El camino del cielo está empedrado de carne
La carne de René. Virgilio Piñera
En esta época eminentemente carnal, nos guste o no, la carne mueve el mundo: Nuestro cuerpo, carne. La belleza, carne. El deseo, carne. El hombre, pedazo de carne. Carne y solamente carne, tierna, ardiente y jugosa. ¡Ay! de aquel que reniegue de ella, pues no será más que un solitario, un místico, un anacoreta...
Por más que escrutemos no encontraremos otra cosa que no sea carne, neta y pesada carne, y salirse de sus límites significa caer al vacío. ¿Qué es eso del espíritu? ¿Lo sabe alguien? ¿Quién lo ha tocado? El cuerpo es lo único y nada más que el cuerpo. Cuerpo preciado y milagroso que estamos obligados a cuidar, a preservar bello, en todo momento, sometidos a las exigencias de su carne, esa carne caprichosa.
Carne, motor de vida y sin la que no hay vida posible. Pero...al fin: Carne finita, carne perecedera, tras la que no quedará nada cuando marchite, se agote y detenga su admirable maquinaria.
Entrada actualizada el el 30 jun de 2014
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