Descripción de la Exposición
Almacenar un mundo
Victoria Iranzo construye con elementos preexistentes un campo de batalla en el que enfrentarse a sí misma. Se debate entre la incógnita y la evidencia de un proceso que la acerca a la escultura con un único propósito, el de configurar un lenguaje físico propio en el que su práctica cobre sentido unida a sus preocupaciones. El suyo es un trabajo que oculta un secreto y por ello cada una de sus obras se traduce en un enigma. Una barrera entre el soporte y el volumen que se intuye tras los pliegues de cada tejido o de cada coraza. Materiales que funcionan a modo de refugio, de protección frente a algo que ignoro, pero que a medida que la conozco, intuyo que es profundamente íntimo y asomado a una pintura frente a la cual la duda se despeja convirtiendo el estudio en un lugar en el que estar a salvo. Esta posibilidad me permite pensar en un simple juego de niños, el del escondite, en el que como acto reflejo uno tiende a apretar fuerte los párpados, confiando en no ser visto al no ver. Reteniendo quizás esa última imagen percibida.
Agua, espejos, fibras textiles, naturalezas recortadas y estructuras rígidas indescifrables como camuflajes que en ocasiones se disponen con aparente desgana. Podría suceder que su interés por la escena planteada se origine cuando ésta se ha desmoronado, cuando ya nada parece estar preparado para dar cabida a lo superficial, sino a algo que hable de la ruina y frente a ella el gesto suelto de una pintura fingidamente amable, que a priori poco o nada parece transmitir de todo ese trasfondo que sólo consigue revelarse ante una mirada detenida. Estoy frente a la decisión valiente de generar no solo una obra pictórica autónoma, sino también una escena tridimensional previa, que llega arrancada de lo cotidiano, pero cuya escala, colores y texturas engañan -o joden, según ella misma- al ojo.
Me obsesiona una imagen, la de un estudio inmenso, casi a oscuras y repleto de sombras. Vigas y suelo de madera. Nadie diría jamás que ese sea el estudio de una joven pintora. Descubro también que Victoria Iranzo no es esa joven pintora, sino más bien otra a la que la noche le permite observar y traspasar esos objetos previamente construidos. Mirada que transita de lo melancólico a la carcajada, congestionada e impredecible. Lo que hace parece dolerle, enviarla a un lugar muy profundo en el que gravitan las ideas que maneja. Cita una entrevista a Juan Uslé en la que este habla del proceso en su serie Soñé que revelabas. Intuyo una atmósfera nocturna idéntica, sumida en el silencio de un estudio cerrado a cal y canto, y sin embargo, intuición errada. Es música a alto volumen la que marca ese compás que Uslé tomará de sus pulsaciones. Un pulso externo que le permite establecer de un modo mecánico sus emociones y velocidades. Quizás sean esas olas de agua reducidas a un gesto mínimo las que actúen a modo de latido, en un lugar en el que ese ritmo de metrónomo se une a las ansias auto-protectoras que invaden su pintura y la convierten en una suerte de erizo, con todo lo bello y lo agresivo que implica.
Ángel Calvo Ulloa
Mercado, 21 sep de 2016
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Por ARTEINFORMADO
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