La galería Aitana de Burriana vuelve a contar con el artista Alberto Biesok, un joven creador que empieza a ganarse un puesto en el complejo panorama artístico. Sus últimos trabajos ahondan en el género del paisaje desde una visión más ambiciosa. El detallismo al que nos tenía acostumbrados da paso a una grandiosidad reverencial.

Comprenden esta muestra tres grandes series o familias, todas ellas paisajísticas. La primera es una línea de trabajo muy reciente que Biesok ha dedicado a la cordillera del Himalaya. Montañas nevadas, fundamentalmente paisajes de alta montaña, del sobrecogedor conjunto montañoso del continente asiático. Vistas de las formas aserradas, nubes, glaciares, etc. La paleta empleada por el pintor es fundamentalmente en azules, excepto algunas piezas. Todos están trabajados con óleo sobre tabla, en diferentes formatos y superficies. Incluso existe una pieza sobre pan de plata. 'En esta serie hay mucho ... de ejercicio pictórico porque es una obra sobre fotografías de otras personas. Yo no he estado allí y, por tanto, no existe ese nexo de unión que creo con el paisaje', señala Alberto Biesok. Se trata pues de un paisaje anhelado. En la lejanía radica precisamente el atractivo que en el pintor despierta este paisaje. 'Me gusta incluso la sonoridad del nombre, Himalaya, un lugar muy espiritual', abunda. En esta familia de obras se aprecia perfectamente esa búsqueda de la grandiosidad y la vastedad, alejándose del detallismo que le ha acompañado en sus últimos trabajos. Una idea romántica que sobrevuela toda la exposición.

Técnicamente descubrimos una pincelada rápida muy decimonónica con veladuras y semiveladuras. Lo que se conoce como pintura directa o alla prima. El propósito es ganar profundidad al cuadro.

La segunda familia lleva por título 'El gran pinar', nombre con el que ha bautizado al impresionante cuadro de 1 x 2 metros de la Sierra Calderona. Le acompañan varias piezas de 50x50 y un conjunto de dibujos de lápiz graso sobre papel de diferentes gramajes. El hilo conductor son montañas mediterráneas y pinos. En éstas trabaja el árbol como unidad o símbolo único de nobleza (bajo la idea simbólica de sabiduría, que encontramos, por ejemplo en Caspar David Friedrich), así como visiones más realistas, dentro de la escuela de Barbizon, Camille Corot, Carlos de Haes, etc. Finalmente existe una tercera serie de montañas con vistas de la Tinença de Benifassà, los lagos de Covadonga y el embalse de Tranco (Jaén). El agua le aporta a esta serie nuevos matices, a la vez que juega con la luminosidad según el momento del día.