No sabría dónde ubicar el trabajo de Juliana Iriart, y eso que la vi pudriéndosela a mi profe favorita de escultura cuando íbamos a la escuela de arte y casi no nos conocíamos, la vi embarazada montando un instrumento musical diez veces más grande que ellos dos, la vi subiéndose a escaleras en peligro de derrumbe solo para ofrecer un lanzamiento a Mundo Dios como único espectador, la vi hacer preguntas transformadoras en el Gran Rex a sala llena. También la escuché decir que un buen día a sus dibujos llegó el horror, y después de eso hacer silencio y seguir dibujando. Aunque vi cada grupo de trabajos que fue pelando no puedo decir que su obra me guste, porque esta experiencia no tiene nada que ver con el gusto, más bien "el gusto" es un pueblo que quedó muy atrás en este camino. Cada vez que vi una exposición suya, lo que creía del arte se expandió y lamentablemente nunca volvió a ese lugar de confort.