Decía Heidegger que la frontera no es aquel lugar donde algo termina, sino aquél en el cual algo empieza. La obra de Carmen del Berro se sitúa en esa región limítrofe entre el arte y la vida, borde liminar y elástico donde se produce una radical mutación; lindes que enriquecen nuestra condición humana. La conciencia se formará al contacto con esa variedad de mundos que se encuentran alrededor de nosotros; y que la mirada de la artista debe sacar de su ángulo enigmático para que podamos percibirlos. Es desde este universo fronterizo de donde surge uno de sus grandes temas: la infancia. Sin olvidar que la representación de ésta responde a una vena muy profunda de Carmen, también le sirve a nuestra pintora para reflejar la eterna frontera entre el ayer y el hoy, lo que fuimos y lo que somos. La infancia se ha ... convertido en perpetuo devenir que asoma cambiante, calmo y raudo. Los pinceles de sus acuarelas y óleos se sumergen en el pozo de un corazón que sabe de esos latidos que bombean sangre que los ríos de superficies tranquilas ocultan fuertes corrientes; el candor de la infancia en esta pintura fronteriza arrastra un desgarro interior que estalla en estrellas nostálgicas, soñadoras, brillantes.