Exposición en Ávila, España

Construcciones emocionales

Dónde:
Sala de Exposiciones del Real Monasterio de Santa Ana / Pje. Císter / Ávila, España
Cuándo:
30 abr de 2008 - 24 may de 2008
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Una simple aproximación a los términos con los que Isidro Tascón ha titulado sus exposiciones de la última década revela con bastante precisión los motivos y preocupaciones que han articulado la voluntad creadora de este artista en algunos de los años más fecundos de su carrera. Títulos como: “Estructuras” (2001) “Reordenaciones” (2001) “Términos” (2003), “Intersecciones” (2003), nos llevan a pensar en cierta búsqueda de un orden temporal y constructivo, en una concentración meditativa que indaga con rigor en la (in)pureza del lenguaje y en un modo de crear ordenado y sereno con el cual enfrentarse a un mundo en vertiginosa mutación dominado por un flujo de imágenes cada vez más inaprensible.

En este sentido, su trayectoria se podría definir, desde unas coordenadas puramente formalistas, como un proceso intermitente de inmersión y distanciamiento respecto al minimalismo y aquellos lenguajes afines que ... tienden a la depuración formal y conceptual. Bajo estas premisas una parte referencial de su trabajo se ha centrado en la investigación sobre las infinitas posibilidades de la materia y el espacio, sin eludir –aunque sea de un modo elíptico– sus complejas capacidades simbólicas y mnemónicas. Esto se percibe en su exploración de las dualidades: duro-blando, sólido líquido, cálido/frío, lleno/vacío, natural/artificial, opaco/transparente, comprimido/expandido… que ha materializado a través de sugerentes combinaciones de materias como el fieltro, el metacrilato, la madera o el aluminio con los que ha configurado un cuerpo de obra de lo más estimulante en el cual también podríamos establecer contrapuntos binarios: escultura/pintura, pintura/fotografía, arquitectura/instalación, trabajos bidimensionales/ tridimensionales…

No se trata, obviamente de materiales nuevos en el terreno de la creación plástica, sin embargo Isidro Tascón, aún cuando los reutiliza en su literalidad, tiene la capacidad para someterlos a un proceso de “enrarecimiento” con el cual logra obtener efectos de lo más sutil y perdurable. Por otra parte, nunca veremos en sus obras, una postura agresiva en relación con las formas heredadas, sino más bien una dinámica de “reordenación” que lleva a esas formas y materiales hasta su propio límite consumando con ello una infinita red de cortes y desapariciones.

Uno intuye que la dicción virtualmente “abstracta” de una parte significativa de este imaginario plástico remite a un “sujeto dividido” incluso cuando posee un solo yo unificado. De hecho, en términos estrictamente topológicos la división del sujeto no debe ser vista como una separación entre yo y “el otro” sino más bien como “la división entre algo y la nada”. Tal vez por esta razón, en algunos momentos –sobre todo en sus obras que van desde 1999 hasta 2004– podría dar la sensación de que este artista ha desplegado una suerte de “defensa de lo hermético”, consustancial igualmente a aquellos lenguajes derivados del conceptualismo, pero podemos dar fe de que no busca en ello totalizaciones reduccionistas de carácter puramente autogenerador, sino que acepta en ello la irrupción de lo fragmentario y lo azaroso con todas las connotaciones semánticas que esto conlleva.

En este mismo orden de cosas conviene poner de manifiesto que frente al rigor autorreferencial del minimalismo, Isidro Tascón ha sabido oponer una cierta apropiación melancólica de la materia, una visible precariedad y un gusto por lo efímero y lo procesual que abre poco a poco el camino a una serie de componentes “conceptualmente emocionales” con los cuales ha ido salpicando de modo cada vez más intenso su trabajo de los últimos años. Esta dinámica se evidencia de nuevo a través de títulos tan significativos como “Heimweh” (Nostalgia) o el sintomático “Aceleraciones” con el cual parece asumir la velocidad de información y percepción implícita en los tiempos que vivimos. En esta tesitura el artista ha ido desplegando de modo intermitente un singular imaginario textual con el que no intenta exactamente “explicar” o traducir sus instalaciones, pero sí dar una serie de claves de acceso, de “marcas de orientación”, para aquellos que estén interesados en resolver el “enigma”; la palabra en suma, como instrumento de exploración y “resquicio entre lo verbal y lo visual”. Ahora bien, como apunta Leopoldo María Panero: “todo poema corre el riesgo de carecer de sentido y no sería nada sin ese riesgo”. La obra de Tascón resulta en este sentido más “relacional” que “narrativa”, pues no presenta proposiciones literales sino una especie de realidad “procesada” y transformada en “otra cosa”; esto se hizo especialmente evidente en exposiciones como “Términos” y de un modo más explícito en el trabajo fotográfico que centra buena porte de la presente exposición.

