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Coia Ibáñez utiliza una técnica propia, fruto de años de experimentación, que le permite crear texturas muy sugerentes y un efecto casi escultórico. Son composiciones dinámicas dónde las líneas sinuosas, las ruedas, y las repeticiones dan ritmo a sus cuadros llenos de colores brillantes y chispas irisadas. El trasfondo: historias y personajes, inspirados en sus viajes en China, Nueva York, Egipto… y también en su viaje interior.

Una obra abierta a diferentes interpretaciones, original en la forma como en el contenido, que nos cautivará desde el primer momento y despertará nuestra imaginación.

Como afirma Aleix Cort, "Ibáñez sabe que no hay universo que quepa en un cuadro, pero que algunos de sus caminos pueden habitar una tela. Lo sabe y nos los enseña".