Fue más nieto de sus abuelos que hijo de sus padres. Su abuela Paz escribía y leía, y aunque no había sido escolarizada tuvo siempre gusto por las combinaciones numéricas que otros pueden llamar coincidencias, en rituales propios. Luis iba a ser niña y se llamaría María Paz como su abuela, que nació y murió un 23 de enero.
Su padre Luis Matías Santos lo llevaba los fines de semana a Valladolid, a veces a León, en la carretera paralela al río Sella, entre Riaño y Cangas de Onís que llega hasta un puente románico, entre las praderas de lirios en los ríos, lugares a los que vuelve en su memoria. La pesca es un deporte de silencio. Inquieto tiraba piedras, buscando culebras en contacto directo con la naturaleza.
Vivió parte de su infancia en las viñas de la familia en la Ribera del Duero. En el huerto de membrillos de treinta...metros subía a las copas de los árboles a recoger la fruta, entre nísperos, ciruelos, almendros, espárragos y fresas. Su tío Mariano Santos comercializa vinos desde su bodega sumergida bajo tierra entre los viñedos que diseñó el hermano de Luis, arquitecto. Luis hacía encurtidos de pisto con los tomates del huerto, y chorizos.
Fue un niño hiperactivo que solo se calmaba cuando su madre lo encerraba con una hoja de papel. Al ver que se concentraba ensimismado jugando con el papel sus padres lo llevaron a la Asociación Española de Papiroflexia en el centro de Madrid, que se reunía en el Hogar Canario, y en el café Comercial de la Glorieta de Bilbao.
Luis llegaba de la mano de su madre Emiliana al grupo donde casi todos eran mayores, ya jubilados. Era raro que a un niño le gustara jugar con el papel. Y con gusto le enseñaban. Luis creaba así sus propios juguetes. Le interesaban otros pliegues, saliendo siempre de las normas exactas. Y hasta hoy arruga el papel a su manera.
En el café Comercial recalaban americanos y japoneses a compartir sus conocimientos en papiroflexia, entre ellos Akira Yoshisawa, “el padre del origami moderno”, que doblaba y arrugaba el papel ante toda suerte de locos sueltos de España, fanáticos papelómanos. En Zaragoza conoció a los eximios papiroflectas Felipe Moreno, Carlos Pomarón y Aníbal Voyer.
Se cree que la papiroflexia es un arte originario de Japón. En España existe desde el medioevo. Se usaba para hacer los cuellos y las puñetas de los trajes, los pliegues que se hacían en tela. Unamuno era papiroflecta. Se decía “cocotólogo”, (pajarita en francés) y tiene un prólogo llamado: “Tratado sobre cocotología”.
Luis vive el origami como una compulsión obsesiva. Hay que tocar, voltear, girar. Trabaja con el tacto, arruga un papel de más de treinta metros cuadrados, un desfogue con 800 puntas. Muchos perciben el arte del origami o papiroflexia como algo infantil o un arte menor, y de ellos huye Luis.
Prepara el papel con plástico o químicos, con resinas de árboles de la selva y fermentos, “tratar el papel con un hermano que viene del árbol y que no le cuesta nada a la naturaleza. “Desde niño he buscado mi camino, en el trasfondo matemático y geométrico basado en los pliegues”, y cree que el papel es la mejor herramienta para enseñar geometría y matemática a los niños.
Hace diez años conoció a Vincent Floderer, gurú del grupo de papirómanos Le-Crimp. Trabajan en exposiciones, montajes, conceptos de creación, y en determinados pliegues. Han decorado los escaparates de las firmas francesas Guerlain en los Campos Eliseos, y las vitrinas de Louis Vuitton en Tokio y Paris. Le-Crimp es imagen de la Maison de Limousin en Paris. Han expuesto en municipios de Francia y en catedrales en Bélgica.
Con Vincent Floderer comparte no solo la devoción por la naturaleza sino la micología, pasión por los hongos que Luis heredó de su padre, un ingeniero que atesoraba enciclopedias especializadas en micología, y que Luis leía de niño. En 2008 se filmó una película sobre el arte del origami en la que se denomina al grupo de papiroflexia Le-Crimp como “los anarquistas del papel”.
Luis Santos trabajó diez años en una empresa de equipos de bombeo norteamericana en Madrid. Viajaba a diario pero su compañero siempre era el papel. Se cansó. Y se dedicó solo al papel. En Lima colabora con artistas locales y dicta talleres de origami en los penales.
Arruga papel en un taller en su departamento cerca al mar de Miraflores, viviendo con intensidad la cercanía de su hija Lua. Evelyn, su esposa, ha descubierto lo que ha tenido toda su vida delante, “simplemente sentarnos y conversar mientras vemos la puesta del sol…”
El ruido de las olas les marca el ritmo.
Lima, marzo, 2017
Entrada actualizada el el 15 sep de 2021
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