En consonancia con esta línea de acción y pensamiento debe encuadrarse su interés por la arquitectura y la consiguiente expansión de la misma en el entramado urbano tanto por lo que tiene de actividad constructiva y estructural, como por su valor de “locus memoriae” que se extiende más allá de nuestra realidad fenoménica. La fotografía se ha convertido en este proceso de búsqueda y creación en el soporte más útil. Isidro Tascón documenta con ella la embriaguez decadente del paisaje metropolitano del Berlín post-comunista y la deconstrucción de sus señas de identidad, en una estrategia creativa que tanto se nutre de la memoria y el sentimiento de pérdida, cuanto de lo desconocido, imprevisto y azaroso; detectándose en ello una suerte de querencia “post-situacionista” por la deriva, que a veces se traduce en “intervenciones” cromáticas en el espacio público que provocan cortacircuitos en nuestra percepción, como se apreciaba en algunas obras de la serie Spiegelungen (2005-2006).

La serie “Heimweh” (2007), debería ser analizada en este contexto como un cúmulo de “momentos no decisivos” en el que queda sedimentada una poética de la simultaneidad y el contraste, de lo heterogéneo, del acontecimiento banal, del fragmento de una totalidad que ha dejado de ser completa y que ya no podemos recomponer. Tal vez por ello en la mayor parte de los espacios capturados por el objetivo de Isidro Tascón, la figura humana está ausente para reverenciarse exclusivamente a través de vestigios de la cotidianidad que a la postre resultan tan efímeros como la propia arquitectura.

Estas imágenes de Berlín en las cuales el flujo temporal aparece en estado de suspensión me lleva a pensar en las palabras con las cuales Michelangelo Antonioni intentaba explicar las condiciones óptimas para que el espectador desarrolle la facultad de la imaginación y de ese modo percibir la realidad que se oculta tras las apariencia y la supuesta materialidad de la imagen: “Nosotros sabemos que bajo la imagen revelada, existe otra imagen más fiel a la realidad, y bajo ésta otra aún, y que detrás de esta última puede aparecer de nuevo otra imagen. Hasta llegar a la imagen verdadera de dicha realidad absoluta, misteriosa, que nadie nunca verá (…)”

Con el fin de los grandes relatos estamos forzados a convivir con ruinas de temporalidad compleja –similares a las que apreciamos en la serie “Palast”;– se trata de construcciones que llevan dentro una especie de “tiempo dentro del propio tiempo” evidenciando con ello una amenaza de disolución permanente… Isidro Tascón realiza en ellas un sugerente trabajo de arqueología urbana que muestra la escisión entre pasado reciente y presente para situarse en el terreno de la metamorfosis continua. Tal y como recuerda Xavier Antich, “cualquier reconstrucción es al mismo tiempo una ruina”; pues abre espacios nuevos borrando otros, como si fuera un palimpsesto que no acaba de dejarnos ver la escritura nueva porque en realidad es “reescritura” de inscripciones que no se han acabado de borrar del todo. Por eso muchos de nuestros espacios urbanos se parecen cada vez más a un campo de ruinas. La evidencia de la desaparición y de la ruina es un modo de aprehender realidades impregnadas de “patetismo” por el sólo hecho de haber sido fotografiadas, pues toda fotografía, como sentencia Susan Sontag, es una suerte de “memento mori”. Tascón explora en ellas el todo a partir del fragmento, pero lo que le interesa no es exactamente la tipología arquitectónica, ni el estilo histórico de la construcción, ni siquiera su valor estructural –algo que sí sucedía en anteriores trabajos– sino el poder significante de los visibles deterioros de muros, cúpulas, puertas y ventanas –o de las nuevas estructuras-materiales y de poder que los sustituyen– tanto en el interior como en el exterior del edificio.

Roland Barthes señaló a propósito de la fotografía que no es sólo, banalmente, la fijación de un recuerdo, sino, propiamente: un “contrarrecuerdo” que activa lo olvidado. En estas circunstancias este poético “Berlín en estado de mutación” nos confronta con el rastro de una ausencia que nunca llega a borrarse del todo pues la cámara registra espacios que se abren dentro del espacio que con el paso del tiempo han acumulado muchas “capas de sentido” casi como si se tratara de estratificaciones geológicas.

Tanto las precarias instantáneas cotidianas de “Heimlich” como la arquitectura institucional de “Palast” son vistos como ámbitos indefinidos que se abren dentro de un espacio intemporal, que remiten al concepto de “no lugar” que Tascón ya ha explorado en proyectos anteriores. Hablamos de un “no lugar” entendido en términos próximos al concepto desarrollado por Marc Augé; como espacio de tránsito que se percibe entre la apertura de los mismos y su clausura; entre su aparición y su borradura… y en esta encrucijada el límite de la representación coincide con el límite al que el espectador es conducido a su punto crítico, confrontado con una imagen que en realidad se configura como imagen en el momento que se niega. Sabemos al respecto que el abandono reviste estéticamente formas sin identidad; pero la posibilidad de que el sujeto de la contemplación pueda proyectar algunos estados anímicos en lo representado mediante el artificio fotográfico se puede justificar en esa “amenaza de desaparición” latente en toda imagen capturada mecánicamente; pues la mirada del espectador es capaz de proyectar sobre ella sus propios fantasmas, de experimentar una sensación perturbadora de desequilibrio e inseguridad ante aquello que no encuentra una dimensión temporal y espacial determinada.

 

 
Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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