Había encontrado cuadros de Daniel Codorniu en una sala, en un despacho, de Barcelona o de Mallorca, me habían interesado su color vivo, su trazo suelto, su visión de estallido solar y cromático de la marina mallorquina. Un día, de pronto, lo encontré como vecino en nuestro tiempo anual catalán, en Sant Cugat del Valles. Allí, en un viejo estudio junto a la estación del tren, trabaja en invierno Daniel Codorniu, que en verano vive absolutamente inmerso en la Mallorca solar y cálida, en el mar relampagueante. es posible que entre los paisajistas insulares sea hoy Codorniu el que más se acerca en sus telas a los esplendores de un mediodía de agosto en una cala, cuyo espíritu eminentemente plástico nos trasmite con calidades de vivencia.

En esta exposición de ahora, Daniel Codorniu adquiere, sin duda, un hacer más atrevido y ... veloz, una agresividad más libre en el trazo y en el tono. Están, sí, sus proverbiales marinas, el pino como una masa movediza sobre la mar que se expande irisada, pero también la mallorca interior, a la que se había acercado menos, la de la tierra rojiza, la de la perspectiva cálida, donde lo ígneo se convierte en lo natural. Verano de sol, cigarras y rastrojos. y la figura, una antigua querencia intermitente de Codorniu, elástica y carnal.

el postimpresionismo de Daniel Codorniu ha avanzado, sabrosamente magmático. a veces, el paisaje de sus obras ya no está en la Naturaleza, sino sólo en los pinceles del artista. del cual hay que constatar un dato muy notable: estos últimos años Daniel Codorniu ha iniciado una envidiable rotación internacional: Francia, Estados Unidos, Alemania…

Su seguridad con la paleta en la mano corre parejas con su habilidad.