónicos para expresarlas. Bonadeo con su proyección de vitrales, la instalación del templo imposible y constructivo de Barreto, el monumento de estilo mesoamericano al Sargento Pepper de Lodeiro, son parte de esta búsqueda. Y, desde luego, la geometría siempre se entrecruzó con las experimentaciones artísticas en torno a una dimensión inmaterial. Elegimos la obra de Villarino para señalar esta relación, que es de una tremenda vastedad y, en sí, eje de otra posible muestra.

 

Portillos es un referente de los artistas que implementan su operación en torno a temáticas de la fe. Su registro, que toca la crítica política y se nutre de magias telúricas, incluye el emblemático video premiado en la Bienal de San Pablo. Abiertas las puertas, las de los Cielos del alma y del suceso artístico, un mundo de libre flotación espera a los artistas que, por distintos caminos, integran elementos como los que venimos señalando en sus búsquedas.

 

De Monte, Scorzelli, Moreyra, Lanezán, Guzmán, Vanoni, Machuca, Chiachio - Giannone, son pasajeros del Reino, chamanes y espíritus libres, visionarios que conocen las llaves, las alfombras.

 

Persiguiendo las causas del ser en cuanto Ser, podríamos decir, entorpeciendo las ideas de Aristóteles: los artistas recurren al simulacro, reeditan un sacrificio en sus obras. La cacería que acorrala la naturaleza maravillosa y limitadora, lo previamente conocido, hasta hacerlo jirones mediante una nueva perspectiva, queda a su cargo. Son oficiantes y viajeros que, a través del mundo dual, señalan otras formas de conocimiento y, tras el naufragio, guardianes de esclusas que admiten vislumbres de la Totalidad que nos integra.

 

 

 
Imágenes de la Exposición
Charlie Goz, Red Sakura, 2011

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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