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Hasta ahora, el color ha sido el gran ausente en las exposiciones y tratados sobre el arte antiguo africano, ya que, aunque presente en buen número de piezas, nunca se ha realizado ninguna exposición ni estudio bibliográfico sobre el tema. Ni siquiera repararon en este aspecto los grandes artistas vanguardistas de principios del siglo XX, quienes dieron a conocer este arte en occidente al convertirlo en fuente de inspiración por su carácter cubista. Así, como explica Ángel Martín, uno de los mayores expertos en este arte, ''Color y escultura en el África Antigua' quiere destacar este aspecto particularmente desconocido del arte ... africano, una realidad más simbólica que decorativa, que queda claramente reflejada en cada una de las piezas recogidas en la exposición'.

Se trata por lo tanto de un nuevo esfuerzo del historiador por difundir en España una manifestación cultural tan amplia como desconocida: el arte antiguo procedente de África. Hay que tener en cuenta que bajo el concepto de 'Arte africano' se engloban un elevado número de culturas y épocas, con distintos valores sociales y religiosos que pueden, incluso, llegar a ser contrapuestos. La exposición presenta esta diversidad a través de una selección de esculturas, fetiches y máscaras de diversos materiales y procedentes de países como Burkina Faso, Nigeria, Gabón o Angola.

Aunque en el mercado del arte africano hay un gran número de piezas cuyas pátinas muestran distintas tonalidades debido al paso del tiempo, esta exposición se centra únicamente en aquellas en las que el color ha sido aplicado conscientemente por el escultor mediante el uso de pigmentos, naturales o no, o de la incorporación de elementos como cuentas de vidrio o elementos metálicos.

El color en las esculturas africanas

Ángel Martín entiende que la presencia del color en el arte africano puede justificarse, primero, como parte de un código, de un lenguaje iniciático que se plasmaba en las esculturas o en las máscaras. Este sería el caso, por ejemplo, de las máscaras de la cultura bobo de Burkina Faso, en las que puede apreciarse un equilibrio perfecto entre el blanco (la muerte), el rojo (la vida) y el negro (la creación). En una escultura ewe, otra de las piezas de la colección, procedente de este grupo del golfo de Benin, la presencia del blanco es símbolo de la sacralidad de la propia escultura.

Otra explicación de la aplicación del color en máscaras y esculturas es que se trata de un reflejo de su presencia en el cuerpo humano, sobre todo como indicador de pertenencia a grupos de carácter social o religioso. Este sería el caso de algunas esculturas de los ibo de Nigeria, como la que se muestra en la exposición y en la que aparece una persona de alto rango con los ojos pintados de blanco, ya que así era como los jefes se presentaban en los encuentros importantes. También en este sentido y también procedente de Nigeria, concretamente del pueblo Ibibio, podrá contemplarse una llamativa escultura en la que se reflejan fielmente los tatuajes y escarificaciones de los miembros de dicha cultura.

No obstante, para el marchante internacional de arte primitivo sí que existe un elemento común al uso del color, y es su valor 'afectivo'. Además, por lo general, los colores vivos y cálidos se utilizan para mostrar realidades de carácter eufórico o reivindicativo, como la pertenencia a un grupo tribal o social concreto, mientras que los tonos apagados, oscuros o fríos serían el reflejo de una realidad más intimista o descriptiva de situaciones de control, dominio personal o sabiduría.

Los precios de estas llamativas piezas van desde los 5.000 euros de un estandarte de danza de los Eket de Nigeria a los 250.000 euros de una máscara Tchokwe, de Angola, una de las más bellas y antiguas que se conocen en el mundo y que formó parte de una importante colección portuguesa.